Una inmensa extensión de rojo, Talampaya (río seco del tala -árbol- en quichua), es una inmersión en el tiempo, pero no en ese que estamos acostumbrados a contar en horas o en años, sino un tiempo geológico que se cuenta de a millones. Talampaya es una porción del planeta de 213.800 hectáreas donde se conserva la secuencia completa de los estratos geológicos del periodo triásico.
Al viajero le impacta la fuerte presencia de restos geológicos y arqueológicos. Entrar a Talampaya es caminar entre petroglifos que parecen grabados ayer en las rocas, encontrarse con centros de ceremonia que datan de 2000 años, sentir la rareza de estar entre imponentes farallones que hicieron que esta parte de los andes quedara del otro lado del mar.
Estamos hablando de cuando en la tierra existía un solo y gigantesco continente que se ha dado a conocer como Pangea. Si se entra a la sala del periodo triásico en el centro cultural Punto Cero de La Rioja, se puede ver en una reconstrucción del mundo que en ese periodo lo que hoy es Argentina estaba al lado de New York. Así, tan distante es esa época en la que hubo una de las crisis más grande de la vida en el planeta y se empezaron a formar los nuevos continentes.
En Talampaya está al alcance de la experiencia este período; los farallones de hasta 150 m de altura del cañón, constituyen uno de los reservorios más grandes de fósiles que conforman una muestra única de la fauna que vivió hace 200 millones de años, en la antesala de la Era de los Dinosaurios. Allí se hallaron los restos de una especie considerada un predinosaurio, Lagosuchus talampayensis, de unos 30 cm de longitud.
Esta riqueza científica, más la impactante experiencia de su paisaje y su entorno de flora y fauna actual, convierten a Talampaya en uno de los parques nacionales más importantes del mundo, Patrimonio de la Humanidad desde el año 2000.
Circuitos
En dos horas y medias se puede recorrer en un microbus en compañía de un guía los circuitos más atractivos del Cañón de Talampaya: Petroglifos; Jardín Botánico; Catedral Gótica y El Monje.
El parque es uno de los reservorios más grandes de arte rupestre del país. Los petroglifos son como murales modernos en las rocas y aleros. Según estudios arqueológicos, las primeras ocupaciones humanas se remontan a unos 2.500 años. También se encuentran conjuntos de morteros y espacios de ceremonia.
El Jardín Botánico es un pequeño oasis verde entre el imperio del óxido; es también un lugar de reencuentro con uno mismo en la intensidad de un tour que pone en todo momento a prueba la falsa centralidad del hombre en la historia del mundo. Unos bancos de madera invitan a detener el instante: especies como la brea, el palo azul, sostienen el contraste en medio de los paradones y aromatizan la emoción.
El cañón tiene unos 3 km de extensión, hay momentos en que parece que se está en una de esas encrucijadas de filmes del Western, ecos, farallones y formas caprichosas que la erosión del viento y el agua han tallado.
Una arquitectura natural que ha creado la Catedral Gótica y esculturas como El Monje, que forman parte de la diversas geoformas que hacen de Talampaya una experiencia natural única.
Podrían agregarse tantas impresiones como experiencias en ese lugar. Montañas de tiempo que se ponen al alcance del nuestra vivencia frente a la inmensidad de un mundo que nos precede y nos trasciende.
Talampaya es una boutique del tiempo, el hombre tiene una historia de 300 mil años, que significan unos breves segundos en el tiempo geológico.
La maravilla de Talampaya es la condensación de este planeta que creemos al límite del apocalipsis. Es difícil de creer que donde ahora todo es desierto antes había mar, luego extensos lagos; y allí, en el fondo de esos lagos, empezó el óxido que hoy son los rojos de ese viaje en el tiempo que es Talampaya, que es La Rioja, y que da cuenta de un planeta que por más que intentemos descifrar sigue siendo un misterio.