“Hombre de castañas. Vamos, entra hombre de castañas. ¿Tienes castañas para mí hoy? Muchas gracias”, entona un coro infantil al final del primer episodio de El caso Hartung (disponible en Netflix). La canción, entre cándida y torva, refiere a elemento simbólico más inquietante del thriller: un humanoide, sin pies ni manos, hecho con dos frutos otoñales y cuatro palitos. Esa figura es la que aparece al lado de los cadáveres de la obra creada por Søren Sveistrup, uno de los padres putativos del “nordic noir”. Los seis episodios de este producto llenan todos los casilleros del subgénero que, con sus tropos, ambientes y remakes, ha cruzado mucho más allá del mar Báltico.
El danés, además de guionista de Forbrydelsen y productor de la versión estadounidense (The Killing), publicó recientemente una novela sobre la que se basa el thriller. También se encargó de la adaptación seriada. Por un lado, está la investigación de Naia Thulin (Danica Curcic) y su compañero, Mark Hess (Mikkel Boe Følsgaard). Ambos deben resolver el truculento homicidio de una mujer que encontraron mutilada en un bosque. El punto es que las huellas dactilares de una niña aparecen impresas en la escena del crimen. Y para enturbiar más el asunto, esas marcas corresponden con la hija de la ministra de asuntos sociales, Rosa Hartung (Iben Dorne), desaparecida y dada por muerta desde hace un año. La serie intersecta así dos grandes arcos y herramientas narrativos: la tragedia de la familia que le da nombre a la ficción más la pesquisa de los dos agentes obligados a trabajar juntos. Y los occisos, acompañados por esas esculturas hechas a mano, germinarán por todo Copenhague.
¿Una pragmática mujer al frente del caso? Por supuesto. La protagonista pertenece a ese club de investigadores insondables con Saga Norén (Bron/Broen) y Sarah Linden (Forbrydelsen) como socias vitalicias. ¿Un ambiente opresivo y afónico afín a los traumas de los personajes? Tildado. ¿Comentarios que rompen con la idílica imagen del bienestar nórdico explorando un colectivo más espeso? El caso Hartung cumple eficaz y administrativamente con los requisitos del policial surgido de esa parte del globo. El responsable confesó que, gracias a The Killing, hizo un curso intensivo en el género policial aunque su intención fuera la de usar sus armas para trascender los límites del mismo. “Es un buen motor para eso. Me interesaba mucho el proceso para superar la pena”, explicó el autor al publicar su libro.
Otro de sus sellos aparece en el rol otorgado a los niños en tanto víctimas y catalizadores del relato. De hecho, según la tradición danesa, los más pequeños van al bosque a recoger castañas y hacer sus muñequitos como ofrenda al espíritu del otoño. “Los hombres de castaña tienen algo siniestro por cómo se los confecciona. Hay que cortar las piezas y juntarlas. Es macabro. Me pregunté entonces, ¿quién es el hombre de las castañas?, ¿es amigo de los niños o todo lo contrario? En este tipo de historias el malo es un personaje que te hiela la sangre. Pero incluso los malos son seres humanos que durante una etapa de su infancia formaron su personalidad con estos juegos. A veces salen bien, pero en otras su personalidad queda deformada. Y eso es lo que desata la trama. El hombre de castaña puede ser un gran antagonista”, explicó el hacedor de esta galletita danesa que huele a podrido.