Los personajes centrales del superclásico fueron tres: Fernando Rapallini y Agustín Rossi, por lo que hicieron mal, y Julián Alvarez, por lo que hizo bien, tan bien que se constituyó por lejos en el mejor jugador de la cancha.
El árbitro quedó envuelto en la polémica por tempranera expulsión de Marcos Rojo, por doble amarilla cuando se cumplían 20 minutos de juego. En la primera amonestación el central de Boca fue muy fuerte a barrer a Braian Romero y pareció golpearlo feo, pero en las repeticiones de la jugada se ve claramente que recoge la pierna. “Igual se lo lleva puesto”, argumentan quienes defienden la sanción del árbitro, pero lo cierto es que no dio sensación de justicia ese fallo. Ocurre que en el manejo de la maldita ley de las compensaciones, poco antes Rapallini había amonestado a Enzo Pérez y en la intención de mantener el partido a rienda corta se apuró con Rojo. Y sobre el pucho el defensor de Boca sin tomar nota que había sido amonestado lo cruzó muy fuerte a Palavecino. Grave error.
Con la primera amonestación encima debió cuidarse más. “Demasiado riguroso también en esta”, dicen los de Boca. “Rojo juega todas al límite y fue bien echado”, dicen los de River. El ex jugador de Estudiantes tiene pocas expulsiones en su carrera, pero en las últimas fechas se había mostrado muy recio, acaso confiado en la portación de camiseta grande. De todos modos algo de culpa debe haber experimentado el árbitro porque desde el momento de la expulsión y hasta el final del partido cobró a favor de Boca casi todos los choques y se mostró permisivo con algunas infracciones de Advíncula y Campuzano. En la previa, los periodistas que suelen cubrir la información de la intimidad de River coincidieron en señalar la preocupación del plantel por algunos fallos arbitrales en contra en recientes partidos. Esta semana se van a quejar los de Boca.
Agustín Rossi fue una de las claves del partido, especialmente por el primer gol. ¿Era difícil el tiro de Julián Alvarez? Sí. ¿Inatajable? No. Rossi estaba adelantado, pero no tanto, la pelota no fue al ángulo, pudo ofrecer otra resistencia. Es probable que algo lo haya encandilado o que le pifió feo al cálculo, pero lo concreto es que cayó hacia atrás, dentro del arco, cuando la pelota ya se había metido.
En los últimos partidos, el arquero de Boca no estaba mostrando una gran seguridad y se lo vio salir mal, a destiempo en más de un centro cruzado y cometiendo alguna falta que no le cobraron. En el clásico redondeó la mala tarde con un rechazo débil en la jugada que dio origen al segundo gol, aunque su responsabilidad en esa acción no fue tan grande como la del primer gol. Después, en el segundo tiempo agregó una salida en falso, que no tuvo consecuencias.
De todas maneras sería injusto con River creer que las razones principales de su victoria pasan por el árbitro y el arquero rival. El equipo de Gallardo fue superior en casi todos los aspectos del juego. Y además lo tuvo a Julián Alvarez, que atraviesa un momento fenomenal. Aun en los momentos en que el equipo muestra dificultades para generar jugadas de gol, su figura emerge para marcar diferencias. En el primer gol, más allá de la ayudita de Rossi, hizo una jugada fantástica encarando en tres cuartos de cancha con una gambeta para salir de la primera marca y un hermoso enganche con la zurda antes del remate de derecha. Y en el segundo gol, entrando como un típico centrodelantero, lo primereó a Izquierdoz en el centro bajo y tocó la pelota con suavidad lejos de Rossi.
Julián Alvarez está jugando maravillosamente bien en este tramo del campeonato. Gambetea y pasa, toca con precisión, muchas veces se hace eje del circuito de toque aunque en la cancha estén De la Cruz y Palavecino, se mueve bien afuera y adentro y se anima a pegarle a la pelota de media distancia. Sus grandes actuaciones hicieron olvidar todo lo que le aportaba al equipo Matías Suárez en dupla con Braian Romero en el inicio de este torneo. Hoy el as de espadas de Gallardo.