Si estuvieran entre nosotros, caminarían hacia la cancha por las mismas calles de Parque Patricios. En bajada desde Colonia hacia Amancio Alcorta o entre los galpones de Zavaleta hasta el cruce con Masantonio. Ellos no están, pero están. De mil maneras y también por el Globo. Huracán decidió aproximarse a sus vidas de un modo reparatorio. Este martes les entregará el carnet que les devuelve la condición de socios a sus hinchas desaparecidos. Porque hubo una dictadura genocida que no consiguió su objetivo. Donde quiso sembrar olvidos y suprimir identidades, cosechó memorias y provocó el efecto contrario. Una indetenible marea de historias que lograron completarse, desde un club, como en este caso. Un pequeño libro las sintetiza, nos explica que ahí donde hay un desaparecido hubo sueños, compromiso, militancia, familias destruidas que los buscaron, que se siguen sosteniendo en sus recuerdos.
Huracán y su gente convocan al acto a las 18.30 en el estadio Tomás A. Duco –el Palacio, como lo llaman sus hinchas– para restituirles “los carnets a socios detenidos-desaparecidos y asesinados por el Terrorismo de Estado”. Se presentará el libro cuyos textos compilaron Juan Manuel Navoni, Leandro Moreno, Pablo Zisman y el inagotable Néstor Vicente. El prólogo es de Taty Almeida, referente de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. La presentación de David Garzón, el presidente del club. Participarán del homenaje el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Horacio Pietragalla, y el legislador porteño Claudio Morresi, hermano de Norberto, desaparecido en 1976 y cuyos restos fueron encontrados trece años después.
Hace bien en recordar Garzón que “fue el club Banfield, el que en octubre de 2019, abrió el camino a la restitución de la condición de asociados” a detenidas y detenidos-desaparecidos o víctimas del terrorismo de Estado. En los dos años que siguieron hasta ahora, hubo otras asociaciones civiles que repitieron el gesto. Instituciones que gobernadas por sus socios hacen posible lo que no sería posible si tuvieran propietarios y/o accionistas. Aún con todos sus problemas, sus avances y retrocesos, sus éxitos y fracasos deportivos, los clubes son una fuerte reserva de identidad. Lo demuestra Huracán con un solo detalle, entre otros. Su Subcomisión de Cultura, Historia y Derechos Humanos tiene 26 integrantes. No es la de fútbol donde muchos quisieran estar. Es la que investiga y difunde la memoria quemera. Ésa que ahora toma nuevo impulso porque las vidas de ocho seres, todos identificados con el Globo de Parque Patricios, siguen completándose con muchos domingos de fútbol y militancias que los unieron. La voz de sus familiares, compañeros y amigos nos transportan hacia ellos.
Norberto y Claudio Morresi pasaron del baby-fútbol del club Bristol a Huracán. Irma y Julio los criaron en una familia peronista. El 23 de abril de 1976 al mayor de los hermanos lo secuestraron en un operativo cerrojo junto a su compañero Luis Roberto. Llevaban el diario Evita Montonera a la parroquia de la villa 21. Los mataron ese mismo día. Sus restos se los devolvieron a los padres en julio de 1989. Claudio siguió la carrera deportiva que tal vez hubiera continuado Norberto, aunque como dice el ex jugador de Huracán, River y Vélez en el libro “cambió los botines por la militancia en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y las gambetas por la ayuda a sus compatriotas más necesitados que se hacinaban en las llamadas villas de emergencia”.
Takashi es Oscar Oshiro. También jugó en las divisiones inferiores de Huracán. Sus padres eran japoneses de Okinawa y atendían la tintorería de Nueva Pompeya, Gran Tokio. “Era una persona muy sencilla, simple, militante y muy alegre. Le gustaba mucho el tango…”, lo describen en el libro. Ingresó al PC, estuvo en la FEDE, pero en 1967 lo expulsaron y se pasó al PCR (Partido Comunista Revolucionario). Recibido de abogado, se dedicó al derecho laboral, a la defensa de trabajadores. La Triple A lo identificó como blanco posible y en 1975 sufrió un atentado. Sobrevivió a los esbirros del ministro López Rega pero no a la dictadura. El 21 de abril de 1977 lo secuestró un grupo de tareas. Lo sobrevivieron Beba, su compañera y sus hijos Leonardo y Gabriela.
