Luego de haber superado el escollo de la deuda externa con acreedores privados, legada por Macri, el gobierno de Alberto Fernández debe enfrentar la hostilidad de un grupo empresarial altamente concentrado que trata de condicionarlo a través de incrementos de precios. Este comportamiento no es una novedad ya que Adam Smith, en 1776 en el libro I de su obra El origen de la riqueza de las naciones ya señalaba: “Las gentes de la misma industria rara vez se reúnen, aunque sólo sea con fines de celebraciones y fiestas, sin que la conversación acabe en una conspiración contra el público o en alguna maquinación para elevar los precios”.
Economistas ortodoxos y algunos heterodoxos conservadores que buscan el fracaso del gobierno han tratado de difundir la creencia de que la situación inflacionaria es de responsabilidad del Gobierno, para absolver de ese modo a los verdaderos culpables de la pobreza. La teoría económica reconoce cuatro tipos de inflación:
1. Por demanda.
2. Por oferta.
3. La estructural, expuesta por el economista argentino Julio Olivera.
4. La denominada por los precios administrados.
Los ultraortodoxos han agregado otro tipo de inflación: la monetaria, que ha sido ampliamente desechada por la mayor parte de los economistas en los países avanzados. La inmensa emisión monetaria realizada por los bancos centrales en los países avanzados luego de la Gran Recesión de 2008 y de la pandemia actual ha terminado de desacreditar la teoría monetarista.
Por oferta y por demanda
La teoría de la inflación por la oferta explica que el incremento de los precios de los insumos, de los salarios, de la energía provoca un aumento de los costos que es transferido a los precios. Este tipo de explicación estuvo en boga en la década '70 con el alza del petróleo, pero luego bajó y los precios se mantuvieron, lo cual a puesto en tela de juicio dicha explicación.
Es poco plausible para justificar hoy la inflación local por el lado de la oferta puesto que si así fuera debería ser observada también en otros países, lo cual no es el caso. No hay tal inflación de oferta. Al contrario, en numerosas empresas los costos bajaron debido al congelamiento de las tarifas de los servicios públicos y del “dólar planchado”.
Para algunos economistas la inflación por la demanda tiene cierto encanto ya que permite inocentar a los empresarios productores y distribuidores, de su rol en el aumento de precios. Históricamente, la inflación por la demanda se produjo en el período llamado de la reconstrucción de la posguerra en Europa occidental.
El otro caso histórico similar es la inflación surcoreana a mediados de los años '50 debido a la masiva ayuda estadounidense. En Europa occidental la necesidad de reconstruir las infraestructuras, las viviendas, las fabricas destruidas por los combates coexistía con una desorganización de la producción de bienes de primera necesidad la alimentación, la energía, la indumentaria.
Vale recordar que Evita en la gira del Arco iris, en 1947, otorgó no sólo a España sino también a Francia y a Italia créditos para la compra de alimentos argentinos para sobrellevar la insuficiencia temporaria de la oferta.
La situación de pleno empleo y de aumento de los salarios se confrontó con la escasez de la oferta de bienes y provocó un "La reducción de la jornada laboral ha sido utilizada internacionalmente como mecanismo de política económica en materia de reducción del desempleo.
La capacidad de producción
En la actualidad, algunos economistas hablan implícitamente de la inflación de demanda a través de lo que llaman la puja redistributiva, luego de la austeridad macrista. Afirman que la presión sindical favorecida por el gobierno de Alberto Fernández provoca una situación similar a una inflación de demanda, lo cual les permite sostener que se debe disciplinar los reclamos de aumentos salariales a los efectos de alentar la inversión, según la narrativa de la teoría del derrame. Se trata de desviar la atención focalizada en los remarcadores de etiquetas de los formadores de precios.
