En cada instancia de reaperturas y flexibilizaciones parece hacerse presente la idea de que la nueva normalidad --ese espacio-tiempo que aún no conocemos y no sabemos bien de qué trata, pero que ya tiene un nombre-- asoma. "Es la desesperación por volver a algo conocido, con la ilusión de que antes uno controlaba algo. Una falsa ficción tranquilizadora. Estamos transitando todavía la pandemia y el fin de esto no depende solamente de lo que pasa en nuestro país", advierte Silvia Bentolila, psiquiatra experta en desastres. Este momento se caracteriza en la Argentina por buenas noticias como el descenso en casos e internaciones, que han derivado en los últimos anuncios del Gobierno. A su vez, no se puede descartar que haya una tercera ola ni tampoco la aparición de nuevas variantes a nivel global. Bentolila, el sociólogo Daniel Feierstein, la psiquiatra y psicóloga Diana Kordon y el psicólogo y doctor en Filosofía Roque Farrán aportan sus miradas respecto de esta etapa de la pandemia.
¿Cómo está reaccionando la sociedad al buen momento epidemiológico y las medidas anunciadas? "Hay una paleta amplia de comportamientos. Están los que no quieren saber nada de volver a salir, que se encierran en sí mismos con cierto temor, hipocondría, paranoia. Son respuestas lógicas. Está el que quiere volver a la vieja normalidad como si no pasara nada, el que está tratando de elaborar, el que se quiere mantener en la situación de reflexión hasta que no haya un solo caso", resume Feierstein, autor del libro Pandemia.
Espacios de elaboración
"Veo un problema. Me parece que no hay conciencia del nivel de catástrofe vivida. Faltan muchas herramientas para elaborar el sufrimiento. Tenemos más de 100 mil familias que han perdido seres queridos, personas que han perdido amigos, que han pasado situaciones difíciles; más todo el sufrimiento que esto implicó a nivel económico, de la salud mental... o lo que implicó la suspensión de la presencialidad escolar. Todo esto tiene que ser elaborado por la sociedad. No puede olvidarse de un día para el otro", analiza Feierstein. Y advierte: "Falta parar la pelota".
Este es un punto en común en la perspectiva de les especialistas consultades. Se observa en parte de la sociedad deseo y hasta desesperación por retomar la antigua forma de vida, cuando harían falta instancias para procesar lo experimentado, con tantas consecuencias para los cuerpos y las mentes. En el otro extremo, el miedo. "El
tema es no estimular una salida maníaca: 'ya terminó todo y acá no pasó nada'. Además de la incertidumbre, pasaron muchas cosas. A la sociedad, los vínculos y cada uno de nosotros internamente. Atravesamos, en un año y medio, una cultura diferente, una transculturación. Nuevas pautas culturales y criterios de sociabilidad. Hay que laburarlo socialmente", añade Kordon.
"En muchos colegios se exige una presencia o una actividad como si no hubiera pasado nada. No se habilitan espacios de elaboración de lo que pasó, que es tremendamente impactante para la subjetividad. En un colegio de Mendoza hubo intentos de suicidio. Los adolescentes están muy afectados", ejemplifica Farrán. "Debería ser un problema planteado desde el primer lugar de decisión política. Crear espacios y mensajes para que haya una reflexión crítica y sensible de lo que atravesamos, saliendo del apremio electoral. La constitución de los sujetos es clave para la construcción del país".
Para Feierstein hacen falta también "espacios de duelo". "Hasta ahora hubo solo dos, el acto del Gobierno y la Marcha de las Piedras, estructurada en clave opositora y bastante marginal en cuanto a nivel de participación. Falta muchísimo más, y que el tema esté presente en el discurso público. Esto involucra al oficialismo y la oposición. Hay que poner sobre la mesa el sufrimiento y la necesidad de hacer algo colectivo. Las 115 mil muertes no tienen color político: son del conjunto de la sociedad".
Cansancio pandémico
En este mejor contexto epidemiológico, la sociedad se halla hundida en un "cansancio pandémico" generalizado. Se trata de un fenómeno mundial y no es el cansancio común. Bentolila aclara algo que siempre hay que aclarar: la experiencia no es la misma para quienes tienen asegurado un techo y un plato de comida todos los días que para los que no. Estos últimos padecen una "sumatoria de estreses".
Aclarado esto, explica: "Los mecanismos de adaptación al estrés que generan las condiciones de incertidumbre sostenida en el tiempo tienen un costo altísimo. El organismo genera una respuesta de hiperalerta, mediada por hormonas". En consecuencia, aumenta la atención involuntaria: es común exaltarse con cualquier ruido, nos cuesta dormir, sentimos ira y enojo. Disminuye la voluntaria: la concentración cuesta, la memoria está disminuida. "Medio mundo está enfermo de la piel, aumentaron enfermedades como la hipertensión, alergias, caída del pelo, problemas musculares. Todo el mundo está duro de algo y con dolor de cabeza", enumera la especialista. "Con las nuevas medidas hay que desarrollar nuevamente mecanismos de adaptación a las nuevas condiciones. Eso tiene un costo neurofisiológico. Ya hay un agotamiento de esos mecanismos, y eso seguramente influirá en el comportamiento ante las medidas", concluye.
