Banderas de La Cámpora y del Pro en la misma columna: es el sello distintivo de la marcha que se hace en la ciudad de Buenos Aires en el marco de la Huelga Mundial por el Clima. Por primera vez, agrupaciones vinculadas a los principales partidos políticos se suman al reclamo de las organizaciones ambientalistas, las asambleas territoriales y los movimientos sociales. “Justicia social es justicia ambiental”, grita Bruno Rodríguez, de jóvenes por el Clima, con una “enorme felicidad”, en la caja de un camión que oficia de escenario, de espaldas al Congreso. Es una frase que repite siempre al explicar de qué trata el “ambientalismo popular”, y es la misma que aparece en la bandera que llevan les pibes de La Cámpora. “Patria sí, colonia no”, exclaman les manifestantes luego de haber caminado desde Plaza de Mayo con sus carteles y bombos.
En sus discursos sobre un escenario que de fondo tiene la leyenda “Somos ambiente”, los oradores destacan que en esta ocasión “no hay grieta”. Piden por la ley de humedales, la de envases con inclusión social, la de etiquetado frontal, la de acceso a la tierra; que se piense la transición energética; que se fomenten la agricultura familiar y la alimentación sana. También, que se frenen el acuerdo porcino con China y la ley de hidrocarburos. “Nuestra casa está en llamas. De las decisiones tomadas en esta década dependerá nuestro futuro. El momento es ahora”, sentencia Sofía, de Fridays for Future. “La lucha contra la crisis climática y ecológica es la lucha por la defensa y la promoción de los derechos humanos, la preservación de los territorios, la soberanía de los pueblos orginarios. La defensa de América latina contra el colonialismo extractivista”, define Bruno. Toman la palabra referentes de las organizaciones convocantes --aparte de las mencionadas, Ecohouse, Alianza por el Clima y Climate Save-- y de la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores (MTE) y la Unión de Trabajadores de la Tierra.
Antes de que comiencen los discursos --alrededor de las 19 del viernes-- integrantes del colectivo Rebelión o Extinción con remeras negras que dicen “Basta de esta mierda” encienden unas bengalas verdes y arrojan con unas pistolas pintura del mismo color sobre la superficie del Congreso. Dos de ellos, un chico y una chica, trepan la reja y la Policía de la Ciudad se acerca para obligarlos a bajar. A nivel mundial, XR encara, explica él --Thomas Caffera-- acciones "súper radicales, directas pero nunca violentas". El color elegido representa al "green washing: las falsas promesas verdes".
"Nazitarios" y los participantes incómodos
Al lado están los antivacunas, que cada viernes se manifiestan. Observan y critican la escena. Gritan a les ambientalistas: “títeres de Soros”. Filman todo haciendo comentarios. “Esto un ritual satánico”, dice una mujer; “¡no destruyan! ¡Nos va a costar plata!”, exclama otra. Sus banderas contra el pasaporte “nazitario”, el “nuevo orden mundial” y la “falsa pandemia” cuelgan hacia el lado de Hipólito Yrigoyen. Un cartón que está en el piso pide la quema de “bozales”. Hay un breve momento de tensión: un joven ambientalista les dice a los anticuarentena que es judío; que no pueden hablar del nazismo con esa liviandad. Los ambientalistas hubieran preferido que las banderas de los anticuarentena no estuvieran allí, al lado de las suyas, pero pronto ven que no pueden hacer mucho para evitarlo. Queda claro quienes quedan fuera de la movilización más masiva y diversa por el cambio climático en la Ciudad.
Es común escuchar en los jóvenes que militan el ambientalismo popular cierto hastío por las voces que reducen al movimiento a las acciones individuales como comer carne. Lo cierto es que hay quienes en la marcha --son los menos-- sostienen carteles con este tipo de mensajes, como "basta de matar animales". Pero la grieta empieza a diluirse en este sentido también: es bastante simbólico que en los alrededores de la Plaza del Congreso un puesto de choripanes y patis decorado con un retrato de Maradona esté frente a otro de hamburguesas veganas.