Hoy nada indica que haya tal presión de demanda que permita afirmar que se esta en la situación descripta de la Europa occidental de la posguerra con déficit de oferta. Al contrario, como señala el Indec la utilización de la capacidad instalada se ubica en el umbral del 65 por ciento, lo cual muestra que se está muy lejos de una saturación de la capacidad productiva que provocaría tensiones en los precios.
Esta teoría no se cumple además porque existe un nivel elevado de desempleo. Vale decir que los costos medios salariales reales están muy por debajo del salario de convenio.
Estamos, además, frente a una paradoja que fingen ignorar los economistas conservadores. La teoría ortodoxa sostiene que a medida que un sector productivo se acerca a la plena utilización de la capacidad productiva, debido al crecimiento de la demanda, debería funcionar el “acelerador de la inversión” que significa ampliar la capacidad de producción para satisfacer la demanda efectiva futura. Pero los inmensos beneficios no se usan para invertir sino que son fugados.
El presidente Alberto Fernández señaló en varias oportunidades que el capitalismo de producción debe rescatarse y condenar el capitalismo financiero y especulador, lo mismo que sostenía Keynes y ahora acaba de ser recordado por el Papa Francisco.
Ingresos y consumos
El punto central es que los precios los fijan las empresas y que existe un ataque artero a la capacidad adquisitiva de los trabajadores y esto no se parece en nada a una inflación por la demanda.
En el caso de que existiera un incremento del ingreso de los trabajadores y de que la demanda aumente, esto hará que la composición de dicha demanda global se modifique y lo mismo sucederá con los precios, como señaló Julio Olivera. Como los precios son rígidos o casi rígidos a la baja, dicho cambio se realiza con alzas no proporcionales en el valor en los distintos bienes y, en consecuencia, hay un aumento del nivel general de los precios.
El filósofo Friedrich Engels explicó, a mediados del siglo XIX, que los consumidores primero compran los productos de primera necesidad alimentos, textiles, los servicios públicos, vivienda. A medida que el proceso de crecimiento del ingreso se prolonga la parte del mismo gastada en estos productos disminuirá, y los consumidores con sus necesidades primarias satisfechas comprarán con el ingreso remanente otros bienes llamados superiores, electrodomésticos, automotores, vacaciones.
Al interior mismo del conjunto de los bienes primarios se establecerá también una jerarquía: si el ingreso aumenta los trabajadores consumirán un poco más de carnes y hortalizas, más caras y menos papas y fideos más baratos. La inflación sobreviene cuando los vendedores de papas y fideos y otros bienes primarios aumentan los precios para ganar lo mismo con una cantidad proporcionalmente menor de ventas. Esto hará que el remanente del ingreso que debería ser gastado en los bienes superiores no pueda serlo y que la demanda de los bienes superiores se vea estancada y con ella todo el crecimiento económico.
En la economía hay sectores más dinámicos que otros y limitar su desarrollo conduce al estancamiento. La inflación aparecerá cuando los vendedores de bienes primarios tratarán de mantener su dominación en perjuicio de los otros sectores productivos y de los consumidores.
Precios de los alimentos
La producción, la distribución y la fijación de precios en los alimentaos pueden imaginarse como dos embudos conectados por la salida. De un lado, una gran cantidad de productores de carnes, trigo, frutas, cuya producción es adquirida por un pequeño grupo de compradores, consignatarios, acopiadores, mayoristas, frigoríficos, que tratan de imponer el precio más bajo posible a los productores.
Los economistas llamamos a esta forma de mercado un oligopsonio: muchos vendedores y pocos compradores. La consecuencia es que los productores reciben un precio inferior al que la teoría ortodoxa llama el precio de competencia. Los compradores del oligopsonio venden los productos a un grupo muy pequeño de compradores que son las centrales de compra de los supermercados, los mayoristas, distribuidores, exportadores.
Estos les venden a los consumidores y en esta situación en la que hay pocos vendedores y muchos compradores, se llama un oligopolio, cuya característica según la teoría ortodoxa es que el precio es superior al precio de competencia.
