Las cautivas 9 puntos
Dramaturgia y dirección: Mariano Tenconi Blanco.
Elenco: Laura Paredes y Lorena Vega.
Música original y diseño sonoro: Ian Shifres (músico en escena).
Producción artística de Compañía Teatro Futuro: Carolina Castro.
Diseño de movimiento: Jazmín Titiunik.
Diseño de iluminación: Matías Sendón.
Diseño de vestuario: Magda Banach.
Diseño de escenografía: Rodrigo González Garillo.
Estreno: Teatro de la Ribera (Av. Pedro de Mendoza 1821)*.
Teatro y literatura son planetas próximos en la galaxia creativa de Mariano Tenconi Blanco. La Compañía Teatro Futuro abordará ese cruce a lo largo de una residencia artística en el Complejo Teatral de Buenos Aires. El resultado de esa experiencia será “La saga europea”, una tetralogía que explorará cuestiones ligadas al origen, la identidad y la pertenencia en un país atravesado por las tensiones entre las cosmovisiones nativas y la mirada europea. Las cautivas abre esta saga –las próximas serán Las Ciencias Naturales, Las Invasiones Inglesas y Las traducciones– y puede verse de viernes a domingos en el Teatro de la Ribera.
En la obra de Tenconi Blanco abundan las protagonistas mujeres: Todo tendría sentido si no existiera la muerte giraba en torno a María, su hermana Norita, su hija Guillermina y su amiga Liliana; Astronautas presentaba a Brillante y Forever, dos expedicionarias espaciales; La vida extraordinaria narraba la amistad entre Blanca Fierro y Aurora Cruz, un homenaje a la obra que funda la literatura argentina. Las cautivas también tiene a dos protagonistas femeninas y esta vez sus nombres remiten a la pieza As You Like It, de William Shakespeare. Rosalila (Lorena Vega) representa la cosmovisión de los pueblos originarios y Celine (Laura Paredes), la mirada extrañada de una europea que ha sido secuestrada por un malón el día de su boda con Eugenio Díaz Iraola. En algún sentido, ambas son desertoras de los mandatos de sus comunidades.
Rosalila salva a Celine de las garras de su propia tribu, y a partir de allí se inicia una road movie escénica por esa llanura infinita en la que se alternan los monólogos de estas mujeres separadas por el abismo del lenguaje. Rosalila se identifica como Mensajera y ve en Celine a “la Elegida”, mientras que la francesa bautiza a su compañera con el nombre de Atala (en referencia a la protagonista de la novela de Chateaubriand que salva al indio Chactas de la muerte). El lenguaje es una de las tantas diferencias, pero lo que prima es ese amor que Mensajera compara con una picadura de serpiente, el choque dialéctico capaz de crear algo nuevo, algo que no es europeo ni nativo.
La potencia de ese estallido proviene de las actuaciones de Vega y Paredes, que revelan un trabajo minucioso para encontrar el ritmo preciso, la tensión, la comicidad y los pasajes emotivos a través de sus cuerpos y el vínculo con ese espacio delimitado por algunas rocas y un telón pintado que evoca el “páramo de tierra y bosta” donde transcurre la acción. El diseño escenográfico de Rodrigo González Garillo remite a la artesanía rústica de los actos escolares y el vestuario de Magda Banach subraya la diferencia: los colores flúor del traje típico de Rosalila contrastan con la blancura opaca de los atavíos de Celine, y la levita que viste Ian Shifres (pieza clave y hombre orquesta que con múltiples instrumentos recrea el universo sonoro de esa pampa híbrida) trae a escena el romanticismo decimonónico y los ecos de aquel Salón Literario en donde se leyó por primera vez La cautiva.
En un texto sobre las referencias de la pieza, Tenconi Blanco asocia su reescritura del clásico de Echeverría al modo en que Copi revisita el Martín Fierro en su Cachafaz. La yunta conformada por Rosalila y Celine retoma el tono hilarante y chambón de la Raulito y su amante devorando milicos en un conventillo de Montevideo, pero también el espíritu aventurero de la China Iron y la inglesa Liz de Gabriela Cabezón Cámara entonando su coro en lenguas distintas a través del desierto, o la mística de la voz multiplicada del Eisejuaz de Sara Gallardo, esa subjetividad psicótica en la que Mujica Láinez vio “un héroe mitad ángel y mitad monstruo”.
Rosalila, al igual que Eisejuaz, oye voces oraculares (las “fuerzas superiores”) que a veces no entiende pero igual obedece porque debe cumplir con su destino. Esas voces –las terrenales y las divinas, las reales y las ficticias, las históricas y las míticas, las europeas y las nativas– construyen una patria signada por la potencia de sus ficciones, un territorio gobernado por hombres educados en Europa que alimentaron la idea de un “país civilizado” a costa de la sangre originaria. Esa voz mítica, la amenazada, siempre se las arregla para resurgir en las grietas de la historia. Rosalila se trepa a lo alto de una piedra para invocar a sus dioses como una machi; Celine se revuelca en el barro como un animal herido y mancha su vestido de novia: en esos cuerpos y en esas lenguas laten las pasiones y tensiones de una tierra fecunda en eterna disputa.
* Las cautivas puede verse los viernes a las 19 y los sábados y domingos a las 17 en Teatro de la Ribera (Av. Pedro de Mendoza 1821). Las entradas pueden adquirirse en la web del Complejo Teatral de Buenos Aires.