Para buena parte del ciudadano de a pie que deambula por Buenos Aires, sobre todo para el que toma servicio de la línea de tren Belgrano Norte, Saldías es la estación intermedia entre Retiro y Ciudad Universitaria. La que queda a medio camino entre el Aeroparque y el asentamiento que alguna vez supo llamarse Misioneros de Perón, a 200 metros de la Villa 31. Sin embargo, dentro de su geografía, erigida en medio de casas pobladas por trabajadores humildes, se levantó uno de los emprendimientos artísticos más vitales de la ciudad: Saldías Polo Cultural. Si bien hoy representa uno de los puntos de encuentro de los músicos argentinos más representativos de esta época, fue Luis Alberto Spinetta el que le dio la entidad que hoy ostenta mientras buscaba un lugar en la ciudad (aunque al mismo tiempo apartado de todo) para cranear y ensayar el que fuera posiblemente el recital definitivo de su consagrada obra: Spinetta y las Bandas Eternas. Realizado en cancha de Vélez, en diciembre de 2009.
A partir de ese momento, lo que antiguamente era un mercado de frutas, pasó a transformarse en un reducto de más de medio centenar de salas de ensayo de alta gama. Ahí la reciente avanzada de grupos y solistas locales supieron darle forma a los clásicos de esta generación. Desde Bandalos Chinos hasta Marilina Bertoldi, pasando por Ca7riel, Lo’ Pibitos y El Zar, establecieron en ese espacio sus respectivas bases de operaciones. Se palpaba que esos cruces que se producían de manera espontánea y endogámica, tarde o temprano derivarían en una situación más festiva e inclusiva. Y se llegó entonces al Festival Polo Cultural Saldías. A pesar de que comenzó con los grupos y solistas que ahí ensayan, pronto tomó una forma todavía más plural al involucrar a otros exponentes musicales físicamente ajenos a ese búnker, aunque protagonistas de esta época. Y justo cuando venía embalado, la pandemia frenó en seco su evolución. Hasta este sábado.
Luego de poco más de un año y medio, progresivamente volvieron los recitales a Buenos Aires. Especialmente en lugares al aire libre, aunque también están sucediéndose en las salas. Sin embargo, hasta el momento no lo hizo ningún festival con una grilla tan abultada. Por lo que el Saldías, que en esta ocasión contó con el respaldo del Grupo Octubre, se podría decir que se convirtió en el primero en hacerse en esta época de recuperación de los espacios y tiempos perdidos. Y vaya que hacía falta. Así lo hizo saber el propio público, que, apenas se pusieron a disposición, agotó las entradas. Por más que se tratara de un evento de entrada libre y gratuita, esta edición del festival estuvo a la altura de los encuentros musicales masivos que giran en torno a la escena porteña de los últimos años. Hoy, en síntesis, es una de las opciones dentro de esta oferta. Quedó demostrado en principio con su grilla, que involucró a una treintena de artistas.
Posiblemente una de las mayores características del Festival Polo Cultural Saldías radique en que su programación la componen artistas que tienen sus búnkeres establecidos allí. Aunque en esta ocasión, Lucas Pombo, director del espacio, junto a su equipo de trabajo, sumó dos rasgos curatoriales. Abrió el juego a otros grupos y solistas que no forman parte necesariamente del Polo Cultural, peró sí de la cosmogonía del movimiento. No obstante, en lo que se hizo más hincapié fue en que la grilla estuviera constituida mayoritariamente por mujeres. Al punto de que terminaron ocupando el 65 por ciento del entramado. Justamente fueron dos de ellas las que levantaron a las 14 hs el telón de esta edición, amén de encarnar en sí mismas el gran momento federal que se vive en la música argentina. Por un lado estuvo la cantante neuquina de pop y R&B La Valenti, mientras que del otro lado se encontraba la artífice mendocina de indie Anyi.
Ambas artistas advirtieron la dinámica del festival. En tanto que una actuaba en un escenario, su colega lo hacía en otro escenario. Y así se fue dando, al mismo tiempo que se colmaba el predio. Blee and the Toxico Bros secundó a La Valentí, y el cantautor Kastiello actuó por primera vez con su banda en un festival, una vez que terminó Anyi. El músico también fue requerido por otras figuras del evento como la referente del neosoul Clara Cava. Pero aún había que esperar un rato. En tanto que la trapera Femigangsta se presentaba, del otro lado lo hacían la experimentada Marina Fages y uno de los nombres potentes de la movida independiente en el último lustro: los poperos eclécticos Terapia. Preámbulo de uno de los platos fuertes de la jornada, 1915. Después de hacer “Los años futuros” y “Prisma”, invitaron al ex Salvapantallas Santi Celli para tocar “Extranjero”. Y, por supuesto, cerraron con un himno: el groovero “Policía”.
Más que servido, el cuarteto le dejó el escenario prendido fuego a uno de los dos artistas sorpresas de la jornada: Fito Páez, quien ha disfrutado de uno de los mejores años de su trayectoria. El flamante ganador del Gardel de Oro y del Latin Grammy, no sólo es una figura influyente para la nueva avanzada de músicos, sino que supo hacerse un lugar entre esta progenie. De lo que dan fe sus acercamientos a Santiago Motorizado o Ca7riel, al igual que su participación en festivales de cultura joven como el Buena Vibra. A diferencia de los shows que venía ofreciendo, en esta ocasión lo hizo con su banda. Por eso, al terminar “Gente sin swing”, bromeó: “Para no haber tocado un par de años, no estaba tan mal”. A ese clásico, le siguieron los hits “Naturaleza sangre”, “11 y 6”, “Dos días en la vida”, “Al lado del camino”, “Ciudad de pobres corazones” y “Mariposas tecknicolor”. Cerrando así su performance ante 3500 personas, y como sirviendo de banda de sonido a la puesta del sol.
Lo que era una tarde primaveral, de pronto se volvió una noche fresca. Y la media hora de actuación que tenía cada artista se tornó expeditiva. Entonces pasaron Acu con su funk y pop latino, Connie Isla con su canción 5.0, el pop rock canchero de Dharma y Flora, Clara Cava con un show bien arriba, Rosario Ortega y su encarnación indie, Joaco Vitola (frontman de Indios) en plan solista, y la psicodelia de Silvestre y la Naranja. Cuando la banda de Zona Norte ya estaba tocando, en el otro stage las DJs Uopanachi y Mami prendieron la cadencia. Antes de que el baile tomara por asalto el lugar, El Zar con su pop estival confirmó que ni el covid-19 era capaz de frenar su crecimiento, y Lara 91K aparecía en calidad de artista sorpresa (venía de hacer tres Niceto Club agotados). Ahora sí: la Coneja China le puso play a la fiesta, y Ah Pero Anoche disparó la celebración del reencuentro hasta noviembre, fecha en la que Bandalos Chinos y Conociendo Rusia comandarán la nueva edición del festival.