La invocación a los desastres de todo tipo en que incurrió MauMac ya no alcanza para nada. La sociedad tiene hambre de olvido porque ama el presente, de donde deberán venir los alivios que el país necesita. La sociedad civil está harta de pasarla mal. A los dos años del gobierno de MauMac ya se comía de los tachos de basura o de la escasa asistencia social de un gobierno que no había llegado para amenguar el sufrimiento de los pobres. No había trabajo. No había comida. Sólo había una hambruna insidiosa que crecía y que horadaba el estómago. Sin embargo, MauMac ganó las elecciones de medio término de 2017. Y su gobierno había sido responsable del desastre. MauMac no cumplía con sus promesas. No bajaba la inflación. Y los salarios daban pena. Ya lo sabemos. Se contrajo la ominosa deuda con el Fondo. Pero nacía una esperanza. Los pueblos necesitan tener esperanzas. La vicepresidenta macrista (con su lenguaje siempre al borde del abismo del ridículo) creyó ver “una luz al final del túnel”. Hacia su encuentro marchaba el país. Muchos lo creyeron. Pero ese país anhelado no vendría de la mano del macrismo. Las esperanzas se depositaron en el peronismo. Y el peronismo (de la mano de Cristina F.) ganó bien en 2019. MauMac mejoró sus números en una arremetida que llevó a cabo y en la que se lució. Sube Alberto F. y lo recibe una multitud esperanzada. Si MauMac no había cumplido sus promesas de campaña, Alberto F. habría de cumplir las suyas. No le fallaría a su gente. Al cabo, siempre era el peronismo el que salvaba al país de sus grandes cataclismos.
Y vino Alberto. Y vino la pandemia. Y la llamada “oposición” tuvo a la beligerante Patricia Bullrich como presidenta del Pro. La pandemia fue una maldición para todos. Pero Cambiemos la aprovechó. Y Alberto F. tuvo buenas respuestas en la valoración de su gestión gubernamental. Pero no pudo cumplir con sus promesas. Tal como Macri. Acaso convenga diferenciar: Macri no quiso, Alberto no pudo. Es cierto que tiene a todo el llamado “poder real” en contra. Pero también se aferró al Alfonsín del “no se puede”. El hoy venerado jefe radical hizo de esa frase la central de su debilidad. Es el curro del posibilismo. “No están dadas las condiciones”. No, y de nuevo no. Porque se trata de la expresión de la debilidad, de la ausencia del coraje que requiere la iniciativa política. No hay que esperar lo posible, hay que crearlo. El posibilismo llevaría al hombre de Chascomús a decir sus peores frases: “La casa está en orden”. O “Felices Pascuas”. En política la iniciativa es fundamental. Y el posibilismo es la negación de la iniciativa política. ¿Por qué se perdieron las elecciones 2021? Porque el gobierno arrugó. ¿Por qué arrugó? Porque no cumplió con las promesas que encendieron la esperanza popular. Esas esperanzas deseaban un gobierno dinámico, que se metiera con el poder mediático, que echara abajo “los sótanos de la democracia”, que liberara a los presos políticos, que hiciera bajar la pobreza, que pusiera plata “en el bolsillo de la gente”, que no arrugara ante los patoteros de “el campo” ni ante las corporaciones que se comen el país.
Seamos claros: un gobierno que está por llevar al cincuenta por ciento el índice de pobreza no puede decir de sí que es peronista. El peronismo es dar trabajo. Eliminar el hambre y la indigencia. Ahora abrieron la canilla y reparten algo de plata. Pero el votante no es tonto. Lo hacen para mejorar sus números en las elecciones de noviembre. Estas medidas son buenas pero tienen un aire oportunista que cualquiera detecta. ¿Por qué no las largaron antes de las elecciones? Así, tal vez habrían ganado.
Ahora hay que levantarse del polvo y volver a la superficie, a los conflictos de la política y enfrentarlos apretando los dientes. Cada día que Milagro Sala sigue en cautiverio es una derrota. La militancia tiene que volver a la superficie. La pandemia aún sigue, es cierto. Pero el hambre también. Y un niño mal alimentado tiene marcado su camino de perdedor. Es la existencia destino. Se nace condenado a la pobreza. El peronismo ha sido y es muchas cosas, de acuerdo. Su identidad es azarosa. Pero tiene algunos elementos axiales. Sin ellos no es lo que debe ser. Peronismo con hambre no es peronismo.