Irmgard Furchner tiene 96 años y vive en una residencia de ancianos al norte de Alemania. De joven trabajó como secretaria, con una particularidad: mecanografió órdenes de ejecución y deportación en un campo de concentración nazi, en Polonia. Está acusada por complicidad de los crímenes de lesa humanidad ocurridos allí y por ello debía prestar declaración ante la justicia germana. Sin embargo, ayer por la mañana salió del hogar, tomó un taxi a una estación de metro y estuvo prófuga por más de seis horas. Por la tarde, un portavoz del tribunal informó que Furchner fue capturada en Hamburgo.
Tras la captura de Irmgard Furchner, el vocero del tribunal, Frederike Milhoffer, dijo a los medios alemanes que la Audiencia Provincial de Itzehoe está examinando si la acusada es apta para ser encarcelada y si se puede llevar adelante su detención. La semana pasada Furchner había enviado una carta al tribunal, en la misiva había revelado que no quería comparecer en el juicio.
Otro portavoz del tribunal dijo que debido a la edad y a la fragilidad de la acusada no se esperaba que evadiera activamente el juicio, según consignó el matutino Frankfurter Allgemeine Zeitung. El diario alemán además informó que ahora el juicio se iniciará el 19 de octubre y que el tribunal "tomaría las medidas constitucionales necesarias" para garantizar la presencia de los acusados.
La fuga
"La acusada se dio a la fuga”, anunció el responsable ante el tribunal de Itzehoe, donde se la iba a juzgar. “Abandonó su hogar esta mañana, tomó un taxi”, agregó ante los presentes en la sala, que quedaron atónitos. Entre ellos estaba el abogado de la acusada, Wolf Molkentin, en silencio.
La esperaron durante 20 minutos, el presidente del tribunal pidió “un poco de paciencia”, hasta que se dieron cuenta de que sería en vano y decidieron lanzar una orden de arresto.
El sorpresivo hecho ocurrió en la Audiencia Provincial de Itzehoe, al norte de Alemania, donde debía comenzar el juicio contra la mujer acusada de complicidad en 10 mil de los 65 mil asesinatos que ocurrieron en el campo de concentración de Stutthof, cerca de la ciudad de Gdansk, donde años más tarde Lech Walesa hiciera historia con el sindicato Solidaridad.
En un momento hubo dudas sobre la pertinencia del juicio y las posibilidades de que Furchner pudiera participar de él. Pero tras un largo procedimiento, la Justicia estimó en febrero que era apta para comparecer pese a su edad avanzada, aunque las visitas de los funcionarios judiciales al hogar de ancianos deberían limitarse a unas pocas horas diarias.
Qué hizo Irmgard Furchner
El rostro de Furchner era relativamente conocido por ser una de las personas de mayor edad juzgadas por los crímenes de lesa humanidad del nazismo, ahora ocupa las portadas de los diarios internacionales por burlar a la justicia.
Fuechner trabajó en Stutthof entre junio de 1943 y abril de 1945 como dactilógrafa y secretaria del comandante del campo, Paul Werner Hoppe, el criminal nazi responsable del asesinato de "prisioneros judíos, partisanos polacos y prisioneros de guerra rusos soviéticos", según la fiscalía.
La acusada ya había declarado dos veces como testigo, en 1954 y 1962, acerca de su papel en ese centro de exterminio. La primera vez dijo que toda la correspondencia con la oficina central de las SS había pasado por sus manos y que Werner Hoppe le dictaba diariamente escritos y mensajes de radio. No obstante, juró que nunca había sido consciente de la maquinaria asesina de la que fueron víctima decenas de miles de personas.
El abogado Christoph Rückel, que representa desde hace años a los sobrevivientes de la Shoah, asegura que "ella se encargó de toda la correspondencia del comandante del campo". "También mecanografió las órdenes de ejecución y deportación y puso sus iniciales", aseguró a la prensa local.
Un juicio de lesa humanidad que debió ser simbólico
Este juicio debía preceder al de un hombre de 100 años que fue guardia del campo de concentración nazi de Sachsenhausen, cerca de Berlín. En el caso de ella, debía ser la primera mujer involucrada en el nazismo en ser juzgada desde hace décadas en el país.
El juicio contra Furchner también despertó expectativas porque se debía llevar a cabo en vísperas del 75º aniversario de la condena a muerte 12 de los principales dirigentes del Tercer Reich, durante los juicios de Núremberg.
El escándalo de la fuga no es menor ni se restringe a ese onomástico. En las últimas décadas, Alemania fue cuestionada por no darle impulso a la búsqueda de criminales de guerra. Nunca se había juzgado a exnazis tan ancianos.
Setenta y seis años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, la Justicia sigue buscando a excriminales nazis aún vivos. Distintas fiscalías examinan actualmente ocho casos que implican en particular a exempleados de los campos de Buchenwald y Ravensbrück, según indicó a AFP la Oficina central para la aclaración de crímenes del nacionalsocialismo.
En los últimos años, varios procesos tuvieron que ser abandonados por la muerte de los sospechosos o su incapacidad física para comparecer ante los tribunales.
Pero aunque Alemania condenó en los últimos diez años a cuatro exguardias o empleados de los campos nazis de Sobibor, Auschwitz y Stutthof, juzgó a muy pocas mujeres implicadas en la maquinaria nazi.
La justicia analizó los casos de al menos tres empleadas de campos nazis. Unas 4 mil mujeres trabajaron como guardias en los campos de concentración, según los historiadores, pero pocas fueron juzgadas después de la guerra.