Si lo que se esperaba del regreso a las canchas era una fiesta de fútbol, como homenaje al reencuentro del público con la redonda después de larga espera, Independiente y Vélez cumplieron con la tarea. Tanto el equipo de Mauricio Pellegrino, que llegaba con un invicto de siete fechas, como el elenco dirigido por Julio César Falcioni, que venía de sufrir una dura goleada ante Godoy Cruz en Avellaneda, se entregaron generosos y regalaron seis goles en el partido más atractivo del sábado por la fecha 14 de la Liga Profesional de Fútbol. La vuelta del público al estadio José Amalfitani se cerró con un espectacular 3-3 que entregó emociones de todos los colores, aunque el gusto agrio se lo quedó el Rojo, que vencía por dos goles de ventaja hasta los 88 minutos.
El primer grito de la noche fue de Vélez, tras un córner que Juan Martín Lucero aprovechó con olfato goleador. Pero la alegría local duró menos de un minuto. Con la hinchada velezana todavía celebrando, se entendieron entre Alan Velasco y Fabricio Bustos para calzar un centro perfecto a la cabeza de Silvio Romero. Enseguida vino el 2-1, enterito del cordobés, quien anticipó una y otra vez en el área.
Nadie quiso que llegara el entretiempo. Pero el parate no logró enfriar el fuego en Liniers. De hecho, la segunda parte entregó dos goles que fueron la metáfora perfecta de la ambición que hizo temblar de fútbol el Amalfitani. El primero fue el gol de Ayrton Costa para el 3-1 de Independiente. Sentado, de espaldas, desde el piso y rodeado de jugadores de Vélez, la clavó de zurda en el arco de Lucas Hoyos.
Su gente empujaba desde las tribunas y Vélez fue a atacar atravesado por esa fiesta que bajaba desde las alturas. A los 43, Thiago Almada descontó, solo, frente al arco de una defensa que empezaba a resquebrajarse. Pero fue en el segundo minuto de descuento que llegó el otro gol-metáfora del fuego que provocó el abrazo del fútbol con todos sus protagonistas. Fue el agónico empate que gritó Matías de los Santos, quien alcanzó a puntear la pelota en plena caída y apretujado por su marca para regalarle a su gente la última alegría de la noche, la de un 3-3 justo, conmovedor y espectacular.