“La emoción es un ángulo recto”, afirmó Rafael Barradas (Montevideo, 1890-1929), pionero de la vanguardia internacional, a quien Pablo Picasso y Salvador Dalí llegaron a definir como faro cultural. Siguiendo el camino del cubismo y el futurismo, Barradas creó el vibracionismo, una estética propia con la que plasmó el dinamismo de la ciudad moderna.
Con Rafael Barradas. Hombre flecha, exposición antológica dedicada al gran artista uruguayo, Malba celebra sus veinte años. Hoy ya consolidado no sólo como uno de los más importantes museos del país sino también considerado como uno de los mejores espacios del continente albergó, entre muchas otras, inolvidables muestras de Marta Minujín, Antonio Berni, David Lamelas, Yoko Ono, Jorge Macchi, Rogelio Polesello, Oscar Muñoz, Víctor Grippo, León Ferrari, Andy Warhol, Francis Alÿs, Leandro Erlich, Yayoi Kusama, Jeff Koons, León Ferrari, Alicia Penalba, David Lamelas, Julio LeParc, Cindy Sherman, Roy Lichtenstein, David LaChapelle y Richard Prince. Un dato ilustra el lugar que ocupa el Malba: sólo en 2019 (antes del comienzo de la pandemia, cuando cerró sus puertas) fue visitado por más de 500 mil personas.
Además, por el festejo de su vigésimo aniversario, el Malba sumó a su colección "Cabalgata", una gran pintura de Juan Carlos Distéfano, uno de los artistas más importantes de nuestro país –quien nos representó en la 56º Bienal de Venecia y fue figura clave del Instituto Torcuato Di Tella–, cuya obra hasta ahora no estaba bien representada en el acervo del museo, que cuenta con más de 700 piezas.
Organizada en colaboración con la Dirección Nacional de Cultura del Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay, la exhibición Hombre flecha reúne más de 130 obras entre óleos, acuarelas y obras sobre papel realizadas por Barradas entre 1913 y 1923, durante su estadía en Barcelona y Madrid. Las piezas provienen de la colección del Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV), junto a una selección de importantes préstamos de colecciones privadas y públicas de Montevideo y de Buenos Aires.
En ese camino que abrió Barradas, la geometría y la síntesis fueron sus pilares. Como Joaquín Torres García, provocó rupturas, creó nuevas formas artísticas. Con ritmos visuales dio vida –tradujo a la bidimensión– el movimiento y los sonidos de la ciudad.
“Barradas no pinta las ciudades ni los cafés, ni su familia, sino que pinta la condición humana: el hombre y la mujer que ven la transición a la ciudad moderna, los movimientos de masas, el automóvil, la luz eléctrica, la música reproducida de forma mecánica, los desplazamientos de masa”, señala Enrique Aguerre, curador de la exposición y director del MNAV. El especialista añade: “Hay quienes dicen que Barradas es futurista, modernista o cubista, pero Barradas es un pintor del presente, y esa fidelidad con su presente hace que hoy tenga una vigencia brutal”.
Junto con Pedro Figari y Joaquín Torres García, Barradas integra una especie de santa trinidad oriental. Proveniente de una familia humilde, Barradas logró viajar a Europa gracias a la mitad de una beca que le ofreció solidariamente el tenor uruguayo Alfredo Médici. Autodidacta, Barradas conoció el futurismo en Italia; en Barcelona y en Madrid sentó las bases del vibracionismo, movimiento que lo hizo conocido. “Fui por los pueblos pintando retratos, predicando rebelión, vomitando blasfemias contra las epidemias de las academias”, expresó el artista en una de sus cartas.
Al descomponer las escenas geométricamente, buscó acercarse al ritmo vertiginoso de las ciudades en las que vivió. Derivadas del cubismo y del futurismo, las composiciones vibracionistas evidencian la dinámica de la vida moderna (que los futuristas habían denominado vibración universal), el palpitar de una polis a inicios del siglo XX. Sobre su concepción del vibracionismo, Barradas le comentó en una de sus misivas a Torres García: “Yo estaba mirando la gente en un café, y escuchaba una banda con las trompetas en la calle y el piano. Todo vibraba… pero era yo el que vibraba”.