Cuando se señala que los productores de frutas y hortalizas reciben pocos pesos por el producto cedido y los consumidores pagan una fortuna por el mismo, esto se debe a la situación del doble embudo. Cuando no hay competencia y la justicia no condena a los participes de acuerdos ilícitos de la fijación de precios y por su posición dominante en el circuito económico, el capitalismo se vuelve ineficaz, como es el caso argentino.
Esto explica que se requiera la intervención y la regulación del Estado para evitar la expoliación no solo de los consumidores sino también de los productores.
La teoría explica que la demanda de la mayor parte de los bienes disminuye cuando los precios aumentan, pero no es el caso de la demanda de los bienes primarios y de servicios públicos indispensables. Se dice entonces que la demanda es inelástica a los precios, vale decir que los vendedores pueden concertarse y aumentar los precios sin que las cantidades vendidas disminuyan y con esto aumentar los beneficios. Los consumidores deben seguir comprando las mismas cantidades sea cual fuere el precio.
Vale decir que no sólo el consumidor está cautivo sino que los participantes de la oferta oligopólica se conciertan, como señalaba Smith para incrementar los precios lo que produce la inflación. Este comportamiento distorsiona la asignación de recursos y penaliza la demanda de otros bienes. Esto se ha visto no solo con el incremento concertado de los precios sino con comportamientos que crean el desabastecimiento para justificar dicho aumento.
Competencia imperfecta
Las acciones dolosas de empresas son una constante en la historia económica. Durante la Edad Media los mercaderes mezclaban hueso molido o talco con la harina. En Estados Unidos, a principios del siglo pasado, a los especuladores del hambre y la pobreza se los denominaba los Robber Barons (barones ladrones), y se los acusaba de controlar los recursos nacionales, de corromper altos funcionarios y jueces, hacer quebrar a las empresas que querían entrar en el mercado o comprar empresas que les hacían competencia en vistas de monopolizar una actividad, de manipular las cotizaciones de las materias primas o concertarse para limitar los incrementos de salarios o desabastecer los comercios. Lo que sucede en Argentina no es novedad.
La teoría de la inflación por los precios administrados parte del principio evidente que los precios los fijan las empresas y que estas se encuentran en un mercado de competencia imperfecta.
“Administrados” significa que el precio está totalmente desconectado de la situación de la demanda, del volumen de la oferta, del costo de los insumos, del salario o del volumen producido. Muestra que las empresas en un mercado oligopólico “administran el precio” para obtener, sea cual fuere la situación económica, una tasa de beneficio fija o definida por los principales accionistas y no debe descartarse que esto resulte de una posición puramente política.
En el caso de los alimentos como los consumidores están cautivos ya que están obligados a comprar un bien y a pagar un precio sin relación con el costo se encuentran en una situación de subordinación.
El sector de los bienes alimentarios es uno de los más concentrados: el volumen de ventas de cerveza representa 1300 millones de dólares y está controlado por AB InBev y Compañía de Cervecerías Unidas (CCU). El 75 por ciento del azúcar consumido lo produce Ledesma y el 78 por ciento de los productos enlatados por Arcor. Bimbo controla el 80 por ciento de los productos panificados y Coca Cola y Pepsi controlan el 87 por ciento de las gaseosas vendidas.
La situación de dominación de la actividad económica del sector alimentario por un grupo limitado de empresas lleva a una situación de inflación crónica provocada por los mismos intereses en los diferentes sectores de actividad.
Esta inflación, en particular de los productos de primera necesidad, es responsable de la pobreza de una parte importante de la población que debe gastar la totalidad de su ingreso para satisfacer sus necesidades primarias. Estas empresas son responsables de ello no solo en tanto que aumentando los precios disminuyen el poder de compra de los salarios, sino que absorben una parte imponente del ingreso de las familias.
* Doctor en Ciencias Económicas de l’Université de Paris. Autor de La economía oligárquica de Macri, Ediciones CICCUS Buenos Aires 2019.