Tiene "ojos de antracita", "Biceps de un obrero de la construcción", el "inquietante poder de Marlon Brando" y "el levemente arrogante encanto que conformaba la letal química del último Errol Flynn". Esta fue la muy "agitada y revuelta" reacción de un periodista del periódico Daily Mirror ante la elección de Sean Connery para interpretar a James Bond. Han pasado 6 décadas desde que el actor escocés de 31 años firmó para encargarse del personaje principal en la nueva serie de películas de James Bond, en noviembre de 1961. Se le iba a pagar un modesto salario de 6 mil libras por Dr. No, que iba a comenzar a filmarse en Jamaica a comienzos del año siguiente.
Desde el comienzo, el Bond de Connery era incorregible, parloteando con Miss Moneypenny (Lois Maxwell) y luego negándose a llevarla a cenar ("M podría someterme a una corte marcial por mal uso de propiedad del Gobierno"), flirteando de manera escandalosa, disparando frases de doble sentido e insistiendo mientras tanto en que sus intenciones eran "estrictamente honorables", cuando resultaba evidente que en realidad eran todo lo contrario. En los momentos de máximo peligro, siempre tenía ese destello en los ojos y era un snob inveterado. En una famosa escena, cuando los matones del Dr. No (Joseph Wiseman) lo capturan, toma una botella de una mesa para protegerse. "Ese es un Dom Perignon '55, sería una pena romperlo", lo regaña el Dr. No. "Yo prefiero el del '53", responde Bond, en una de sus usuales muestras de aplomo.
Hace tiempo que la historia de la elección de Connery como Bond entró en la categoría de mito del cine. Fue un proceso a lo Cenicienta en la que un montón de hermanas malas también se desvivían por el rol, antes de que el productor Cubby Broccoli decidiera que Connery era el intérprete perfecto.
El apuesto David Niven, quien más tarde protagonizaría la sátira Casino Royale (1967); el moreno Trevor Howard; el cerebral Michael Redgrave; el elegante Cary Grant, estaban entre los candidatos principales. Broccoli y su socio productor, Harry Saltzman, se negaron a siquiera considerar la idea de un estadounidense para el rol. El autor de Bond, Ian Fleming, se inclinaba por Roger Moore, quien pronto protagonizará la serie televisiva El Santo. Pero Broccoli sintió que era "un poco demasiado joven" y "un matiz demasiado lindo". Una década más tarde cambiaría de idea, cuando Moore encarnó en Bond en Vivir y dejar morir (1973). Patrick McGoohan y James Fox se abrieron de la carrera por sus escrúpulos religiosos y una aversión al sexo y la violencia. El actor galés Stanley Baker no quería comprometerse a hacer tres películas.
"Para ser sinceros, todos los actores británicos que entrevisté tenían una carencia del grado de masculinidad que demandaba Bond", declaró más tarde el productor, asegurando que "solo Sean tenía las pelotas para el rol".
Broccoli había visto a Connery por primera vez junto a Lana Turner, "proyectando una especie de virilidad animal" en el drama romántico Víctima de sus deseos, dirigido por Lewis Allen en 1958. Allí Connery era un corresponsal de la BBC que tenía un romance con una periodista estadounidense. Tal como apuntó el productor en su autobiografía, Connery era alto, con una presencia física dominante y "el toque justo de amenaza detrás de una amplia sonrisa y un tenue dejo escocés". Broccoli vio después a Connery en la película de Disney Darby O’Gill and the Little People (1959) y, para ese entonces, ni los leprechauns podían someterlo. La esposa de Broccoli, Dana, confirmó su corazonada de que Connery era de hecho "un diamante en bruto" con el apropiado sex appeal. "¡Ese es nuestro Bond!", le dijo sin dudar.
Ahora, los productores de la saga tendrán que buscar otro diamante en bruto para encargarse del personaje de una de las franquicias más lucrativas de la historia del cine: hace tiempo que Daniel Craig anunció que se baja de los zapatos de 007 con Sin tiempo para morir, que se estrena mundiamente el próximo jueves 30 y será su canto del cisne.
