Desde Roma

El Tribunal de Justicia del Vaticano absolvió este miércoles a dos religiosos acusados de abusos sexuales en el Preseminario San Pio X -ubicado dentro del territorio vaticano-, el sacerdote Gabriele Martelli de 29 años y el ex rector de esa institución, Enrico Radice de 72 años. Se trata de la primera instancia de la justicia vaticana y quienes los acusan podrán apelar. La sentencia del Tribunal vaticano, difundida por la oficina de prensa vaticana, estableció que Martinelli no es punible en relación a hechos supuestamente ocurridos hasta el 9 de agosto de 2008, porque tenía menos de 16 años, y que sobre las acusaciones referidas a años posteriores al 2008 es absuelto por insuficiencia de pruebas. Sobre la acusación de “corrupción de menores” no puede ser castigado penalmente por prescripción del delito. Para el caso de Radice, la sentencia estableció igualmente que las acusaciones contra él han prescrito o no subsisten.

El Promotor de Justicia del Vaticano -equivalente aproximadamente al fiscal en la justicia común,- había pedido para Martinelli -supuestamente el violador- una condena a seis años de cárcel y cuatro años de cárcel para Radice, quien supuestamente lo habría cubierto siendo el rector del instituto.

La decisión del Tribunal vaticano, que por primera vez en la historia realizaba un juicio por abusos sexuales ocurridos allí, causó sorpresa en ambientes que esperaban condenas puesto que durante el juicio hubo tremendas declaraciones de varios de los supuestamente abusados o de quienes fueron testigos de los hechos. Eran, sobre todo, estudiantes del Preseminario, una institución frecuentada por jóvenes de escuelas secundarias de todo el mundo y donde se les ayudaba a decidir si dedicarse o no al sacerdocio. Mientras están en el Preseminario, los jóvenes se desempeñan como monaguillos en las celebraciones de la Basílica de San Pedro. Por eso el Preseminario es conocido también como “la escuela de los monaguillos del Papa”.

La última de las 13 audiencias de este juicio se realizó en el mes de julio, y entonces el presidente del Tribunal, el juez Giuseppe Pignatone, subrayó que “todas las contribuciones a este juicio han sido muy importantes y ahora estamos en condiciones de decidir”.

En las últimas audiencias, las dos defensoras de los acusados, las abogadas Rita Baffioni y Emanuela Bellardini, hicieron una síntesis de los argumentos que, según ellas, hacían no creíbles la declaraciones de los presuntos abusados. Bellardini es además la abogada de la Opera Don Folci, un organismo de la diócesis de Como (norte de Italia, cerca de Milán) que tenía a cargo el Preseminario. Según las abogadas no había pruebas creíbles y las palabras de los testigos hacen evidente, dijeron, que no subsiste la hipótesis de un delito.

Uno de los testimonios más impresionantes fue el de LG, dos iniciales con la que se prefiere llamar a la presunta víctima que no quiere revelar públicamente su nombre. LG contó que fue abusado por Martinelli, que en ese entonces era un seminarista y luego consagrado sacerdote, desde que él tenía 13. Todo empezó a fines de 2006 y duró hasta 2013. LG contó que Martinelli se metía en su cama mientras él dormía y que los demás chicos del dormitorio dormía o fingían dormir cuando él estaba ahí. “Las relaciones sexuales propiamente dichas se hacían en una habitación de las que Martinelli se había apropiado y que era llamada “la farmacia” pero también en la habitación del sacerdote.

Los jueces le preguntaron por qué nunca reaccionó o gritó. LG dijo que cuando Martinelli entraba en la habitación él trataba de alejarlo haciendo ruidos con los cajones de la cómoda o dando golpes a la pared. Martinelli entonces se iba pero volvía después de un rato. En 2009 decidió hablar con el rector Radice, pero no entró en demasiados detalles y Radice no le creyó. “Ahora, a los 30 años, me siento culpable por no haber sido más claro”, dijo. Pero LG no fue el único caso aparentemente. En el juicio también salió a relucir un compañero polaco del Preseminario, que también dijo haber sido abusado y empujó a LG para que contara su historia.

El Papa Francisco y los abusos sexuales

Aunque esta sentencia no se puede considerar todavía como definitiva ya que los denunciantes pueden apelar, por ahora no ha habido ninguna reacción de parte del papa Francisco quien ha impulsado todos estos procesos, tanto por abusos como por malversación de fondos, para hacer que las actividades de la Iglesia sean cada vez más transparentes. Para eso en junio pasado, Francisco suprimió una serie de normas que impedían procesos dentro del Vaticano, como una que impedía la realización de un juicio en territorio vaticano si la persona ofendida no había presentado la denuncia en el término de un año desde el momento de los hechos, cosa que en caso de abusos sexuales raramente se puede verificar ya que por temor o por vergüenza los abusados necesitan mucho tiempo para madurar su capacidad de denuncia. Otra decisión importante fue la supresión del llamado “secreto pontificio” que obstaculizaba las denuncias y procesos contra los abusadores y quienes los han encubierto.

El Papa intensificó así su campaña de “tolerancia cero” respecto a los abusos sexuales por parte de miembros de la Iglesia. Y eso permitió que algunas conferencias episcopales sacaran a relucir muchos casos que hasta ese momento no se conocían.

Uno de los escándalos mayores en este sentido es posiblemente el revelado esta semana gracias a un estudio llevado a cabo por expertos pero ordenado por la Conferencia Episcopal de Francia. El estudio, que comprende entrevistas, análisis estadísticos y otros datos, dijo que en los últimos 70 años, es decir desde 1950 a 2020, entre 2.900 y 3.200 sacerdotes han abusado sexualmente a niños y jóvenes. La mayoría de las víctimas eran de sexo masculino entre 10 y 13 años, precisó el informe de 2.500 páginas. La cifra de víctimas sería de 330.000 si se incluye los abusados por profesores de religión y personal laico de la Iglesia, entre otros.

En la audiencia general de este miércoles, en referencia a ese informe el papa Francisco dijo que “este es el momento de la vergüenza”. “Deseo expresar mi tristeza a las víctimas, mi dolor por los traumas sufridos, pero también mi vergüenza, nuestra vergüenza” por la “demasiado prolongada incapacidad de la Iglesia de poner este tema en el centro de sus preocupaciones”, añadió Francisco.