Por más que parezca una eternidad, y más con una pandemia en el medio, pasaron apenas tres años desde que Hernán Cattáneo tuvo la osadía de pararse con sus aparatos en el Teatro Colón. Esa serie de shows constituyeron no sólo un nuevo hito en su sustancioso CV sino también en la música popular contemporánea local. Incluso en la música clásica, pariente lejana de la electrónica de clubes y festivales. Si bien los maestros supremos del house y del techno se abocaron en las últimas dos décadas a sacar sus creaciones del dancefloor para volcarlas en los epicentros de las instituciones culturales (a manera de provocación y de legitimación), con aquel evento el productor y DJ argentino se sumó a esa cruzada. Pero si se creía que con esa activación ya había tocado el sumun de su carrera, desde el pasado sábado y hasta el viernes este vecino ilustre de Caballito viene demostrando que a sus 56 años su capacidad de transgredir y sortear imposibilidades está cada vez más afinada. En esta oportunidad, se acaba de convertir en el primer DJ en tocar en calle Corrientes, al igual que en uno de sus templos: el teatro Gran Rex.
Bueno, sí, ya actuaron varios DJs en el Teatro San Martín, pero ninguno lo hizo en una de las vitrinas consagratorias de la música popular porteña. Lo que no quiere decir que no hayan pasado por ahí otros artistas de música electrónica. Si la retentiva no traiciona, el último en hacerlo en el Gran Rex fue el tándem constituido por el fundamental músico japonés Ryuichi Sakamoto y su colega alemán Alva Noto, en 2012, en lo que fue toda una tribuna de reflexión y diálogo entre lo analógico y lo digital. Más allá de lo significativo que es para la música electrónica orientada a la pista de baile este asalto, para Cattáneo tiene un aliciente adicional llevar su nuevo espectáculo a esa sala. Es justo y necesario acotar que sobre su escenario se presentaron algunos ídolos suyos como Rick Wakeman, Alan Parsons, Jean-Luc Ponty, Roger Hodgson o Earth Wind & Fire. En algún momento, todos partícipes de sus sets como DJ, sobre todo en su etapa seminal. Sin embargo, a pesar de la emotividad que lo rodea, este ciclo no es un salto a la nostalgia sino un llamado de atención sobre el porvenir. Por eso no es fortuito que lo haya titulado Future Memories.
Esa idea se impuso desde que arrancó su live set en la noche del miércoles. Una vez que se abrió el telón, apareció Cattáneo en primer plano, escoltado por sus cómplices desde hace 15 años: la dupla Soundexile. A la derecha del escenario se encontraba Oliverio Sofía, mientras que en la izquierda estaba Baunder. Con la aparición en la pantalla (también protagonista de la velada) del nombre del espectáculo, comenzaba formalmente este relato en clave de baile. El público tuvo que esperar un rato más para soltarse, por el protocolo que impera todavía en la sala. Si bien el artista aún cuelga el título de tótem del progressive house, investido en los tiempos en los que Buenos Aires era una de las capitales mundiales de los festivales masivos de electrónica, el sonido de Cattáneo evolucionó. De aquellos años, además de las anécdotas, aún queda lo progresivo. Pero esto no se refiere estrictamente a un género, sino más bien a una manera de poner y entender la música. Él mismo suele hacer hincapié en esto, aunque en esta ocasión además lo demostró.
Cattáneo arrancó espacial para luego ir mutando hacia una propuesta bien baleárica. A su track “Glide” le sucedió “Flair”, entonces se apoyó en “Atrial Rhythm” y más tarde en “Polymath”, para pasar de una instancia introspectiva a otra más cerebral. De la oscuridad hacia la luz, de la tranquilidad al sabor de fiesta. Todo esto aunado por los matices de los sintetizadores, que hasta llegaron a hacer alusión a la “Toccata on Veni Emmanuel”. Y apareció el primer punto de inflexión del espectáculo, en el que un pasaje devenido en manifiesto (impreso sobre la pantalla) versaba acerca del paisaje sonoro. O la memoria auditiva. Eso dio pie a un beat más minimalista y nocturno traccionado por “Lotus”, al que se le sumó al DJ Mariano Mellino para hacer en este caso las veces de percusionista, quien también acompañó al trío en “Soulfire”. Quizás el mayor reto de Future Memories sea tornar la actuación de un DJ -aunque en este caso no haya puesto discos sino tocado en vivo- en una performance completa, donde se pueda dejar de depender del estímulo externo y de la trivialidad de la situación libertina.
En ese contexto, el trabajo visual de Sergio Lacroix fue, amén de exquisito, esencial para lograr esa intención y su narrativa. Desde unos samurais technicolors hasta la mirada desafiante de un gorila, pasando por la psicodelia manipulada en tiempo real, inventó varias dimensiones a partir de lo que sucedía en el escenario. Ni qué hablar de la coreografía de luces, aunque eso haya quedado para el final. Pero antes faltaban los otros invitados: la cantante Paula Os y el baterista Emiliano Folgar (ambos también DJs y productores), quienes, después de que el trío dejara atrás tracks memorables como “Into the Edge” y “Take Me Away”, se sumaron para hacer “River Flow” y “Blacklight”. Después de “Sonification”, “Teleport”, “Pastida” y “Futurity”, llegó un nuevo quiebre en el show. “El placer es efímero y la felicidad constante. El placer es recibir y la felicidad es dar”, discurría en otro de los manifiestos que deambularon durante el live set. Cattáneo, quien ha tenido un año impecable que incluye desde su libro de memorias hasta ponerle banda de sonido a un eclipse solar, regresó a escena con Soundexile para rematar esas casi dos horas de evento con la terna de tracks “Astron”, “Altair” y “Wind Down”. La ovación final consiguió poner los pelos de punta.