El miércoles se cumplió un año desde la intervención a la cooperadora de la escuela Alvarez Thomas, en el barrio de Villa Pueyrredón. "Vienen por nuestros fondos, por nuestra pileta y por nuestro comedor autogestionado", habían denunciado entonces las familias la decisión del Ministerio de Educación porteño, basada en detalles administrativos.
El mismo día del aniversario se enteraron de que uno de sus temores se estaría cumpliendo: supieron por la supervisora (del distrito escolar 16) que el gobierno porteño va a subdividir el terreno de la escuela para que la pileta, que construyó y sostiene la cooperadora desde hace cincuenta años, deje de formar parte de la escuela.
Sobre el modelo de autogestión del comedor --quedan solo tres escuelas con comedor manejado por la cooperadora, que siguen siendo ejemplos virtuosos en la ciudad, además de esta-- ya tuvieron confirmación: la intervención cambió los proveedores históricos de carne y verdura por los de los cuestionados concesionarios del gobierno porteño.
Y sobre los fondos de reserva --unos 25 millones de pesos que la cooperadora había ahorrado con esfuerzo, para entre otras cosas construir un gimnasio-- temen lo peor: la interventora Teresa Patronelli (ascendida a gerenta operativa de Apoyo a Escuelas y Cooperadoras) se negó a hablar con las familias en todo este año, y a brindarle al director información sobre el estado de ese dinero, guardado en la cuenta bancaria del Ciudad.
Para hacer visible esta situación, las familias se movilizaron el miércoles por la tarde frente a la escuela.
"Se cumple un año de la intervención, por parte de Soledad Acuña, de nuestra cooperadora, que nos arrebataron injustamente. Hoy confirmamos cuál era el verdadero objetivo. Aquí estamos las familias pidiendo una asamblea de socios ya, para poder volver a constituirnos como cooperadora, y para impedir este arrebato", denunció una madre públicamente.
A fines de 2019 la escuela había ganado un amparo contra el Gobierno porteño para restituir las clases de natación, en su propio natatorio, a los chicos y chicas de jardín. Pandemia de por medio, nunca se llegó a cumplir.
"En ese sentido, la pandemia les vino como anillo al dedo. Con la intervención de la cooperadora nombraron a una 'directora de pileta', con lo cual vimos la avanzada. Si la pileta es de la escuela, ¡es como decir que ponen un director de patio", razona Yamila Mathon, integrante de la asociación cooperadora desplazada y mamá de una nena en segundo grado.
"Está claro que la pileta o cualquier construcción de una escuela pública es del Estado, como toda la escuela. Pero esta fue construida ladrillo por ladrillo y peso por peso por la cooperadora. En el fallo del amparo que ganamos, el juez dice que pueden seguir teniendo natación prioritariamente nuestros chicos desde jardín a séptimo grado (en el resto de las escuelas porteñas, el recorte paulatino del Plan de Natación sólo dejó un cuatrimestre en cuarto grado), porque la pileta es de la escuela. Bueno, el gobierno porteño lo resolvió sacándole la pileta a la escuela", sigue el razonamiento.
"El ministerio no ha podido construir en todos estos años una pileta, ¡nos hubiesen pedido consejo de cómo hacerlo, en lugar de venir a robarse la pileta de nuestra comunidad! Hemos presentado un montón de propuestas alternativas para sumar piletas de natación en el barrio y en barrios cercanos", cuenta Guillermo Kechichian, el último presidente de la cooperadora (desplazado junto con toda la comisión). "Es evidente que lo que falta es voluntad de hacer", concluye.