Cuando en 2011 el ex sacerdote cordobés Adrián Vitali participó del libro Cinco curas: confesiones silenciadas, se encontró con una situación recurrente: en cada una de las presentaciones públicas hechas en las distintas ciudades del interior del país, quienes se acercaban para hablarles de la vida parroquial local, mencionaban a algún cura abusador que había sido protegido y trasladado, sin ser denunciado nunca. La insistencia en el tema lo impulsó entonces hacia la investigación que tomó forma en su reciente libro El secreto Pontificio, donde expone testimonios de les sobrevivientes de abuso eclesiástico y analiza los pactos internos y las razones filosóficas y antropológicas que siguen echando, papado a papado, un manto de silencio sobre el entramado perverso. “Descubrí un mundo subterráneo -cuenta Vitali-. Me llevó nueve años intentar explicar por qué sucedieron estas cosas. La tesis del libro es que mientras la Iglesia no cambie su posición antropológica acerca del cuerpo: que es malo y el alma buena, los casos se van a seguir sucediendo”.
En tu libro decís que la Iglesia pretende asociar los abusos a la homosexualidad, ¿cómo se articula este pensamiento?
-Para intentar dar respuesta a la pederastia responsabilizan a la homosexualidad. La verdad es que los casos que se dan son de heterosexuales. El obispo Castrillón, responsable del clero a nivel mundial durante el papado de Juan Pablo II, felicitó al obispo Pierre Pican, de Francia, por no denunciar a uno de sus curas abusadores y terminar tres meses en la cárcel. Castrillón se manifestó orgulloso de Pican. Esta concepción antropológica concibe al cuerpo como malo, entonces, hay que purificarlo haciéndolo sufrir, lo importante es salvar el alma. Acá está la distorsión de la Iglesia, que asocia la pederastia con la homosexualidad porque la considera una impureza del cuerpo, y no con una desviación de la heterosexualidad.
Vos fuiste sacerdote, ¿qué pasaba si tenías deseos sexuales siendo seminarista, cuál era la respuesta de la institución?
-Desde que ingresé al seminario hasta que salí, nunca hice uso de mi sexualidad y tenía todos los meses un sueño erótico con una polución nocturna. Como me sentía siempre en pecado, me confesaba. Y al ser recurrente, me dieron de penitencia el cilicio: un cinturón con púas que me ponía en la cintura, debajo de la ropa para que el dolor me ayudara a evitar la excitación. Yo lo escondía debajo de la cama porque me daba vergüenza que alguien lo viera, pensaba que esto me pasaba solo a mí. Nunca me funcionó. Ni el dolor puede frenar la vida sexual de un cuerpo condenado a no ser usado. La biología no tiene credo. Cuando entrás al seminario, se supone que tenés que renunciar a tu sexualidad. Con dieciocho años ni siquiera conocés tu cuerpo ni tu sexualidad y renunciás a algo que no sabés qué es. Se suponía que el celibato es una renuncia a la mujer, pero en realidad uno está renunciando a otras opciones también. Entre ellas a la paternidad, qué es otra cosa que me fue apareciendo, una necesidad fuertísima de ser padre, pero en serio, no el padre que le dicen al cura.
Mencionaste que son usuales los traslados de los abusadores a otros lugares, ¿por qué se insiste con esto en lugar de apartarlos después de una denuncia?
-El pederasta es un perverso y sigue abusando en cualquier lugar, esto es algo que dijo el mismo Thom Doyle, un sacerdote que trabajaba en la embajada del Vaticano en EEUU. Él investigó el tema desde que empezaron a saltar los casos de abuso en Boston. Su conclusión, después de varios informes y de su entrevista con el psiquiatra Richard Sipe -que trabajó durante 20 años con curas abusadores-, es que había que echarlos porque eran unos perversos que cuando volvían a la comunidad seguían abusando. Terminaron echando a Doyle y no a los curas porque la política de Juan Pablo II era salvarles el alma.
