Seis años se tomó Axel Krygier en volver a publicar un disco solista. El último había sido Hombre de piedra, un trabajo armónico, cancionero, que el ex La Portuaria y Charly García había fabricado en banda, en 2015, y recién volvió a tachar otro debe en su haber discográfico a través del flamante Axelotl, más volcado que aquel hacia el mundo de samplers, sintes analógicos y programaciones. Claro que no editar no implica necesariamente no estar. Si bien mediaron motivos extramusicales –que Axel fue padre es uno de ellos- hubo producción musical desde otros lares. “Es cierto, este disco me tomó un poco más de tiempo que los anteriores, pero por buenas razones”, refuerza él, ante Página/12.

Las buenas razones son varias. Más allá de la paternidad y la pandemia, el multiinstrumentista ocupó bastante tiempo de sus horas en producir material de colegas; componer músicas para obras de teatro (El hombre que perdió su sombra y Happyland, por caso) e internarse en una obra para ensamble de nueve instrumentos, que le encargó el Goethe Institut a propósito de los doscientos cincuenta años del nacimiento de Beethoven. “Fui convocado junto a otros compositores para realizar una obra cuyo punto de partida debía ser un fragmento de la sonata llamada Patética del genial compositor. Fue una experiencia muy intensa y placentera adentrarme en el terreno de la composición pura y abstracta. Y ahora quiero más”, ríe.

Los que quieren más de su música, en tanto, ya la tienen desde que Los Años Luz, el fino sello editor, subió Axelotl a las plataformas musicales. Y tendrán más aún cuando Krygier lo estrene el viernes 22 de octubre a las 19 en La Tangente (Honduras 5317). “Confinamiento mediante, este es un disco sintético y electrónico, donde incluso la voz suena un poco artificial. Los bajos son de sintetizador, no hay casi guitarras y las baterías fueron programadas”, resume Krygier, acerca de una matriz estética fácil de rastrear en las nueve piezas que lo componen. Un mundo muy diverso, ecléctico en su unidad, y dividido en dos lados, a la vieja usanza. El A, que concentra el material bailable “frente” al B, cuya matriz sonora pasa por piezas más paisajistas e introspectivas.

Si se le da a elegir entre ellas, Krygier gusta mucho de “Bom Bam Bam”, dado que sintetiza el carácter bailable y experimental que busca desde siempre. También de “Doña Realidad”, cuya letra expresa otra de sus obsesiones: el estado de perplejidad ante lo inexorable. “La música de este tema está compuesta a partir de las azarosas combinaciones que produce un fragmento de pizzicato de cuerdas desplegado en el teclado del sampler, generando agradables disonancias. También aparece el bombo legüero que aporta un aire folklórico, y que está presente en varios de los temas del disco”, amplía Axel, optando entre un repertorio que también pendula entre una canción nihilista “en clave electroclash” llamada “Quemándome al sol” y un dub-step fantasmal denominado “La anguila”, por nombrar otro par. “Fue clave en el proceso de creación, quiero decir también, la interacción con el productor Emilio Haro”.

-¿Qué es eso de “soundscape de la Puna inundada, un submarino comandado por antiguos comediantes bolivianos”, que usás para describir “Indio peregrino”?

-Es el sonido de un sónar, una baguala deconstruida, y la voz de Felipe V. Rivera, un maravilloso músico y comediante boliviano de los años 30, relatando las penurias y soledades del “indio peregrino”.

-¿Por qué Axelotl para englobar?

-Porque remite al anfibio mexicano, con una letra prestada de mí nombre, algo así como una metamorfosis anfibia de mí mismo. Respecto del concepto subyacente, éste está asociado con lo acuático, lo submarino, que se halla presente en las letras, los títulos y los timbres que aparecen a lo largo del disco. Hay también algo que podría asociarse al docu-ficción o al concepto de hauntología, dado el uso de audios que fueron especialmente creados para que parezcan viejos y fantasmales archivos sonoros.

-El disco está a su vez inspirado en Caótico y bailable, el solo set con que expresaste tus músicas en los últimos tiempos. ¿En qué aspectos creés que nutre al disco?

-Cuando se hizo muy difícil mover al grupo armé un dispositivo con el sampler, que me permitió tocar los temas con sus propios timbres, sin ayuda de secuencias. Luego comencé a componer directamente para esa configuración, y así, aunque suene a collage y edición, todo ha sido “tocado”, por lo tanto hay un juego con el swing. Lo llamé caótico, porque me permití jugar en escena con el desorden y el capricho, llevando la dinámica del show hacia lo imprevisible. Y lo llamé también bailable porque, a pesar de ese caos, hay mucho ritmo y el show funciona como motor para el baile, tanto para mí como para el público.

Para el público también, pero en estado presente, será el set que Axel tiene pensado presentar cinco días antes del homenaje a Beethoven que se llevará a cabo en el Centro Cultural Kirchner. Lo hará en formato trío, junto con Diego López de Arcaute en batería, y Juan Ravioli en bajo y teclados. “Es muy rico lo que ocurre cuando hay tres personas tocando, ajustando sus trayectorias para conservar su lugar en la bandada. Los temas se insuflan de vida, se desmecanizan, y funcionan como trampolín para la improvisación y la búsqueda sonora en escena”, paladea Axel.