Padre de personajes entrañables, como Juanito Laguna y Ramona Montiel, Antonio Berni incorporó temas como el tango y el fútbol y supo denunciar en su obra el paisaje urbano empobrecido y la desolación de la miseria. Formado en Europa, tuvo influencia del surrealismo y fue un innovador no sólo en la tela sino también en el collage y en el arte mural. La revista Caras y Caretas dedica su número de octubre, que estará mañana en los kioscos opcional con Página/12, al gran artista rosarino, de cuya muerte se cumplen cuarenta años.
En su editorial, María Seoane cuenta la historia de un “Berni” que le regaló el artista plástico Aníbal Cedrón: “Con Juanito y Ramona, Berni le puso nombre a la historia de injusticias que nos sublevaron. El retrato de Juanito que Aníbal me regaló es una reproducción 35/200, firmada y fechada en birome por Berni en 1961. Es de los primeros bocetos de la serie, un cuento neorrealista que nunca se interrumpió y parió la saga de Juanito mirando la televisión, o remontando su barrilete, o llevándole la comida a su padre obrero. Aníbal era no sólo mi amigo sino también un hermano elegido. Tenía ya una obra contestataria del poder y la maestría de uno de los mejores dibujantes de su generación. El cuadro de Juanito se lo había regalado su padre, un militante comunista amigo de Berni, que había soñado que su hijo fuera arquitecto para construir casas populares. Pero Cedrón, como Berni, creía que la política y el arte se revolcaban como amantes condenados a la eterna lucha por la libertad y la justicia”.
Felipe Pigna, en tanto, evoca el momento en que el conflicto social se coló en la obra del pintor rosarino: “Tras el golpe cívico-militar de 1930, Antonio regresa a su patria y palpa la miseria y la opresión en las zonas urbanas y rurales de aquella ‘década infame’ inaugurada por el general Uriburu. Todo el bagaje artístico ideológico que trajo de Europa chocó violentamente con la censura, la desocupación y la escandalosa concentración de la riqueza en medio del hambre. En 1934 exhibirá sus extraordinarias obras Manifestación y Desocupados, verdaderos manifiestos artísticos y políticos”.
En la nota de tapa, Fernando García repasa vida y obra de Berni y traza un paralelo poético entre dos personajes que atraviesan el corazón de la cultura popular argentina: “Las primeras obras sobre Juanito Laguna, un villero del Bajo Flores, empezó a producirlas durante 1960, y se mostraron por primera vez en la galería Witcomb el 8 de noviembre de 1961. Diego Armando Maradona, un ignorado bebé de Villa Fiorito, al otro lado del Riachuelo, había cumplido entonces un año y una semana. Desde entonces llevarían una vida casi paralela: el niño real, el de Fiorito, de juvenil cebollita a campeón del mundo y mito viviente del fútbol y la cultura popular mundial; el de la ficción, el del arte, el del Bajo Flores, de fetiche del pop lunfardo, el Nuevo Cancionero y el Nouveau Réalisme francés a integrar ambientes palaciegos en colecciones privadas y públicas. Juanito –en el que Berni proyectó una infancia con privaciones, pero sobre todo las fisuras del modelo desarrollista en Latinoamérica– y Diego son ídolos de barro, sí, pero porque salieron de la vida más dura que pudiera vivirse en las orillas de Buenos Aires para ser consagrados en el arte y el deporte como hitos que el mundo reconoce como algo único, irrepetible”.
Adriana Lauria escribe sobre los viajes formativos de Berni y hace un repaso, con ojo crítico, por su obra. Silvina Friera cuenta la historia y las vicisitudes de Ejercicio plástico, el mural que Siquieros y otros artistas, entre ellos Berni, pintaron en el sótano de la casa de Natalio Botana. Y Vicente Muleiro da cuenta de los vínculos que el artista mantuvo con el mundo obrero.
Eugenia Viña reflexiona acerca de los emblemáticos Juanito Laguna y Ramona Montiel. Mariano del Mazo escribe sobre el cancionero de Juanito. Cecilia Rabossi aborda la representación del mundo femenino en la obra de Berni. Y Jorge Dubatti retrata su faceta de escenógrafo.
Damián Fresolone recopila testimonios de artistas que toman la obra de Berni como legado. Ricardo Ragendorfer recuerda un caso policial que tuvo como protagonista a Amalia Lacroze de Fortabat y el robo de un cuadro de Berni. Y Ana Jusid evoca el derrotero de una obra que fue suya y donó a una causa justa.
El número se completa con entrevistas con José Antonio Berni (por María Zacco), Luis Felipe Noé (por Franco Spinetta), Laura Malosetti Costa (por Adrián Melo), Magdalena Jitrik (por Oscar Muñoz) y Gabriel Polese (por Juan Funes).
Un número imprescindible, con las ilustraciones y los diseños artesanales que caracterizan a Caras y Caretas desde su fundación a fines del siglo XIX hasta la modernidad del siglo XXI.