“Toda esta angustia la guardé por muchos años, y se transformó en un proyecto artístico multidisciplinar en el 2016. Porque quería buscar respuestas a mis preguntas y entender una tragedia sin sentido. Lo que sé hacer es crear nuevas imágenes de la nada, pintar o dibujar retratos de mi papá es como reencontrarlo, como poder volver a verlo delante de mío”, dice Gabriela de su obra, más vívida que mil fotos.
Norberto Palermo, uno de los ocho homenajeados, se crió en una casa de la calle Rondeau con tres gallineros. Su abuelo era el asociado número 5 de Huracán. Su papá referí de fútbol los fines de semana. A Beto le encantaba escuchar a Ringo Bonavena contar anécdotas en la sede del club sobre avenida Caseros, a donde iba seguido porque era socio. Su desaparición durante el gobierno de Isabelita fue un preaviso de lo que vendría con el golpe del ’76. Lo secuestraron a la salida de Campo de Mayo donde hacía la colimba el 14 de octubre de 1975. Estudiaba psicología y soñaba con la revolución socialista. Su papá Bruno lo buscó durante años. Su mamá Lydia murió de tristeza al poco tiempo que se lo llevaron.
Pablo Reguera, Jorge Gurrea y José Sanabria militaban en la Unidad Básica Mártires de Trelew. El primero desapareció en la esquina de la sede social, Caseros y 24 de noviembre, el 13 de enero de 1977. Su hermana Silvia recuerda que en la hinchada hicieron una bandera que salió fotografiada en un diario después de un partido del Globo. Decía: “Dónde está Pablito”. A Gurrea, alias Tito, lo conocían más por el Sonata. Referente barrial y político, era respetado y querido en Patricios, donde caminaba sus calles adoquinadas, siempre dispuesto a dar una mano. Desapareció el 15 de julio del ’76. A Joselo, el Negro Sanabria, lo secuestraron en el año del Mundial ’78 (el 18 de abril). Hijo de un obrero ferroviario, en el libro lo recuerda su hijo Pablo con una anécdota: “…en el partido que el Globo juega contra el Santos de Pelé para festejar el campeonato, fue a vender helados para poder estar en la cancha”.
Daniel Vázquez fue al mismo colegio que Norberto Morresi, el N° 1 Bernardino Rivadavia. Fue socio cadete 18890, como se ve en su carnet reproducido junto a otros documentos en el trabajo que publicó Huracán. Militó en la JP y Montoneros, cayó preso trece días antes del golpe del ’76 y lo liberaron en la víspera de la cárcel de Devoto. Desapareció en Boedo el 27 de marzo de 1977, con 26 años. Nunca más se supo de él, ni siquiera el mínimo dato de su paso por un centro clandestino de detención.
La historia de Eduardo Luis Vicente, maestro de escuela y vecino de Nueva Pompeya, trascendió el ámbito de los clubes y el fútbol. Su padre Luis fue un gran deportista. Boxeador, ciclista, maratonista y campeón argentino de atletismo. Corrió carreras hasta bien entrados los 80 años con la camiseta del Globo. Decía que hacerlo lo ayudó a sobrellevar la tragedia de su hijo. Hoy dos escuelas llevan el nombre de Eduardo: la número 2 de Larrazábal 5430 y el Centro de Formación Profesional docente N° 14 de Bartolomé Mitre 1984. El 10 de marzo del ‘77 a Vicente lo asesinó una patota militar. Dejó como recuerdos su militancia en CTERA, su compromiso social, sus poemas, cuentos para niños y niñas que su hermana compiló en un libro que se presentó en la Feria de Palermo en 2010.
Huracán se hace camino al andar como otros clubes que lo precedieron en el reconocimiento a sus socios e hinchas desaparecidos. Todo está cargado en la memoria, arma de la vida y de la historia, cantaría León Gieco en homenaje a todos ellos.