Si fue difícil encontrar un Bond en 1961, puede ser casi imposible encontrar una salida satisfactoria en 2021. Por un lado, los actuales productores de la saga, Barbara Broccoli y Michael G. Wilson, intentarán mantenerse fieles al héroe espía creado por Fleming. Por otro, seguramente querrán reflejar los inmensos cambios culturales producidos desde que Connery lo encarnó en pantalla por primera vez. El mayor desafío es modernizar a 007 para un mundo post-MeToo, post-Covid, sin quitarle las cualidades que definen al personaje.
Alcanza solo con ver los pronósticos de las casas de apuestas para el próximo Bond para percibir cuán confundidos están todos con qué debe representar el personaje en 2021 y más allá. Todos parecen entrar en la mezcla. Tom Hardy, más conocido por interpretar villanos y gangsters más que héroes, está entre los favoritos. También aparece Regé-Jean Page, del estilizado drama de época Bridgeton. Luke Evans, James Norton, Tom Hiddleston, Idris Elba y Richard Madden están en el lote de perseguidores. En los pronósticos incluso aparecen nombres como Robbie Williams y el Príncipe Harry, que pagan 500 a 1.
"Con Bond puede ser un hombre o una mujer. Puede ser blanco, negro, asiático, mestizo. Puede ser joven o viejo", le dijo al diario The Guardian Lashana Lynch, coprotagonista de Sin tiempo para morir y candidata ella misma a ser la primera 007 femenina. Algunos anticipan que los productores tomarán un giro muy radical con el personaje que han ido desarrollando a lo largo de 25 películas. Después de todo, Amazon Studios compró recientemente MGM, el estudio detrás de la franquicia Bond.
¿Es tiempo de customizar al espía más conocido del Reino Unido para Amazon Prime, sacarlo de las salas de cine y rediseñar la franquicia para la era del video on demand? Sin tiempo para morir podría haber llegado al público hace dos años, de no ser por la pandemia de Covid. Apple consideró hacer una oferta de 400 millones de dólares por los derechos para streaming, y Netflix también estaba fuertemente interesada; los productores insistieron en mantener el lanzamiento en cines. El resultado fue una espera sin precedentes de cinco años por el siguiente producto Bond, un retraso que costó una fortuna en un momento en que otros tanques cinematográficos fueron lanzados en plataformas. Con el Covid aún comiéndose los ingresos de las salas, Sin tiempo para morir (que iba a ser dirigida por Danny Boyle, pero este renunció por diferencias con los productores y quedó a cargo de Cary Fukunaga) tendrá que luchar para emular la performance en taquilla de Spectre, ni hablar de los mil millones de dólares que consiguió Skyfall.
De todos modos, ¿esta convulsión en el negocio cinematográfico global no provee la oportunidad perfecta para repensar todo sobre Bond, desde su género a su background étnico, de sus hábitos alcohólicos a sus preferencias sexuales y su huella de consumo de carbono? ¿Es una oportunidad para reducirle un poco la testosterona? Tal como lo describe Fleming, Bond es un pibe de escuela pública que llegó a un mundo de privilegios. Fue expulsado de Eton tras tener un romance con una mucama. Tenía "una apostura oscura y cruel" que hacía temblar a las mujeres. Vestía camisas de seda y pijamas de algodón. "Bond es callado, duro, despiadado, sardónico, fatalista... le gusta apostar, el golf y los autos deportivos veloces", escribió Fleming en un memorandum sobre el personaje que envió a Broccoli.
El Bond de Fleming era también "recio y moderno", con un saludable desdén por la autoridad. En pantalla fue una despedida del mundo patricio del cine británico, del tiempo en que todos palmeaban al otro en la espalda, la "mentalidad de los viejos tiempos". El podía tener un background de privilegiado de clase alta, pero tenía algo en común con los héroes insoburdinados y rebeldes de otras películas de la era como Almas en subasta y Todo comienza el sábado. Al elegir a un escocés de clase trabajadora como Connery, Broccoli habló de darle "un sombreado más grueso" al pérsonaje de escuela pública que Fleming había creado, sin dejar de apegarse a su esencia.