Desde Berlín
Este domingo, se llevan a cabo las elecciones federales en Alemania, luego de 16 años ininterrumpidos de mandato de la canciller Angela Merkel. Muy a su estilo, sin estridencias, tonos elevados y pragmatismo (tanto por parte de los candidatos, como de la población en general con manifestaciones en la calle que no pasan de pequeños y prolijos afiches en la vía pública).
Siete son las fuerzas políticas en pugna, de las que concretamente tres se tendrán que poner de acuerdo, ya que ninguno de los partidos es lo suficientemente fuerte, para no depender de las coaliciones futuras. Eje central de la política alemana de la posguerra, con candidatos que suman o pierden votantes, no tanto por los aciertos, aura o oratoria, sino por cometer menos errores.
El favorito, un socialdemócrata
Así dadas las cosas, por ahora las encuestas dan como ganador al medido aspirante del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), aunque auguran que necesitará del apoyo de otros partidos para poder formar un nuevo gobierno. Los sondeos otorgan a Olaf Scholz uno de cada cuatro votos (el 25 % de intención de voto). Exdiputado del Bundestag (el parlamento alemán) durante 13 años, Scholz ha sido ministro de Trabajo y Asuntos Sociales y actualmente ocupa el cargo de vicecanciller federal y de ministro de Finanzas. Además de ser siete años, desde 2011, el alcalde de Hamburgo, una de los ciudades más pujantes y ricas de Alemania.
Su principal rival es Armin Laschet, del partido de Merkel y candidato de la coalición Unión Demócrata Cristiana (CDU) - Unión Social Cristiana de Baviera (CSU) con el 20 por ciento. Laschet también formó parte del Bundestag y de la Eurocámara, pero llega a las elecciones con baja popularidad, gracias a un reciente nuevo desacierto: un video que se hizo viral en el que aparece riéndose en un acto de apoyo a los damnificados por las inundaciones de julio pasado que golpearon al estado federado del que es primer ministro.
Mientras que las cifras hasta ahora recabadas, dan la tercera posición con el 16 % de intención de voto a una insulsa Annalena Baerbock, la candidata de Los Verdes (Die Grünen). Baerbock lleva coliderando el partido desde hace más de 10 años. Diputada federal desde 2013, trabajó en las oficinas de su partido en Bruselas, pero es otra “tibia y con falta de discurso” a decir de muchos que definitivamente no cuenta con el favoritismo ni dentro de su propio partido.
Los sondeos le otorgan el el 13% al Partido Liberal (FDP) y su representante, Christian Lindner, cuyos votos podrían ser decisivos para la formación del Gobierno. Lindner ha sido diputado del Parlamento Regional de Renania del Norte-Westfalia y del Bundestag y ha sido el candidato de su formación política en distintos procesos electorales.
Luego con el 11%, el partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD), con el dúo Tino Chrupalla y Alice Weidel. El primero forma parte del ala más radical de su partido y se presenta como un "ciudadano común" ante el electorado alemán. Por su parte, Weidel es una doctora en economía muy crítica con la Unión Europea. Por último, la Izquierda (Die Linke) llega con el 6% que le otorgaban en las últimas encuestas.
El pulso en la calle
Opinión de los alemanes a pie. O mejor dicho, aunque suene a cliché, en bicicleta. Lo que no es un dato menor, porque por estos lados, la preocupación medioambiental mueve mucho la aguja y le baja el pulgar a más de un candidato. La protección del clima es una de las máximas prioridades de los votantes alemanes. Una preocupación que no hace más que acrecentarse por la pandemia y la reciente y sorpresiva catástrofe por las inundaciones en Renania del Norte-Westfalia y Renania Palatinado a mitad de julio pasado.
Sobre todo de los más jóvenes, que no hay visto otra gobernanta que no sea Merkel y que en general, si bien valorada por su estabilidad y mesura, acusan de no haber cumplido con sus promesas o haber sido por lo menos tibia con las decisiones en ese campo.
“Lenta y nada progresista en cuento al cambio climático”, responde Gunther Fischer, profesor alemán de 42 años. ¿Ejemplos concretos? “Prometió reducir emisiones cuando seguimos quemando carbón y cambiar la industria automotriz en pos de las energías renovables y aún somos uno de los países más atrasados en ello en favor de la gran industria a la que no se animo a cuestionar, ni siquiera en la reglamentación del límite de velocidad en las autopistas (algo que además de peligroso, genera el triple de polución). También subsidiar a la producción orgánica y terminar paulatinamente con todo lo que no fueran energías renovables”.
“El carbón es el pasado, pero en nuestro país todavía una cuarta parte de nuestra electricidad depende de él. Algo que nos avergüenza a todos los ciudadanos, por lo menos de ciudades como Berlín donde apoyamos y promovemos el consumo de alimentos y productos orgánicos, un estilo de vida sustentable y los productos y restaurantes veganos que nos ha hecho ganar la merecida reputación ecologista pero gracias a nuestro trabajo y conciencia individual ”, suma Inge Jansen, gastronómica de 35 años.
Otros jóvenes consultados en la calle, observan la cuestión de la digitalización (sólo un dato que no es menor: aún hoy es mala la señal de internet en las ciudades y no hay wifi en la mayoría del transporte público).
¿Otras cuestiones que preocupan a los alemanes a pie?
Obviamente la economía pos pandemia, con una clase media que aunque parezca mentira, a su medida, también se ve amenazada. Sobre todo por las deudas que la Covid ocasionó en una economía con un presupuesto fiscal sin déficit. Por eso mucho del debate se centra en el salario mínimo y los impuestos.
También en la Unión Europea y sus acuerdos y la política respecto a las migraciones, algo que Merkel si custodió con uñas y dientes.
Futuras alianzas
Así dadas las cosas, “Jamaica”, “Kenia”, “Semáforo”… los colores de las posibles coaliciones parecen ser lo más vibrante de la campaña electoral en Alemania, en una contienda que gana el que menos arriesga o declara.
Es que desde hace unos años, sobre todo la prensa, usa algunas banderas nacionales para describir las posibles coaliciones. Los partidos siempre se han identificado con colores. La CDU de Merkel se representa con color negro; los socialdemócratas del SPD, rojo; los Verdes, por supuesto, verde; los liberales del FDP, amarillo, y Die Linke (la izquierda), el partido poscomunista, con un rojo más oscuro. De ahí que las futuras coaliciones estén entre la apodada Jamaica (CDU-CSU, Verdes y liberales), la Kenia (CDU-CSU, SPD y Verdes), la Alemania (CDU-CSU, SPD y liberales) y la llamada semáforo (SPD, Verdes y liberales).
El partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD) no entra en ninguna debido al estricto cordón sanitario que se le aplica hace que nadie se plantee siquiera tantear a la formación.
Un escenario complejo, ya que, así dadas las cosas una unión Jamaica, por ejemplo, tendría que conjugar los intereses del FDP —proempresa, a favor de las reducciones de impuestos y el rigor presupuestario— con los ecologistas, que en su programa electoral llevan un ambicioso programa de inversiones y gasto público para acelerar la transición energética.