AP/DP ¿Cuánto tiempo pasó desde las PASO? O cómo medimos el tiempo en esta época en la que no hay calendario que resista a todo lo que aprendimos y desaprendimos entre barbijos, alcohol en gel y vida virtual. Pero ahora que los tapabocas empezarán a viajar en los bolsillos para alivio de las personas con anteojos, podemos decir: dos semanas. Esa es la secuencia temporal que nos separa del domingo de sol en el que un poco más del 60 por ciento de la población cumplió con el deber cívico de elegir candidates para las elecciones de medio término que serán en noviembre -qué miedo escribirlo con b larga.
Doce días -para ser estricta- en los que los hechos se acumularon capa sobre capa con la velocidad de la lava que quema y se petrifica a la misma velocidad en la isla de Palma, en Mallorca, para seguir regalándonos imágenes apocalípticas.
¿Todavía se escuchan las voces que el lunes siguiente a las elecciones se levantaron indignadas porque el lenguaje inclusivo no lo habla nadie, porque la agenda de género es de pogres acomodades? Sonaron tan fuerte que los rugidos de Javier Milei de pronto parecieron ronroneos de gatito. Pobres leones recién despertados y vueltos a la cucha, ni ellos pudieron anticipar que tendrían tanta competencia. El periodista Flavio Azzaro de Crónica rezongando contra el lenguaje inclusivo en eternas alocuciones al aire para explicar la derrota. La periodista de Infobae Claudia Peiró, rapidísima para escribir con el conteo oficial de votos todavía caliente que a los padres que reclamaban por la escuela de sus hijos les “contestaron con penes de madera”, entre otras arbitrariedades dignas de un análisis de texto. El arzobispo de La Plata, no podía faltar, se tomó un día más para quejarse de que al presidente “se lo vio muy entretenido con el aborto, la marihuana y hasta la eutanasia” y denunciando “una potente avanzada para imponer un lenguaje “no binario” que en las inmensas barriadas a nadie parece interesarle”. Y por los chats y en las redes sociales, chistes sin ningún humor pero con olor a naftalina mofándose del dni no binario y sí, obvio, claro que sí, el lenguaje inclusivo. Mayra Arenas esperó un poco más para poner en Infobae el mismo discurso, hablando ella también de las “barriadas” porque es una militante peronista de los barrios populares y que se hizo conocida por una charla TED titulada “¿Qué tiene un pobre en la cabeza?” Le contestó César González, apelando a su identidad villera, con altura y feminismo: “La fuerza y contundencia de la agenda de derechos para la mujeres e identidades no binarias de nuestro país es un orgullo transversal a las clases. Pero en lo concreto para los barrios populares ha sido una herramienta que ha empoderado y generado conciencia en miles de pibas.” Aplausos de pie para este hilo de tuits que por fortuna salió antes de que, una vez más, alguien preguntara dónde están las feministas.
¿Dónde están las feministas? Eh, dónde, dónde las que no salimos de inmediato a denunciar a Nelson Castro, por ejemplo, porque otra vez editorializó con una montaña de adjetivos calificativos y denigrantes para Cristina Fernández de Kirchner, la vicepresidenta que pateó el hormiguero de la coalición de gobierno, ya suficientemente agitado por la puesta a disposición de la renuncia de todos los ministros y les funcionaries más cercanos a su figura. Qué alivio esa carta, por favor. Hay que decirlo, al menos ponía algo de acción a dos días (¿o día y medio? El tiempo, esa convención) de letargo en los que los ministros no tenían agenda y el presidente sí se tomaba su tiempo de reflexión. La exposición en esa carta del presupuesto todavía no ejecutado cuando falta tan poco para que termine el año y sobra tanta miseria que desbordó las urnas fue más urgente que cualquier otro resultado. Sin embargo, el gesto de la vice recibió no sólo de Nelson Castro calificaciones sobre su personalidad “patológica”, sus modos brutales y etc, etc -qué tentación poner diecinueve etcéteras.
Rápido salieron los varones del peronismo a ordenar los patitos, la CGT, los empresarios, Emilio Pérsico y su llamado a movilizar ¿contra quién? Todas historias conocidas traídas aquí para llegar hasta el cierre de la crisis con un gabinete de muchachos con “músculo” político, con experiencia en rosca territorial, con muchas alianzas abrochadas con la Iglesia, el agronegocio y las fuerzas de seguridad. En fin, hay que gobernar, dicen. ¿Y dónde están las feministas?
Tragando el sapo del jefe de gabinete, Juan Manzur, cruzado anti derecho al aborto, devoto del Opus Dei, responsable del sometimiento a tortura de una niña de 11 obligada a gestar, todo eso que las brujas vomitaremos más temprano que tarde porque es condición de nuestras propias alianzas con nuestros propios cielos que no dejamos ni dejaremos de asaltar.
Estamos, también, dando vuelta la pregunta, ¿dónde estamos? ¿Dónde faltamos? Esa pregunta que nos tiran como responsabilidad, como torcida sospecha de que nuestro feminismo no es tanto o no es tan útil o tan comprometido. Que no somos tan sororas ni tan mujeres al fin al cabo-y no, somos feministas, guerreres e incómodes, con e y con todas las identidades existiendo y resistiendo. Esa pregunta se las devolvemos. Es la que debería formularse al gobierno y también la coalición de gobierno a la hora de evaluar la derrota. Porque fueron mujeres, trans, travestis quienes soportaron el peor peso de la crisis de cuidados que trajo la pandemia. Fueron las que estuvieron y están en los comedores, los merenderos, los hoteles que resisten los desalojos, acompañando a les niñes sin clases, parades frente a las aulas también, cubriendo los puestos de enfermería en su gran mayoría, reclamando eso que es evidente: somos esenciales. Si se hubiera preguntado con mayor deseo de saber a todas y todes les que están en los lugares de cuidado, en los lugares comunes sosteniendo la vida, los resultados de las elecciones no hubieran sido una sorpresa. Las y les feministas estamos en todos lados, incluso en los ministerios aunque no ahora encabezándolos.
Y tenemos vocación de poder. De estar en la mesa donde se toman las decisiones, como están diciendo esta semana a los cuatro vientos las compañeras sindicalistas mientras pretenden ponerles secretarías adjuntas para que no se quejen de falta de paridad. Jeje, justo a las feministas que hicieron el primer paro a Macri. Cuidado, el GPS feminista habla en inclusivo y aunque parezca que te manda por rutas alternativas, siempre termina llevando directo al centro: a la dignidad de la vida que sostenemos y reproducimos cada día, todos los días.