PRECOZ 9 PUNTOS
De Ariana Harwicz.
Adaptación: Juan Ignacio Fernández.
Elenco: Julieta Díaz y Tomás Wicz.
Música original: Sebastián Schachtel.
Escenografía: Rodrigo González Garillo.
Dirección general: Lorena Vega.
Funciones: jueves y viernes a las 20.30 y sábados a las 21, en Dumont4040 (Santos Dumont 4040).
Una madre y un hijo al borde del abismo, sobreviviendo, en los márgenes de todo. Como arrojados al mundo, donde sólo se tienen el uno al otro, se quieren, se rechazan, se sostienen y se justifican en un vínculo que pendula entre un conflicto edípico que llega al límite del amor tóxico, y un desapego del que, en ocasiones, no parece haber retorno. Esa es la historia de Precoz, la adaptación teatral de la novela homónima escrita por Ariana Harwicz, protagonizada por Julieta Díaz y Tomás Wicz, con dirección de Lorena Vega.
En Precoz, Harwicz vuelve a desandar la trama de la maternidad como mandato y navega en los intersticios de lo que no es social ni moralmente aceptado, un camino que también transitó con Matate, amor y La débil mental, novelas que también tuvieron sus versiones escénicas y que integran una trilogía políticamente incorrecta a los ojos de quienes siguen pregonando el mito del instinto maternal.
En el texto original sólo figura la voz de la madre, y el hijo cobra vida a través de su relato, pero en la adaptación a cargo de Juan Ignacio Fernández el desafío estuvo puesto en ponerle cuerpo a ambos personajes. Y el resultado es inmejorable, porque la relación simbiótica que se reconstruye en escena demanda la presencia de esos dos seres frágiles y dependientes.
Díaz interpreta a una madre desocupada, que vive de sus últimos ahorros, y Wicz a su único hijo, un adolescente que asiste al colegio de manera intermitente. El sistema los expulsó hace rato, y ellos viven como pueden, robando pilas y maquinitas de afeitar en los supermercados. Hay una tensión erótica entre ellos, un deseo que muta y toma diferentes formas en medio de una particular armonía que se rompe cuando en la vida de la mujer irrumpe “él”, un hombre con el que se obsesiona y que parece ser una posible opción para emparchar la realidad de un padre ausente.
En este marco de puro presente, sin derechos ni obligaciones, la madre y el hijo son interpelados por un Estado que aparece sólo cuando los efectos de la marginalidad comienzan a estorbar en la tranquilidad cotidiana. Y en esa instancia, la obra de Harwicz ratifica eso de que lo personal siempre es político.
La escenografía y el vestuario construyen el contexto. Las ropas raídas y un viejo sillón de cuerina marrón alcanzan para ilustrar la precariedad del entorno. No hace falta más cuando la potencia de lo que se cuenta está puesta en una dramaturgia compleja y unas interpretaciones viscerales. En este punto, la dupla de Díaz y Wicz supera las expectativas de la mano de la infalible mirada de Lorena Vega (que con creces ya ha demostrado ser una de las revelaciones teatrales más importantes del último tiempo).
Wicz interpreta a un adolescente que oscila entre la frustración y el empoderamiento. Y Díaz se destaca con una actuación hipnótica en la piel de un personaje que, siempre al borde de la locura, le exige una entrega que nunca decae y que llega al clímax en el imperdible monólogo final.
Precoz conmueve, perturba e incomoda en similares proporciones, porque indaga en los aspectos menos abordados de una construcción social sobre la que pesan muchos conceptos preestablecidos. Precisamente, Harwicz desacraliza esa construcción e instala dudas donde sólo había certezas. Por todo esto, la puesta dirigida por Vega promete un extenso trayecto sobre tablas, y es muy probable que el boca a boca (como suele ocurrir frente a cualquier fenómeno) aporte su magia para que eso ocurra.