Si a Juan Martín Del Potro le hubieran dicho que tendría una temporada 2016 como la que tuvo, seguramente habría pensado que se trataba de una especie de cuento de hadas. De regreso al circuito tras dos años de inactividad, el tandilense se colgó la medalla de plata en Río 2016 y coronó la vuelta soñada con un triunfo histórico en la Copa Davis.
La actualidad, no obstante, es muy distinta y tiene sus razones. Transcurrido un tercio del calendario ATP, y tras haber descartado la gira del Abierto de Australia para realizar una buena pretemporada, Del Potro sólo disputó once partidos en el máximo nivel, con un balance de siete victorias y cuatro derrotas.
Precisamente, las cuatro caídas fueron frente a jugadores que ocupan un lugar entre los diez mejores del mundo. El canadiense Milos Raonic lo sacó en semifinales de Delray Beach; el serbio Novak Djokovic le ganó en Acapulco e Indian Wells; y el suizo Roger Federer no tuvo problemas para vencerlo en Miami.
Haber sido preclasificado en los dos primeros Masters 1000 no fue una garantía para encadenar varios partidos. Los sorteos no lo ayudaron y se cruzó con los mejores antes de lo esperado. De hecho, sólo jugó tres o más partidos en el primer torneo del año, en el condado de Palm Beach. Es decir, en dos meses de competencia, La Torre de Tandil nunca pudo encontrar el ritmo necesario para darle definitivamente un arranque de alto vuelo a su temporada de tenis.
Un mes después de su participación en el Masters de Key Biscayne, Del Potro inició en Estoril lo que debía ser su primera gira completa sobre polvo de ladrillo en cinco años, con la mira puesta nada menos que en Roland Garros. Venció al japonés Yuichi Sugita en el debut y emprendió el regreso a la Argentina tras enterarse del fallecimiento de su abuelo materno Francisco.
Para quedarse con sus familiares, anunció su baja en Madrid y su vuelta recién en Roma, dos semanas antes de Roland Garros. Este miércoles aceptó una invitación del torneo de Lyon, que volverá al Tour tras ocho años y tendrá lugar justo antes de la gran cita en París. ¿Por qué lo hizo? Porque necesita imperiosamente sumarle kilómetros a la máquina.
A su falta de continuidad se le agrega un interrogante no menor: ¿por qué Del Potro no tiene un entrenador? Después de caer con Federer en Miami, el propio Juan Martín admitió necesitar uno: “Tengo que buscar un coach para que me ordene”. Hay un dato que no se puede soslayar: sólo ocho jugadores del Top 100 transitan el circuito sin técnico. Y nada más que tres integran el Top 50.
Uno de ellos es Djokovic, quien cortó una relación de diez años con su coach Marian Vajda, su fisioterapeuta Miljan Amanovic y su preparador físico Phil Gritsch. El número 2 del mundo, sin embargo, avisó que tendrá uno antes de Roland Garros. El australiano Nick Kyrgios y justamente Del Potro son los otros dos.
El tandilense lleva mucho tiempo sin entrenador fijo, aunque en varios torneos contó con la ayuda de Daniel Orsanic, capitán de Copa Davis. Si bien la realidad actual marca que un entrenador no es su prioridad número uno, en algún momento piensa en tenerlo. Hace unos meses, por caso, se relacionó su nombre con el de Andy Roddick. Incluso, en la presentación de un nuevo sponsor, días atrás, el propio Del Potro manifestó que se ilusiona con formar un equipo que tenga una figura rutilante. “Como experiencia podría ser lindo para mí tener a un Sampras o un Kuerten que pueda acompañarme en algún torneo”, remarcó el actual 34° del ranking ATP. Por su parte, el brasileño ya avisó que prefiere dedicarse a su familia y a su escuela de tenis. El misterio de su entrenador, al parecer, seguirá sin develarse.
Lo cierto es que Del Potro aún no encendió la maquinaria que seguramente lo catapultará a los puestos de vanguardia. Necesita un guiño de los sorteos para sumar rodaje y todavía se debe un entrenador que esté a la altura de sus aspiraciones. Por fortuna, tiempo es lo que le sobra para despegar.