El año de Astor Piazzolla sigue dando frutos. Muchas cosas se han escrito, han sonado y se seguirán viendo todavía para recordar al gran músico argentino en el centenario de su nacimiento. Entre los miles de homenajes que se propusieron, seguramente el libro de María Seoane y Víctor Hugo Morales está entre los más logrados y sentidos. Astor Piazzolla. Momentos, se llama el trabajo publicado por Editorial Octubre, que los lectores de Página/12 podrán adquirir con la edición de mañana domingo (compra opcional 900 pesos).

Articulado en treinta episodios, Momentos atraviesa la vida y la obra de Piazzolla con mirada perspicaz, no exenta de afecto y respeto, y gran sentido del ritmo. En treinta fogonazos de datos e imágenes, el libro traza el retrato y expone las razones de un personaje en búsqueda permanente, el perseguidor insaciable dispuesto a arriesgar todo en cualquier momento. El artista que contra la sordera del bronce y la quietud de los monumentos logró lo que parecía imposible: mover, y para siempre, las coordenadas de la música de Buenos Aires.

Piazzolla junto a Aníbal Troilo

“Piazzolla tiene el coraje entre las sienes, ahí donde caben todos los miedos, las prevenciones, los alardes de la cultura, la penetración de los prejuicios, la aureola dorada de los que mandan, la resistencia que implosiona ante la dificultad y la derrota”, escribe Víctor Hugo en el prólogo.

Una vida creativa

La investigación periodística de Nicolás Tolcachier, la edición de Jorge Amado, la dirección de arte y edición fotográfica de Daniel Flores y el arte y diseño de Hernán Vargas completan un trabajo notable. Según un orden cronológico que dibuja un equilibrado crescendo en la intensidad de una historia apasionante, cada uno de los treinta momentos es engranaje de una maquinaria narrativa sensible, que ordena en función de un relato sólido la historia conocida del músico marplatense.

“Conversando con Víctor Hugo sobre cómo abordar un relato posible, coincidimos en que la vida de Piazzolla está inevitablemente imbricada con su actividad creativa. Es su obra la que en gran medida cuenta su vida y de ahí que es posible individualizar como mojones en su historia, momentos claves que están íntimamente relacionados con su quehacer musical. Incluso desde su infancia. Por eso es que decidimos llamar al libro Momentos, y creo que acertamos”, dijo María Seoane en diálogo con Página/12.

Imágenes

A la gracia de los textos se suma el correlato de un notable aparato fotográfico. Las imágenes, muchas de ellas inéditas o poco conocidas, provienen de numerosas colecciones, entre ellas la de Juan Pupeto Mastropasqua, la Fundación Familia Piazzolla, el Archivo Histórico de Caras y Caretas, la Fundación Industrias Culturales Argentinas, el Archivo General de la Nación, la Colección Walter Santoro y las agencias Télam y Noticias Argentinas.

Frase a frase, foto a foto, Piazzolla resurge, ardiente y pasional. Capítulos como “Nacer con mar y tango” y “Bach y Gardel en Nueva York”, dan cuenta de la infancia y la adolescencia de Astor, entre la Mar del Plata natal y el sur de Manhattan, el primer contacto con el bandoneón, los primeros tangos, y ese premonitorio encuentro con Gardel del que queda una de las imágenes más entrañables de la identidad argentina. En “Troilo el dios”, “Música para Fiore” y “Su primera orquesta”, se refleja la puesta a punto de una idea implacable, el fervor irrefrenable del que necesita saber más para cambiar todo, el desafío que se coronará con las lecciones de Nadia Boulanger, relatadas en “Becado en París”.

De ahí en más, a través de capítulos como “Octeto Buenos Aires”, “Adios Nonino”, “La revolución del Quinteto”, “Borges y yo”, “Balada para un loco”, “Años de soledad”, “Requiem para Pichuco”, “Piazzolla Mundial”, “El exilio de Gardel” y “Final de orquesta”, se articula el vertiginoso camino de una vida plena, en la que llegar y partir son caras de una misma moneda.

 “En la línea de tiempo de la vida de Astor, en cualquier punto, hay una novela apasionante. Hay un hombre que sale a convencer que Dios ha vuelto. Un peleador callejero que está dispuesto siempre a la batalla. Un romántico que camina por las comarcas medievales que resisten en las grandes ciudades. Un amigo de sus amigos. Un loco provocador y dicharachero. Un bromista pesado querido sólo porque los demás saben que es un genio. Un caminante del mundo que al despertar debe primero ubicar dónde está. Un hombre que mira al mundo con un pie en la silla y lo escruta y lo escucha y lo interpreta, con el bandoneón que sostienen sus manos”, se lee en el epílogo de Momentos.

“Y en cada nota, en cada respiración del instrumento, cuando se expande en una manifestación grandilocuente o se cierra en la intimidad de un quejido, va la vida”.

La cita resulta acaso la síntesis más exacta para una vida y una obra como la que dejó Astor Piazzolla.