Es llamativo que el pacto de silencio sea tan respetado en el interior de la Iglesia…
-Se sostiene porque para la Iglesia no es grave la pederastia. Tratándose solo de un pecado se puede resolver mediante la confesión. Si mostrás arrepentimiento te dan la penitencia, renovás el voto del celibato y seguís. Los curas que se arrepentían, se confesaban, los cambiaban de lugar y la vida continuada. Si tenían una recaída se lxs llevaban a una casa de reclusión (en el libro sostengo qué son las cárceles de la iglesia), para recuperar la vida espiritual. Porque para la Iglesia el pecado, sobre todo el carnal, se asocia a la tentación. Hay inclinación del cuerpo al pecado, y el único que nos puede salvar es Jesucristo. Y si uno se arrepiente, tiene el perdón de Dios, así hayas abusado de un niño o matado a una persona.
No lo consideran delito, solo pecado…
-El delito está asociado a la justicia civil y penal, el pecado a la jurisdicción de la Iglesia que es la única que lo puede absolver. Por eso prefieren poner todas las debilidades de la carne dentro de esa misma categoría. Recién ahora, con el reclamo de lxs sobrevivientes del abuso eclesiástico, se ha incorporado la pederastia. Estuvo incorporada como pecado y no como delito, incluso en el nuevo código de derecho canónico.
En tu libro mencionás un informe que mandó a pedir Jorge Bergoglio, antes de ser Francisco, sobre Grassi….
-Sí. Jorge Bergoglio pidió en 2009 un informe sobre Julio César Grassi al estudio de un jurista llamado Sancinneti, el mismo estudio que contrató en su momento Alfredo Yabrán para demostrar que era inocente. Ese documento, con el que andaba Raúl Portal por los canales diciendo que era una investigación que demostraba la inocencia de Grassi, está en Roma acreditando lo mismo. Por eso no lo han reducido al estado laical y sigue siendo cura.
¿Francisco recibió a lxs sobrevivientes del abuso eclesiástico?
-Cuando Bergoglio era cardenal nunca lo hizo. Siempre hizo que se retiraran, cómo pasó con los niños de Grassi; junto con su abogado Juan Pablo Gallego, los hicieron salir con la policía. No les recibió, tampoco a la mayoría de estxs sobrevivientes porque eran casos públicos que han querido llevar a los curas a los tribunales. Ya como Francisco, Bergoglio siguió con esta política. Sí ha recibido a personas que siguen trabajando en la Iglesia y perdonaron a su abusador. Esos son los modelos para él, lxs que perdonan y no lxs que buscan justicia.
¿Y que relación tuvo con este tema el Papa anterior, Benedicto XVI?
-Lo conocía perfectamente porque durante el pontificado de Juan Pablo II -que fue el gran encubridor de la pederastia-, se desempeñó como secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que es la antigua Inquisición. Sabía muy bien quienes eran los abusadores y los protegidos de Juan Pablo II, como en el caso de Marcial Maciel, el cura fundador de los Legionarios de Cristo, que abusó de un montón de seminaristas y de niños. Recién con Benedicto fue condenado, pero no reducido a estado laical sino enviado a un monasterio para rezar y hacer penitencia.
Él planteó Tolerancia cero a la pederastia…
-Sí, pero tuvo dos problemas: uno es que hay un montón de curas y obispos involucrados, y el segundo es que había tocado el tema del Banco Vaticano y las mafias vaticanas reaccionaron robándole los informes que tenía sobre su escritorio, que salieron publicados en ese famoso libro que se llamó el Vatileaks. Y Benedicto XVI sorprendió al mundo renunciando al año siguiente.
¿Se puede estimar qué cantidad de pederastas tiene la Iglesia argentina?
-La iglesia ha generado, según los datos de Doyle, cerca de un 10% de su población como pederasta. En Argentina son alrededor de 6500 curas, de los cuales hay denunciados solo 63 y algunos más en estos días. O sea el porcentaje es bajísimo. Las víctimas que denuncian son 1 cada 10. La Iglesia tiene que tomar medidas y si no será la comunidad la que deba hacerlo
¿Cómo?
-Con las confesiones, por ejemplo. Es importante que lxs niñxs que van a tomar la primera comunión no tengan que confesarse privadamente, porque el 85% de los abusos se dan en ese espacio donde el cura indaga sobre la sexualidad del niñx y lo selecciona preguntándole por su condición social, si los padres están separados, si vive solx con la madre, etc. Que la confesión sea comunitaria está contemplado en el catecismo, no hace falta que sea privada para un chico.
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