Hay informaciones que pueden parecer apocalípticas, y quizás lo sean. Foros de diverso orden, nacionales y extranjeros, se ocupan de lo que ya es imposible desatender: que el desastre ecológico que muchos venimos señalando desde hace años, décadas incluso, está a nuestras puertas.
Quienes destapamos la olla de la entrega de la soberanía sobre el río Paraná sabemos que más allá del negocio del dragado --y de la arena, que como esta columna ha señalado es un negocio a la par y tan oscuro como el petróleo-- las concesiones no sólo perjudicaron al trabajo argentino, sino que además consolidaron el desastre de nuestra flota fluvial y marítima, facilitando negociados de miles de millones de dólares.
Por eso llama la atención que la Administración General de Puertos (AGP) que supuestamente venía a ordenar el rol del Estado en la materia, también va a concesionar a pesar de que es sabido que las concesiones son antinacionales y una tara jurídica que habilita corrupción.
El Paraná ya está jodido, para decirlo con todas las letras, y es una ilusión vana esperar que los gobiernos brasileños abran las compuertas de sus decenas de represas. No lo van a hacer, por razones del interés nacional de ellos, que aún los más repulsivos no son tan cipayos como muchos de nuestros "expertos" a quienes aquí sólo se les ocurre como alternativa retomar con toda la furia el desmonte para retroceder un siglo y medio y seguir cortando quebrachos centenarios como estúpido recurso para arreglar vías ferroviarias para los trenes cargueros que reemplazarán al río echado a perder.
Y es que nadie puede saber si el Paraná volverá o no a ser navegable como lo fue por siglos. El abuso a que se lo sometió, la violación ambiental de su régimen hídrico y de sus afluentes, más las sequías y el desmonte en la Amazonia han generado un desastre ecológico: el Paraná está casi seco en muchos tramos. Y la imaginación empresarial no va más allá del disparate de profundizar los dragados.
Hace meses que casi no llueve en el sur del Brasil, en todo el Paraguay y en nuestro Norte. Este columnista vive a orillas del río Negro que atraviesa la ciudad de Resistencia, y que hoy es un río prácticamente seco, apenas un hilo de agua que ya no contiene la rica fauna urbana de carpinchos, cangrejos, tortugas, garzas y demás animales que convivían con miles de habitantes. Hoy el río semiseco ya no los alberga, mientras en la ciudad vemos insólitamente tucanes en los árboles y familias enteras de monos carayá que vienen a protestar porque se estan muriendo. Con los niveles de precipitaciones históricamente más bajos, la situación es desesperante. La sequía parece haber llegado para quedarse y las corporaciones sojeras y graneleras están enfermas de avaricia, inconsciencia y egoísmo inhumano.
Y no es sólo eso: súmese que en los últimos 25 años se arrojaron incontables millones de litros de agrotóxicos, algunos de los cuales tan venenosos que dejan chiquito al glifosato.
Lo cierto es que no hay más lluvias, y si no hay lluvias no hay río ni fauna ni bosque que aguante. Algunos funcionarios parecen no ver más allá de la cometa que acaso reciban de las transnacionales que vienen a destrozarnos como hicieron durante dos siglos con el continente africano y como ya hacen hoy en Brasil, en el corazón de nuestra América del Sur. Los nordestinos lo vemos y repudiamos, pero sabiendo que es como ladrarle a la luna, que es sorda a causa de la inacción del poder político de este país que fue ambientalmente bendito y ahora ya es todo lo contrario.
El insaciable poder corrupto y corruptor de menos de 50 grandes empresas multinacionales está arruinando aceleradamente la vida y el futuro de millones de argentinos y argentinas, empezando por los alrededor de 50.000 pescadores ribereños que están perdiendo su histórico sustento mientras el ecosistema de humedales que históricamente estuvo bajo la superficie también empieza a ser depredado por esas porquerías de tipos que incendian el Delta y millones de hectáreas en la cara misma de gobiernos que miran para otro lado. Es obvio que ese vistagordismo miserable ha de esperar monedas de los patrones sojeros que sólo aspiran a exportar porotos a granel.
Y ahora se acaba de anunciar que se dragará más el río, lo que completará el infame negociado de a la vez vender incontables millones de toneladas de arena a Vaca Muerta y otros emprendimientos en los que esta involucrada la que fue nuestra empresa nacional petrolera y hoy es apenas el insincero dibujo malevo de una subsidiaria del capitalismo mundial. Que la va de nacional tanto como se permite la pesca feroz en nuestro mar y nuestras costas que, dicen algunos, muchos, ya es un pedazo de mundo de aguas contaminadas de materiales bélicos, toda vez que las Malvinas ya serían, o son, una base poderosísima de la OTAN con capacidad bélica como para invadir y ocupar la Patagonia si fuera necesario para los intereses imperiales. Y en ese contexto cabe preguntarse cómo es que salvo CFK y uno de los mejores economistas patriotas que nos quedan, Horacio Rovelli, nadie señala lo que es más que evidente: que sí le estamos pagando al FMI, que sí hay ajuste y que es durísimo.
Esto sucede, para colmo, en un incierto contexto preelectoral en el que a muchos y muchas nos desespera el peligrosísimo hecho de que en el Gobierno, nuestro gobierno, hay algunos que todavía parece que no se dan cuenta. O no saben qué hacer, que sería peor. Y eso porque es un Gobierno abundoso en funcionarios que no se sabe bien para quién juegan. Y tampoco es un Gobierno de tontos y distraídos, pero sí lleno de neoliberales activos. Y no es mera creencia de esta columna, sino de muchísima gente que anda en la calle como con bronca y junando, como mucha militancia lo admite cuando se pregunta: ¿qué hay que hacer para que se tome nota de las malas y pésimas decisiones antipopulares e incluso antiperonistas, lo que es un absurdo tratándose de un gobierno peronista?
Lo cierto es que en materia fluvial la AGP llamó a una licitación nacional para garantizar el dragado de mantenimiento por 100 millones de dólares, según la Agencia Nacional de Noticias, Telam. Noticia que desató inmediatos cuestionamientos porque con ese monto --dicen los que saben-- se podrían comprar dos dragas modernas de gran capacidad. Y además la resolución fue en línea con el decreto maldito, el 949/20, que sigue vigente como la puerta que permite tanto desatino.
Si se quieren ganar las elecciones con tranquilidad, hay que decirlo, no hay otro camino que poner en primer lugar al Río Paraná como eje de la soberanía nacional y también la soberanía ambiental. Solo así se discutirá con verdad el control del comercio exterior, la recuperación de la industria naviera y el reposicionamiento de la Argentina como nación marítima. Y de paso se empezará a cuidar el ambiente sistemática y sinceramente y no con el odioso declamacionismo actual, que no sirve para nada.