Netflix lanzó el primer trailer de la serie The Sandman, basada en el cómic homónimo de Neil Gaiman, y lo que se ve en ese minuto es, cuanto menos, prometedor. En el adelanto se ve a un grupo de ocultistas que intentan conjurar y atrapar a la Muerte, sólo para acabar con uno de sus hermanos menores: Sueño. Así también comienza la historia en el papel y todo su primer arco argumental (los primeros ocho números de la serie) relatan la liberación de Sueño/ Morfeo y su lucha por recuperar sus atributos de poder y el control del reino que gobierna. En la serie Tom Sturridge tomará el rol protagónico y lo acompañarán, entre otros, Kirby Howell-Baptiste como Muerte, Boyd Holbrook como el Corintio, Asim Chaudhry como Abel (sí, el bíblico), Sanjeev Bhaskar (Caín), Stephen Fry (Gilbert) y Gwendoline Christie como Lucifer.
De acuerdo a lo anunciado, esta primera temporada de once capítulos cubriría justamente ese primer arco argumental, “Preludios y nocturnos”. En el papel era un buen arco argumental, pero puesto en perspectiva, también una mera introducción al universo que el guionista inglés había concebido. Sobre todo a la vista de la potencia narrativa que luego exhibió Gaiman en cuenta etapas de altísimo vuelo como “Casa de muñecas” o “Estación de nieblas”, que figuran tranquilamente entre lo mejor que se escribió alguna vez en cómic.
El cómic original fue una serie que se extendió por 75 números, que tuvo también algunas novelas gráficas y otras series como spin-offs. Si Gaiman ya era un guionista respetado, The Sandman lo consagró como una de las grandes voces del cómic de los ’90 y acercó el universo de las viñetas a un público que miraba de soslayo al medio. Antes del boom de la novela gráfica, The Sandman advirtió a todos que el cómic tenía espacio para la poesía, la construcción de los mitos, la aventura surrealista y la reinvención de clásicos de todo orden. Fue, además, el primer y único cómic en ganar el Premio Hugo a mejor historia corta (ante la protesta de los literatos cambiaron las reglas del certámen para que ningún otro pudiera repetir la hazaña).
Gaiman, por su parte, tuvo cantidad de ofertas para adaptar su relato. Ninguna prosperó, ni siquiera cuando quienes empujaban el proyecto eran actores conocidos (como Joseph Gordon-Levitt, en su pico de popularidad) que se declaraban amantes de su obra. Cada rumor y anuncio ilusionaba a los fans, que ahora finalmente tienen material concreto para debatir (porque suscribirse a la plataforma cuesta dinero, pero opinar antes de que haya un capítulo emitido es gratis). Pero el inglés es un hombre habituado a participar fuertemente de las adaptaciones de sus obras. Por ello, pueden salir bien o mal, pero suelen ser fieles al material original. Aquí Gaiman trabajó con David Goyer (showrunner de Fundación, guionista en algunas de Batman) y Allan Heinberg (guionista de Wonder Woman, productor de Grey’s Anatomy). El anticipo que presentó Netflix da cuenta, al menos, de la fidelidad de la adaptación, y la caracterización de Sturridge bien podría haber sido dibujada por Sam Kieth. Es para ilusionarse. Por lo pronto, el Sueño está vivo.