ANNE AT 13000 FT - 7 PUNTOS
Canadá, 2019
Dirección y guion: Kazik Radwanski
Duración: 75 minutos
Intérpretes: Deragh Campbell, Lawrene Denkers, Dorothe Paas, Matt Johnson
Estreno en Mubi.
Estudio de personaje antes que narración de peripecias, Anne at 13000 Ft. se focaliza de modo absorbente en el personaje protagónico, al cual escruta en detalle y desde el lugar de un observador. Los tiempos son comprimidos, a la medida de un enfoque acotado: una hora y cuarto de película y un par de semanas en la vida de la protagonista. Ese lapso, que no ofrece quiebres visuales o narrativos, se siente como un continuo en tiempo real. Hay, sí, quiebres anímicos, producto de una psiquis en estado de turbulencia. No por mínimos esos desbalances dejan de hacerse visibles, y reconocen una progresión asordinada pero persistente. Tras el clímax el relato -o el retrato, en este caso casi sinónimo- deja a la heroína en un estado de flotación literal y metafórico.
En la escena inicial Anne (Deragh Campbell) entrega una mariposa a un grupo de niños. Se los ve en situación de paridad, se diría que ella es apenas su hermana mayor o su prima. Es su maestra. “Mantené tu lugar”, la reta más adelante una colega, y Anne se queda sin saber qué decir, como si aquélla fuera su superior y ella una niña a la que acaban de pescar en falta. Responderá a su manera unas escenas más adelante, provocando a la colega sargentona como una niña traviesa. Con sus alumnos juega como una más, sentándose significativamente en el piso para estar a su misma altura. Su madre, claro, está presente en su vida, de un modo tan transparente que no requiere interpretación. En la primera escena juntas, Anne le muestra el departamento que acaba de alquilar. En la siguiente escena entre ambas Anne duerme en casa de la madre, esperando supuestamente a terminar de pintar la suya para mudarse. Cuando conoce a un posible “candidato” en una fiesta ríe nerviosamente, como podría hacerlo una niña de once o doce años en la primera cita. Lo siguiente es emborracharse y vomitar.
Aunque la descripción puede hacer pensar en un caso clínico, al dotar a la protagonista de una enorme variedad de matices la escritora y realizadora canadiense Kazik Radwanski la corre de ese lugar estigmatizado. Esto no sería del todo posible de no ser por la asombrosa Campbell, capaz de pasar, en un par de planos, de la risa al llanto y del llanto a la desolación. Capaz de disfrutar plenamente también, cuando nada en una piscina pública y, sobre todo, cuando toma sus primeras clases de paracaidismo. En ese momento se la ve en estado de éxtasis. Tanto como le cuesta encontrar su lugar en la tierra, en el agua y en el aire Anne muestra una disposición al abandono más propia de un niño que de un adulto.
Radwanski sigue a la heroína cámara en mano, dejando que ésta tiemble tanto como ella lo hace internamente. Sólo sabemos de Anne lo que sabe la cámara: aquí no hay un pasado que “explique” su conducta ni un futuro que la espere. El plano inicial y el final la reciben y dejan in media res, capturando instantes que duran tanto como la vida de una mariposa.