"Caí en la cuenta de que esto se debía investigar de manera sistemática, conociendo los integrantes del grupo delictivo que ha cometido todos estos fraudes, tenía la certeza, y no me equivoqué, de que debía investigar de manera sistemática", comienza Dolores Etchevehere uno de los capítulos de "Sola", un libro lleno de confesiones que terminan de romper el pacto de silencio que aborda la historia de una familia asociada al poder.
El apellido Etchevehere es tradición en Entre Ríos: una de las avenidas principales de Paraná lleva el nombre de Luis Etchevehere, quien fuera gobernador de la provincia en la década del '30. Décadas más tarde, uno de sus nietos, Luis Miguel Etchevehere, iba a hacerlo trascender a nivel nacional primero como presidente de la Sociedad Rural y luego como ministro de Agroindustria de Mauricio Macri. Paralela y silenciosamente pasaron generaciones de Etchevehere que ocultaron patrimonios al fisco, avalaron trabajo esclavo en sus campos y falsificaron firmas para hacer maniobras fraudulentas, quitando derechos hereditarios, acusa la autora del libro. Ese pacto que llevó a Dolores Etchevehere a irrumpir en la escena pública y en la justicia para denunciar y reclamar lo que le corresponde.
"Luis Miguel tiende a ser violento, grita, insulta siempre con una expresión de insatisfacción. Es violento cuando tiene la certeza de poder dominar, porque actúa cuando se sabe superior. Sus víctimas a lo largo del tiempo fueron personas humildes, mujeres, empleados, peones, personas mayores o las que él considera un subalterno, como por ejemplo, un juez". Con las causas avanzando lentamente por los pasillos de los tribunales entrerrianos, Dolores Etchevehere completa en su libro la otra parte de la historia de la familia: la relación de frialdad con sus hermanos y su mamá, las cenas familiares en las que solo se hablaba de negocios, la discriminación hacia sus amigos de barrios pobres durante su infancia, la relación de la familia con el servicio doméstico.
"Sentía que había una necesidad por conocer la historia que estaba detrás de la que yo siempre me encargo de remarcar, que es la línea jurídica, la de la estafa. La gente empezó a preguntarme y a querer saber cómo había llevado yo tanta invisibilidad, sometimiento", cuenta Dolores a PáginaI12.
La periferia
Dolores tenía menos de diez años y se aburría a la hora de la siesta. Desde el jardín de su caserón silencioso escuchaba el bullicio que venía de un barrio muy humilde a unos metros de allí. Una de esas tardes se hizo amiga de los chiquitos descalzos, otra de esas tardes jugó con ellos a la mancha y a la escondida en la puerta de su casa, y otra de esas tardes los invitó a entrar, a compartir sus juegos y su merienda. Dolores describe ese momento como "una fiesta", hasta que su madre entró a la cocina, le dio una cachetada y le gritó que sacara a esos "negros de mierda", a esos "sucios. ¡Fuera!". Estaba claro que esos niños, sus amigos, pertenecían a otro mundo.
- Uno de los temas que aborda el libro es su relación con los excluidos.
- Dentro de mi grupo familiar yo siempre fui la excluida. En la misma casa yo me iba a la periferia: a la cocina, al jardín del fondo, al garaje donde estaba el otro grupo de personas. Ahí observaba que se vestían distinto, hablaban de otros temas, hacían actividades diametralmente opuestas y hasta tenían una forma distinta de hablar a la del poder. Era el diálogo del hambre y de la exclusión. Yo me siento cómoda e inclusive extraño lo periférico.
Dolores recuerda también el destrato que había por las mujeres que trabajaban en su casa, que dormían hacinadas en dos cuchetas en un cuarto pequeño detrás del garaje. El baño quedaba lejos, detrás del lavadero: "Los autos tenían mejor lugar que ellas", enfatiza.
La primera traición
Dolores es una estudiosa de la filosofía y la literatura. Reconoce haber estudiado la historia de la traición desde esas ramas, pero nunca imaginó conocerla y ser víctima de la traición hasta que vio su firma falsificada en un expediente judicial. "Es una sensación indescriptible. En ese momento hubo un quiebre, fue el momento en que realmente definí escindirme de mi familia", explica y agrega que desde ese momento tuvo que luchar por no perder su identidad, tuvo que reconstruir su camino, elegir una nueva familia. "¿Cómo no ser desobediente?", se pregunta una vez más en su libro.
Después tuvo acceso a muchos correos electrónicos en que su madre y sus hermanos organizaban el vaciamiento de El Diario de Entre Ríos para quitarle parte de su herencia. También de sus propios abogados que la hicieron firmar papeles en las que resignaba gran parte de su herencia a cambio de que no la echaran de su techo familiar junto a sus hijos, como cuenta Dolores en el apartado "Cuando tu abogado te esclaviza".
Es un libro fuerte y cruel, pero Dolores dice que no había muchas opciones. Que los Etchevehere corruptos la estafaron, le mintieron, la amenazaron y la despojaron. "Intervinieron mi vida. La dañaron. Negaron mis derechos. Todos".