La dura derrota electoral del oficialismo generó un intenso debate sobre sus causas al interior del Frente de Todos. La vicepresidenta fue la primera en poner el nivel de gasto público como una clave para explicar la derrota, pregonando su incremento para mejorar los resultados en noviembre.
Los datos avalan el reclamo ya que el Gobierno venía pisando la ejecución del presupuesto pese al estallido de la segunda ola de pandemia. La austeridad fiscal por subejecución era la forma en que el Poder Ejecutivo incumplía los acuerdos económicos explícitos en la Ley de Presupuesto. Norma que había requerido un déficit mayor al que aspiraba el ministro Martín Guzmán en acuerdo con el FMI, para ser votada por el ala K del Congreso.
La pregunta clave es si la economía aguanta una expansión del gasto sin encontrar una restricción estructural. Desde la oposición, la visión ortodoxa responde monótonamente que sólo queda el camino del ajuste, ya que los intentos populistas de expansión del gasto sólo se traducirán en una emisión monetaria inflacionaria. Desde la heterodoxia, niegan que la emisión sea la causante de la inflación, amparándose en el evidente fracaso de los últimos intentos monetaristas por controlarla.
Sin embargo, hacen incapié en la falta de dólares como el límite a la expansión de la actividad. Frente a la escasez de divisas, algunos propugnan cerrar un rápido acuerdo con el FMI que aporte dólares frescos.
Pero un acuerdo con el organismo difícilmente aporte más dólares que los que hay que pagarle, y sus exigencias de austeridad fiscal pueden terminar por sepultar la reactivación de la economía. El ala desarrollista del Frente se obsesiona por aumentar las exportaciones de materias primas dadas las bajas chances de competir internacionalmente de la industria.
En ese impulso exportador se oponen a cualquier cuestionamiento ambiental, llamando a expulsar a los verdes “infiltrados” en el movimiento. Una cruzada que de triunfar reduciría la capacidad de atraer el voto joven disminuyendo aún más sus chances electorales.
Frente a esos planteos, desde el Centro de Estudios Scalabrini Ortiz se viene señalando la necesidad de tener en cuenta no sólo como conseguir más dólares, sino el uso que se les da. Al respecto, un punto central es la reducción de la fuga de capitales.
Una política de estabilización de precios basada en atacar los elementos inerciales de la inflación permitiría estabilizar el valor del dólar, restando incentivos al atesoramiento de moneda extranjera. Por otra parte, innovaciones financieras como una moneda indexada que circule legalmente junto al peso puede combatir el uso del dólar en el mercado inmobiliario y en la economía informal. Aún más importante es qué sectores se priorizan a la hora de la reactivación de la economía.
La expansión debe centrarse en sectores con bajos insumos importados donde predominan pequeñas empresas y cooperativas que no fugan el excedente al exterior, cuyos multiplicadores de empleo son elevados y que resuelven problemáticas sociales urgentes como la urbanización de barrios populares o la limpieza de basurales y cuencas.
@AndresAsiain