A Ruth la pandemia la agarró viviendo en Villa Ballester con sus tres hijos y varios trabajos informales. Limpiaba seis casas particulares, en ninguna de las cuales estaba registrada; vendía productos por catálogo; cuidaba a su sobrino de dos años; y hacía tratamientos de alisado para el pelo. A Ruth el aislamiento la agarró sin ingresos pero con costos fijos para mantener su hogar, así que tuvo que endeudarse para pagarlos. Acudió al pago mínimo de la tarjeta, le pidió efectivo a una amiga para la comida, pagó el alquiler con el IFE y tomó un crédito en una billetera virtual para gastos cotidianos como recargar la SUBE cuando se pudo empezar a circular.
Ruth es una de las tantas jefas de hogar que amortiguaron a través de deudas por diferentes fuentes el impacto socioeconómico de la pandemia. El 50 por ciento de los hogares recurrieron al pedido de préstamos a familiares y conocidos, el 45 por ciento de hogares solicitaron (además) préstamos a bancos; y aquellos que no aplicaban al sistema formal apelaron a la compra a través del fiado (35 por ciento), créditos en financieras (25 por ciento) y préstamos estatales como Anses y a tasa cero para monotributistas (28 por ciento).
El endeudamiento de los hogares medios y bajos es una de las herencias más pesadas de la pandemia y el estudio sobre dinámicas de endeudamiento de familias que llevó adelante el Instituto de Altos Estudios Sociales (Idaes) de la Universidad de San Martín bajo la coordinación del sociólogo Ariel Wilkis traduce algunos de sus efectos. Sobre todo, hace foco en la profundización de las desigualdades: de género, ya que fueron sobre todo las mujeres quienes tuvieron que gestionar las deudas del hogar; de vivienda, ya que quienes alquilan estuvieron más expuestos al endeudamiento; de inserción laboral, porque los trabajadores sin ingresos regulares y quienes sí los tienen pero se ven más afectados por la inflación se endeudaron más; y de inserción y trayectoria financiera, teniendo en cuenta que los hogares con menos ingresos se endeudaron con instrumentos de crédito más costos y con todo tipo de riesgo.
La pandemia acrecentó el rol del Estado como acreedor de las familias que dejaron de pagar servicios e impuestos o porque obtuvieron créditos subsidiados. Las transferencias monetarias de emergencia, créditos y deudas con el Estado, como el atraso de pago de impuestos y servicios, financiaron gastos cotidianos y pago de deudas. En sectores de bajos ingresos creció el trueque y la venta de bolsones de mercadería como estrategias de obtención de ingresos para evitar las deudas. En efecto, alrededor del 70 por ciento de los hogares solicitaron créditos para pagar gastos cotidianos como alimentos y medicamentos.
Como en la mayoría de las familias inquilinas, el alquiler constituye el endeudamiento a evitar. En la familia de Ruth ocupa el primer lugar junto con los servicios. Es que de acuerdo al informe los hogares, independientemente de su condición sociolaboral (es decir si son trabajadores formales, cuentapropistas, informales, monotributistas), jerarquizan el pago del alquiler para preservar el buen vínculo con el propietario y poder renovar. Otra jerarquía en función de pagos y deudas está organizada por el mantenimiento del financiamiento de gastos cotidianos, el pago del fiado en sectores más informales, el pago de la tarjeta de crédito en sectores más formales.
Pesada herencia
La pandemia vino a profundizar una problemática que los hogares cargan por lo menos desde el 2018, época del "pasaron cosas". Según los datos de la EPH, a finales de 2019, 1 de cada 4 familias tuvieron que usar sus ahorros o vender bienes y al mismo tiempo pedir algún tipo de préstamo para llegar a fin de mes.
"Las trayectorias de endeudamiento de los sectores populares en contexto de pandemia no fueron experimentadas como rupturas sino como continuidad con la crisis previa del gobierno de Cambiemos", afirma el estudio de Idaes. Ruth va un poco más atrás y dice que su papá “siempre fue de tener deudas también, se ve que lo heredamos. Cuando nacés pobre es algo de toda la vida. Te endeudas, te endeudás, y salís de una y te metés en otra”.
Ruth debe 20.000 pesos de tarjeta de crédito, 10.000 del celular de su hijo, 2.400 de electricidad, 2.500 a mercado crédito. Le debe 30.000 pesos a su amiga y tiene un crédito en Anses: "A veces pediría un préstamo grande, pagaría todas mis deudas y me quedaría con uno solo. Viste cuando la pensás y decís: por lo menos pago uno solo? Y no ir pidiendo plata por todos lados. Pero bueno, yo creo que el estar endeudado es algo de la vida”, se responde a sí misma.
Para los sectores medios, en cambio, el crecimiento de las deudas para gastos cotidianos implicó que sean considerados "sin sentido". Es decir que sean percibidas como deudas que no mejoran la calidad de vida o permiten alguna inversión, sino que simplemente ayudan a llegar a fin de mes.
En cualquiera de los dos casos, la perspectiva no es muy prometedora: el 57 por ciento compromete más del 50 por ciento de sus ingresos en pagar deudas y más de la mitad de los hogares encuestados consideran que seguirán teniendo problemas para pagar sus deudas contraídas.