Responsabilidad individual
El más emblemático de los anuncios oficiales del martes fue el del barbijo, cuyo uso deja de ser obligatorio al aire libre cuando no hay aglomeraciones. "Estuvo mal comunicado. Como medida está bien. Tiene sentido en este momento, que amerita pasar a la responsabilidad individual. No termino de estar de acuerdo con que se levanten las restricciones a viajeros, que afectan a un sector muy pequeño y cuyo efecto sanitario es enorme", analiza Feierstein, investigador del Conicet, quien en su momento detalló minuciosamente los mecanismos de defensa que se activaban en la sociedad ante el avance de la Covid-19.
Farrán, cordobés, autor de Leer, meditar, escribir. La práctica de la filosofía en pandemia, también pone el acento en la responsabilidad individual: "Hay que ver hasta qué punto se han incorporado los cuidados de sí y de los otros o si vamos a seguir dependiendo de que las políticas sean tomadas por el Estado. El desafío es que surjan éticas del cuidado de manera más autónoma. La oposición, que es simplemente oposición, cuando se proponían medidas las tildaba de restrictivas y apelaba a lo libertario; ahora propone que el relajamiento es la apoteosis y el caos. Eso también está operando. El factor enloquecedor que producen los medios".
"Es fundamental sostener los cuidados, entre los cuales la estrella es el barbijo, para que no tengamos el problema que tuvieron otros países, que al comenzar las aperturas tuvieron un rebrote importantísimo", subraya el bioinformático Rodrigo Quiroga. Para él, el tapabocas en el transporte público y las grandes aglomeraciones tiene que haber llegado para quedarse, pues sus beneficios están a la vista: "Todo el mundo se ha resfriado y enfermado menos".
El miedo, el odio
"Aparecen emociones muy contradictorias en la comunidad. Mucha gente delega la dimensión del control en el afuera, llamémosle los gobiernos. Es algo que se vuelve en contra, porque la coloca en una situación en la que toma las medidas restrictivas como 'me encierran'. Y mucha gente está con miedo porque no confía en que las medidas de, entre comillas, relajamiento o apertura, sean las más ajustadas a la realidad. El que no se siente en puerto firme tiene un criterio más ajustado a la situación que el que piensa que esto ya pasó", analiza, por su parte, Bentolila.
Para la psiquiatra, el Gobierno ha fallado en elaborar una "construcción colectiva del riesgo", lo que genera "confusiones y conductas irracionales". Por ejemplo, el "negativismo absoluto" que se expresó en el "voto emocional" a Javier Milei o el "síndrome de la caverna", que padecen quienes "no confian en nada y se quedan guardados porque sienten que les están mintiendo, incluso aunque estén desesperados por hacer algo". "Las últimas medidas, que tienen que ver con la baja de casos, subjetivamente quedaron asociadas a la derrota en las PASO. Cuando hacés una construcción colectiva del riesgo, en cambio, construís confianza", grafica.
"Trataría de establecer espacios donde tramitar el dolor para que no se transforme en proyección, para que no busque un responsable al que echarle la culpa", aporta Feierstein, quien también piensa que el apoyo a fuerzas de la ultraderecha es una "proyección de enojos y odio". Otro "problema" que encuentra el sociólogo es que los argentinos hemos hecho un "muy mal balance sobre lo que ocurrió": "Se escucha en la mayoría de los análisis en la calle y se lee en los análisis políticos, y es casi una coincidencia entre el oficialismo y la oposición. Hay un acuerdo en que hubo muchas restricciones que fueron innecesarias e inútiles. No comparto. El balance pareciera ser que cuidarse no sirve, que los contagios eran ineluctables, que nos encerraron innecesariamente".
Disputa de discursos
"Con tantos cambios y discursos, el contrato social quedó muy debilitado. La pandemia en sí tiene un efecto traumático, pero a eso hay que agregar una disputa de discursos, que tiene muchísima incidencia en cómo vivimos las distintas etapas. Ha habido campañas muy fuertes para operar sobre las producciones de la subjetividad y estimular el negacionismo. El sentido común tiende a ser tremendamente conservador, y ha habido un trabajo sobre él. En esta nueva etapa tiene que haber normas muy claras", dice Kordon.
Para ella, el Gobierno debería ser claro respecto de los tiempos de las flexibilizaciones, "no dar nada por definitivo y dejar en claro que la pandemia no terminó", además de otorgar medidas económicas de alivio para los "sectores vulnerables". "También, en sus discursos, ofrecer un estímulo de todo lo que favorezca la restitución del lazo social, los sentimientos de pertenencia, la idea de que todos trabajamos conjuntamente para salir de la catástrofe y para construir proyectos de futuro para la comunidad", concluye.