Jorge Pastor Asuaje había conocido a Jorge Julio López cuando militaban en la unidad básica Juan Pablo Maestre en el barrio de Los Hornos. López era un hombre parco y de pocas palabras entonces y Asuaje, un pibe joven. Volvieron a verse a finales de los años ‘80 después del secuestro de López y de que presenciara cómo la patota de Miguel Osvaldo Etchecolatz asesinaba a sus compañeros de militancia. Algo en ellos había cambiado. “Él tenía necesidad de hablar y yo me sentía en la obligación de escucharlo”, relató Asuaje ante los jueces del Tribunal Oral Federal (TOF) 1 de La Plata que juzgan a Etchecolatz y a Julio César Garachico por lo sucedido con siete personas que estuvieron secuestradas en el Pozo de Arana y cuyos casos fueron denunciados por López antes de su segunda desaparición.
Durante su declaración, Asuaje reconstruyó los años de militancia en Los Hornos y cómo fue el después del exterminio, cuando quedaban pocos testigos de esos años de compañerismo y discusiones en la casilla en la que funcionaba la unidad básica. Habló de cómo la memoria de López retuvo siempre los detalles para contarlos ante la justicia, y que hoy se esté llevando adelante este juicio contra los dos represores.
Asuaje se había hecho amigo de Ambrosio De Marco cuando entraron al Colegio Nacional de La Plata. Los dos venían de un barrio y los unía la pasión por el fútbol, pese a que Asuaje era de Estudiantes y Ambrosio de Gimnasia. A principios de los ‘70, la discusión era plantearse “hacer algo”. Recordó la ida a Ezeiza para esperar a Juan Domingo Perón, junto con Norberto Rodas, un pintor del barrio y los primeros tiempos de la conformación de la unidad básica, cuando convocaron a todos los vecinos de Los Hornos a sumarse. López fue uno de los que acudió. Para los pibes universitarios, la discusión con López y con Rodas a veces era difícil. Ellos tenían en la memoria lo que había sido el primer peronismo y cómo les había cambiado las vidas.
En la sala del tribunal, Asuaje también contó que fueron ellos quienes pidieron que fuera una compañera de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) para que trabajara con las mujeres del barrio. Así llegó Patricia Dell Orto y Ambrosio se enamoró perdidamente de ella. “Ambrosio tardó en declararse”, contó Asuaje mientras la abogada querellante Guadalupe Godoy lanzaba una carcajada. “Lo presionamos hasta que se terminó casando”, agregó.
Para fines de 1974, la unidad básica tuvo que cerrar, aunque la militancia continuó por otras vías. Asuaje pasó a militar en otro barrio pero mantuvo el contacto con sus amigos Ambrosio y Patricia, así como también con Rodas. En octubre de 1976, hubo una primera redada en Los Hornos en la que se llevaron a Rodas y a López, entre otros. Asuaje fue a avisarle a Alejandro Sánchez, otro vecino que era “un santo”. Al tiempo se enteró que se los habían llevado a Patricia y a Ambrosio, que tenían una bebita de 25 días, y después supo del secuestro de Alejandro.
Si bien en esos años tuvo la información de que podían estar en el campo de Arana, no había certeza. Para entonces, la única certeza era la muerte. “Sabíamos que no había esperanza”, dijo.
Ya entrada la democracia, un día fue a la casa de su suegro y se encontró a López haciendo trabajos de albañilería. Era un día gris, de otoño o de invierno, pero los dos viejos compañeros se escabulleron en un jardincito y hablaron. “Yo los daba por muertos a mis compañeros, pero no sabía qué había pasado”, confesó Asuaje. “López me contó con detalles lo que contó siempre”. Lo que contó siempre fue cómo los asesinaron y cómo Patricia rogaba que no la mataran porque quería criar a su hijita.
Con los años, Asuaje acercó a López al padre de Patricia para que le contara qué había pasado con ella. “Ahí empecé a tener contacto con más asiduidad”, dijo el amigo al que López le dejó los manuscritos con sus memorias de los días de cautiverio.
Cuando le preguntaron a Asuaje si quería agregar algo, se soltó: “Yo del señor Etchecolatz creo que es un monstruo. Me da más pena que odio. Me parece muy triste cómo ha desperdiciado su vida. Pero Garachico debe saber algo de lo que pasó con López en su segunda desaparición”.
Etchecolatz y Garachico --que se escapó después de que López lo mencionara en 2006 antes de desaparecer-- son los únicos acusados en el juicio que comenzó el 30 de agosto pasado y cuyas audiencias están espaciadas cada dos semanas. En las últimas horas, los querellantes le reclamaron al tribunal que brinde un cronograma de cómo continuará el proceso.