“Haga vibracionismo... trabajar para el verdadero arte o para eso, que no sé cómo llamarle, nos dará la inmortalidad. Hablo de una inmortalidad efectiva (porque es vivir en el espíritu) no de esa inmortalidad de la gloria”, le aconsejó en una carta su amigo Torres García, quien asimiló las vanguardias a través de las obras de Barradas, y está presente en la exhibición con una serie de obras.
También el nombre de la exhibición, Hombre flecha, surge de un intercambio epistolar entre ambos artistas. Cuando en París Barradas descubrió la obra de su compatriota Pedro Figari, le mandó a Torres García una carta: “Figari es de los que no se olvidan nunca cuando se ve un cuadro de él. Pasa, con Figari, lo que con nuestras cosas. Pasa lo único que tiene que pasar. Es hombre camino, como nosotros. Hombre flecha, flecha que va a un blanco. Aunque no se dé en el blanco, ya es importante –tal vez lo único– tener un blanco. Una flecha sin blanco no es flecha; es el caso de muchos hombres. Bien, queridísimo Torres; no quiero ser pesado con mi manera de no saber decir las cosas que tan bien las siento…”
Esta es la primera vez que en una exhibición se incluye este recorte del corpus de obra más vanguardista de Barradas. Organizada en cuatro núcleos (Metrópolis, Un ismo personal, Las formas al extremo y Adoración), la exposición aborda también la influencia mutua entre el artista y su hermana Carmen Barradas (Montevideo, 1888-1963), compositora y pianista, marginada en su época por su condición de mujer y vanguardista, cuya creación musical se escucha en sala.
Si bien Barradas tiende a la abstracción siempre mantiene la figuración. “No es totalmente abstracto por el rol clave que le asigna a la condición humana”, dice el curador. Entre sus obras cubistas, en sala puede verse "Casa de apartamentos" (1919), donde se evidencia, en un solo plano, el trayecto de un personaje que sube varios pisos. El desarrollo temporal se condensa, de este modo, en un solo plano. La muestra incluye, además, vitrinas con documentación y fotos.
Hay en sala, una serie de retratos, que se convierten en máscara por la ausencia de ojos, de miembros de su familia y de García Lorca (a quien conocía y para quien hizo la escenografía de El Maleficio de la mariposa, la primera obra del poeta español que se representó). También hay una imagen de su musa, Catalina Bárcena, personaje platónico a quien pintó una y otra vez. Su gran amor fue su esposa Simona Lainez y Saz, conocida como Pilar, a quien conoció cuando tuvo la insólita idea de ir caminando desde Barcelona a Madrid. En Zaragoza, tras caer desmayado, tuvo que ser internado en un hospital público, donde ella era enfermera.
Barradas hizo también vestuario de teatro y afiches. Y desde muy joven, colaboró en diarios y revistas de Montevideo y Buenos Aires como ilustrador. En 1913 fundó El Monigote, una publicación con tinte satírico sobre el ambiente cultural. En Barcelona, frecuentó tertulias artísticas y conoció a poetas, críticos y artistas españoles vinculados a la vanguardia.
Tras su primera exhibición individual, fue recibido por el movimiento ultraísta como uno de sus más importantes representantes. Organizó su propia tertulia en el café Oriente. Tuvo vínculo con Dalí y Buñuel; con García Lorca, tuvo una amistad. Además, colaboró con Jorge Luis Borges en la revista Tableros.
Hombre camino, hombre flecha que tuvo un blanco y fue perseverante para alcanzarlo, Barradas pasó en España los años más fructíferos de su creación artística. Ya muy enfermo de tuberculosis, en 1928, quiso regresar a Montevideo, donde murió un año después, con sólo 39 años.
Hombre flecha se puede visitar hasta el 14 de febrero de 2022 en Malba, Avenida Figueroa Alcorta 3415, Sala 5, Nivel 2. Miércoles a lunes de 12 a 20h, con reserva previa de entradas online www.malba.org.ar.