La derrota electoral del oficialismo en las PASO generó un llamado de atención de la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, hacia el interior del Gobierno. Se produjo el cambio de gabinete y el aparato estatal comenzó a despertarse y a salir de la modorra en que había quedado luego de que la pandemia alterara el funcionamiento habitual de la gestión pública.
La reacción oficial no tardó en generar la objeción de la oposición, con claros intereses de que ese león que simboliza al peronismo en el poder, continúe dormido. Representantes del establishment mostraron una supuesta preocupación por la debilidad de Alberto Fernández ante el planteo de su vicepresidenta, a pesar de que siempre estuvieron dispuestos a deteriorar la figura presidencial con el boicot económico y las campañas de difamación en medios y redes sociales.
La suba del salario mínimo con impacto en los programas sociales, el nuevo piso para pagar Ganancias, los posibles aumentos a jubilados y AUH, el resurgir del IFE y la reactivación de obras y políticas públicas parecieran ser las principales medidas destinadas a poner plata en el bolsillo de la gente para mejorar la rueda del consumo y la producción de cara a las elecciones de noviembre. Ese despertar de la gestión va acompañado de una mayor ejecución del presupuesto público, hasta el momento fuertemente subejecutado.
Respaldando la teoría de la inacción como arte de gobierno, una serie de economistas ortodoxos, algunos ya quemados por la historia política argentina, como Domingo Cavallo, salieron a pronosticar catástrofes. Mayor inflación, fuertes devaluaciones, pérdida de reservas, rodrigazo de baja intensidad y nuevo plan primavera fueron algunas de las plagas que previeron.
Sin embargo, el programa económico que impulsa CFK no difiere del que realizó cada año electoral cuando fue presidenta. En ese sentido, los resultados del programa tampoco serán muy diferentes. Un mayor consumo y gasto público va a reactivar la economía, facilitado por las políticas redistributivas y un leve descenso de la inflación mientras se plancha el dólar y las tarifas.
Ese escenario se va a ver parcialmente revertido el próximo año cuando la reactivación presione sobre las reservas del Banco Central y el mercado de cambios. Un ciclo corto electoral similar al que caracterizó la economía argentina de la última década, excepto cuando Macri se excedió con la deuda y la timba financiera y tuvo que ir a las elecciones en el marco de una crisis estrepitosa. Es una política que no es una panacea pero tampoco una catástrofe, aún cuando no alcance a remover las trabas estructurales que limitan una expansión económica de largo plazo.
@AndresAsiain