Un artículo periodístico me movilizó a realizar en siguiente pensar en presencia del lector. Me hizo a acordar a mi infancia. Parte de mi familia era española, con dos líneas bien diferenciadas. Los andaluces -familia de mi abuela materna- y los salamanquinos -de mi abuelo materno. Estos últimos de un habla más purista por pertenecer a Castilla la Vieja o algo así solía explicarme mi madre, ante mi fallida imitación del acento que mi abuelo aún conservaba. 

Lo cierto es que mi familia italiana por aquellos tiempos ponían un valor significativo en la instrucción formal y las “correctas maneras de hablar” nuestra lengua. Veían con horror y al borde del desprecio expresiones como "la calor". Esta mirada estaba direccionada hacia el mismo lugar que me inculcaba la escuela a mí. Por lo tanto mi mirada también era despreciativa hacia esta y otras expresiones lingüísticas.

Evidentemente, allí se estaba jugando un punto de tensión en ese supuesto tironeo lingüístico. En donde el pueblo hablaba desde sus construcciones populares, sus miradas, sus presencias psíquicas y sociales en un supuesto error entre la relación del artículo y el sustantivo. Más allá de esto, que parece de forma, ocultaba un fondo colonizante ya que la lengua nos constituye y nos determina a la hora de definir el mundo, emitir juicios y expresarnos desde adentro al otro, en definitiva, transformarnos en sujetos, sujetados a una cultura que se define en la tensión entre el arriba y el abajo.

Esta colonización de mi cabeza como la de tantos, caducó cuando comenzaron, en ese punto de tensión, a prevalecer ciertos lugares discursivos menospreciados hasta entonces. Hasta que ya en años de mi primera juventud, la RAE consideró correcta tanto "la calor, como el calor", por lo tanto rescata del vulgo expresiones que consideraba equívocas, debido a su mirada “realista”.

Ese artículo menciona otras lenguas, pero sinceramente de eso no puedo hacerme cargo, no las hablo, no las entiendo, no las escribo. Sólo fui constituido sujeto desde el habla ríoplatense que solo tiene algunas similitudes gramaticales y ortográficas y divergencias, en los mismos campos, con la española producto de la dinámica social, conjugadas en la lucha de clase y en el anclaje sometedor de un estado de conquista perpetuado a lo largo de más de quinientos años.

Es tan importante la lengua en la determinación de los sujetos humanos, como la construcción política de los pueblos, que desde su visión realista cuando ellos lo creyeron nos aceptaron en nuestros barbarismos y lunfardos denunciando en esa actitud, un punto de poder sometedor con estas territorialidades. Como dijo alguien alguna vez: “Se llevaron el oro y la plata, y nos dejaron la biblia y la lengua española”. Y una denominación “América”, que nos esclavizó en el vínculo hasta nuestros días. Aquí se plantea un punto de tensión que sobrepasa la idea de lo correcto o incorrecto, ya que quien lo determina es el sometedor.

Resulta que la RAE, delegada lingüística del Reinado de España, figura institucional que persiste en el error de negar el concepto de república y obviar la revolución francesa y la posterior República Española en manos de la dictadura franquista, previo avanzar sobre los pueblos de esta territorialidad, poniendo en tela de juicio, lingüísticamente, la manifestación libre de expresar estos nuevos vocablos: Todes, les, amigues... a los que adhiero y utilizo cuantas veces puedo, ya que me estoy desconstruyendo a los golpes, como autito chocador, ante la realidad que se me presenta, intentando vivir y no sobrevivir en esta época. Mientras intelectuales y periodistas, de estas territorialidades, cipayos políticos introducidos en el campo de la lengua y la comunicación, presentan quejas de estos nuevos vocablos, inclusive uno de los nombrados, haciendo uso de honras, ya en su momento deshonradas, dándole la espalda al dolor de estas territorialidades desmembradas y sometidas.

Llamaron a la mesa de las críticas infundadas, a una clase media –denominada por ellos- ilustrada y esnobista, que pretende, por supuesto para ellos, destruir una lógica lingüística por el absolutismo RAE; instalada hace muchas décadas, fortalecida en su accionar por el poder de la Corona Española. Prefiero inclinarme a pensar a esa clase media, no como esnobista, sino como una vanguardia, ya que estos críticos pretenden atarla a una lógica descalificadora de su propia acción. El concepto de vanguardia, lo pienso como el camino del entendimiento para encontrar el punto de tensión, oculto detrás de cambios supuestamente lingüísticos.

De la vanguardia se espera que detecte los puntos de tensión en cualquier ámbito y momento histórico, y sobre este punto de tensión, instalar un dispositivo que sirva al análisis y posterior ruptura de la situación. Estos instrumentos deben estar focalizados a la deconstrucción de las estructuras, que permitan la resolución respetuosa de esos puntos de tensión. Se ha dado en el arte, en la política y en lo social a lo largo de la historia de la humanidad.

El género no es algo binario, nunca lo fue. La necesidad de expresar el sentir de nuestra sexualidad nos ha llevado a las lágrimas interiores, al sentirse culpable, al estar fuera de la norma.

Hoy les jóvenes militantes de una sexualidad amplia libre y plena, como respetuosa e integrada, han establecido este mecanismo político para que exista un camino de expresión del sentir interno.

¿Nos es fácil aceptar esto? Claro que no. Sesenta años de decir nenas y nenes como modo binario de reproducir una normativa excluyente de todo los otros sentires nos produce acciones reactivas y muchas veces reaccionarias como la del amigue Vargas Llosa, un verdadero camaleón político, o la RAE, que aún posee la mirada realista del mundo y por supuesto del idioma, atropellando a los lenguajes de nuestras territorialidades y las del interior de su reinado.

Por último, las reglas en los procesos revolucionarios son difusas, luego esos cambios pueden caer en el aburguesamiento de la acción entendiendo que debe existir una regla que se construirá generando en los futuros jóvenes un nuevo mecanismo revolucionario que desarmará lo hecho, a veces hacia adelante otras hacia atrás, es el movimiento lógico de la historia.

En todo esto existe una lógica de sometimiento que necesita ser desconstruida en función de una organización igualitaria e inclusiva de la sociedad. El único discurso debe ser desenmascarado y sobre todo detectar los diversos mecanismos de exclusión, para desinstalarlos y generar una conciencia social suficientemente formada.