Y una noche, Juan Vattuone sintió que no se podía quedar del lado de la muerte. A causa de un violento asalto, no solo había tenido que sufrir la amputación de parte de su pierna derecha, sino que también corría riesgo de morir. “Esa noche, estando en coma, mágicamente le pedí al médico que me salvara, que no me dejara morir porque estaba haciendo un disco”, confiesa ante PáginaI12. El trabajo, pronto a publicarse, se llama Papel Picado y vaya que el pedido del cantautor se cumplió: parte de ese disco que finalmente pudo terminar se escuchará este sábado a las 21, en el Teatro Reducci (Luis Sáenz Peña 1442), durante un concierto en vivo que Vattuone decidió denominar “El regreso”. “Entre varios de los temas nuevos, vamos a tocar uno que se llama `Estoy rayado como un cuaderno`, otro cuyo nombre es `Reloj de amor` y un tercero que resume mi intención no solo en este trabajo, sino también en toda mi vida: `La voz popular`”.

El juglar tanguero nacido en Palermo y criado en Villa Urquiza, se presentará con una banda estable integrada por Emiliano Pascanan en batería y Matías Sandro Murray al piano, e invitados. Entre ellos, el guitarrista Jorge Giuliano, sus hijas Ana y Julieta, y el actor Gerardo Romano, junto a quien Vattuone cantará uno de sus clásicos: el emblemático “Ni olvido, ni perdón”. Tampoco faltarán de su largo acervo cancionero temas como “Misántropo” y, claro, “El yuta Lorenzo”. “Algunos creen que `El yuta…` la escribí ayer a la tarde ¡y tiene cuarenta dos años!”, ríe el hombre que canta tangos reos y en lunfardo, pero con temáticas de hoy y voz de blues. “Esto marca y determina en qué soledad se vive cuando te atrevés a decir algo que no estaba demasiado escuchado. Me acuerdo que en aquel entonces, los más tradicionalistas se cruzaban de vereda o me rechazaban por decir lo que pensaba”.

Custodiado celosamente por kinesiólogos, psicólogos, amigos, amigas, y sus dos hijas “raperas y bailarinas”, el ahijado artístico de Rubén Juárez atraviesa sus días en un pequeño monoambiente, favorecido por un lindo balcón con vista a la calle. Se maneja en su silla de ruedas, y tiene siempre a mano un teclado, y una guitarra. “Me rodea el amor de todos aquellos que me conocieron como `el grone del gorrito negro` que trasgredía la mayoría de los límites del tango, y que quería ser como el negro Juárez”, asegura el cantor, con tres discos a la fecha (Tangos al mango, Escuchame una cosa y La medida de lo imposible, junto a Jorge Zima), un papel actoral impecable en Boca de Fresa, película del mismo Zima, y una larga vida de bares, fondos y fondas. “La verdad es que agradezco enormemente a tipos como Jorge, como Gerardo Romano, como Tito Sartorio, y otros amigos enormes que no solo me ayudaron durante todo este tiempo con el aliento y la palabra, sino que pusieron plata para que pudiera comer... eso no tiene precio”.

--¿De dónde más ha salido la fuerza interna que te ayudó a capear estos tiempos complejos?

--Es muy importante creer en uno mismo, y en los otros. No sé si existe un ser divino o un Dios que me haya retenido para este tiempo que nos toca vivir. Lo que sí sé y sufrí es que vi morir a varios allegados, tanto familiares como amigos. Sin ir más lejos, al sociólogo querido y respetado por mí, Horacio González, quien prologó mi libro Romance Fantástico del poeta y la estrella de un tranvía. Después, en lo particular, la pasé como casi todos los músicos y artistas de nuestro país, que no tenían otra cosa más que resistir y bancar la parada.

--¿Cómo te fuiste adecuando a tu nueva vida, tras el problema físico, y la pandemia?

 --No me adecué. En realidad creo que no me adecué desde que nací (risas). Esta es otra circunstancia que me permitió crecer, aprender que hay personas que la están pasando peor que yo, ¿no? La verdad es que no me permito demasiado la melancolía o el dolor de haber perdido la mitad de la pierna derecha. De frente manteca, digo, tuve que aprender a convivir con el duelo, aunque por supuesto nunca bajé los brazos ni los abrazos.

--Te sigue guiando, se intuye, la frase que tomaste hace unos años como leit motiv: "Nosotros somos los tipos que soñamos despiertos, porque soñar dormido sueña cualquiera"…

 --Cuya idea viene de Ernesto Sábato, sí. En la actualidad, sigo pensando que todos estamos de un lado determinado. En mi caso, del lado de los que soñamos y tenemos esperanza… concretamente, de los que estamos del lado de nuestros sueños y deseos. Por eso, sigo pensando que a partir de lo que pasó dos domingos atrás con las elecciones es muy fácil caer de un noveno piso y salir caminando sin que te duela nada… sería imposible. En algún lugar somos hijos de la pérdida. Y aquellos que perdimos alguna vez, sabemos de la resistencia y del placer que nos produce seguir siendo quienes somos, sin engrupirnos que somos los mejores. Como canto en otra canción mía llamada "Nunca me voy a quedar tranquilo", no hay proeza más grande que ser uno mismo con su realidad.