El orden de la marcha
La concentración se organiza así: las primeras en avanzar por Avenida de Mayo son las organizaciones convocantes. Luego lo hace un grupo de agrupaciones vinculadas a los partidos políticos, con marcada preponderancia de La Cámpora. ATE y Aires separan a esta agrupación de las de jóvenes del PRO. También hay presencia del PC, la Coalición Cívica y el radicalismo; de Barrios de Pie y el Movimento Evita. Los últimos en avanzar, después de estar un largo rato sobre Sáenz Peña, son los espacios que confluyen en la Coordinadora Basta de Falsas Soluciones, surgida hace un año al calor del acuerdo porcino. En esta columna hay organizaciones ambientalistas y distintos partidos de izquierda. "Que lo escuche Cabandié. Hoy salimos a la calle porque no hay planeta B", cantan en este sector. Los cerdos están muy presentes: no sólo hay quienes llevan máscaras de chanchos sino que además en el camión de fletes y mudanzas que encabeza la movilización con parlantes viaja un muñeco de un cerdo de papel maché.
Aunque la tónica de la jornada es que "no hay grieta" para denunciar el extractivismo y que eso es positivo, Charly, de la Coordinadora, no entiende "qué están haciendo acá" La Cámpora y el PRO. Lo ve "contradictorio", y dice que dieron a conocer que marcharían con dos días de anticipación. "Es prepotencia --se queja mientras espera para dirigirse al Congreso--. Este tipo de agrupaciones se manda siempre antes de las demás sin pedir permiso y claramente no tiene nada qué hacer. La agenda ambiental no tiene nada de lo que estamos reclamando". Finalmente, valora el gesto: "Igualmente, se celebra que los partidos se involucren en esto, pero desde la autocrítica y el diálogo. Me encantaría que el peronismo empiece a tener estas conversaciones".
"Al peronismo la juventud tiene que mostrarle cuál es el camino para construir un desarrollo sostenible. No puedo cancelar a un gobierno por ciertas decisiones. Se trata de llevar a la agenda pública propuestas concretas", dice Giuliana Alderete (25), una joven peronista que se une a La Cámpora. "La del ambientalismo es una lucha que durante mucho tiempo estuvo segmentada a una línea muy clasemediera", opina Julia Andrade (18), militante de La Cámpora. "Las juventudes nos sentimos interpeladas por este reclamo. Hay que hacerlo una política de Estado", concluye.
El Frente de Izquierda, el Partido Obrero, Libres del Sur y MAS, entre otros, acompañan la columna de la Coordinadora, donde se pueden ver muchísimos carteles y cartulinas escritas a mano, con leyendas vinculadas a los discursos de los oradores ("no al acuerdo porcino", "no seas parte de la explotación animal", "Vaca muerta es muerte", "El agua vale más que todo", "Basta de extractivismo", "No a la ley de hidrocarburos", "Los gobiernos son responsables", "Basta de megaminería", "Ley de humedales ya"). Hay, también, algunos eventos de carácter performático: por ejemplo, el de un grupo de chiques de la red ecosocialista del MST, vestidos de negro, con los cuerpos pintados de negro, para denunciar el fracking. "Fuera las petroleras del mar y la Cordillera", reclaman. Otres lucen bolsas de basura sobre la ropa y residuos pegados a ellas. "Nos tapa la basura", se presentan.
Alrededor de la Pirámide de Mayo, un grupo de mujeres hace una danza en contra de la trata de personas. Parece un hecho aislado, pero no lo es del todo. Un hombre, que es mapuche, mira. Se llama Gabriel Colipi; su apellido significa "Espíritu Rojo". Pertenece a la comunidad Pillan Mahuiza. Colgó de la reja de la Pirámide una bandera que dice "basta de terricidio", en nombre del Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir. Para él, todo se conecta: "La juventud recién está entrando en lo que es la biodiversidad, los ecosistemas tangibles e intangibles. Recién la sociedad occidental comienza a comprender que una roca, una planta... todo tiene una vida, una armonía, una vibración. Cuesta hacer consciente que todo tiene vida y está por un motivo. Comienzan a tomar conciencia de la protección de los ecosistemas. Es lo que tiene que hacer la juventud. Nosotros, que no podemos separar la mapu (la tierra) de la persona, vivimos resguardando esos territorios".