Un fantasma recorre la Argentina en los años impares: es el fantasma del fraude, que rumbo al 14 de noviembre volvió con fuerza de denuncia mediática. Mauricio Macri lo apuntó contra el juez federal con competencia electoral bonaerense, Alejo Ramos Padilla. Figuras diversas, desde Esteban Bullrich hasta Luis Brandoni, lo remontaron después hacia 2019. Siguieron una serie de declaraciones mediáticas y montajes, una solicitada, la creación de un "comité jurídico" para posibles delitos electorales por parte de mesa ampliada de Juntos por el Cambio. Las discusión sobre "trampas", "clientelismos", el reclamo por "la lista sábana", el pedido urgente de boleta única, la denuncia de supuesta utilización de datos con fines electorales, fueron abonando el combo.
La escalada motivó a politólogas/os y cientistas sociales a un pronunciamiento público que sumó numerosas firmas, refrendando la eficacia del sistema electoral argentino y advirtiendo que "sembrar dudas sobre su funcionamiento en base a afirmaciones sin sustento significa un perjuicio para un debate democrático maduro, abierto y constructivo".
Desde la Cámara Nacional Electoral confirmaron ante la consulta de Página/12 que no hubo ninguna denuncia de fraude presentada formalmente, más allá del ruido mediático. "En cada elección siempre hay denuncias previas que luego no se traducen en nada concreto", repasan. Sin embargo se niegan a hacer declaraciones sobre la fortaleza o no del sistema.
Sembrar ruido
"Aunque siempre puede ser perfectible, nuestro sistema electoral ha funcionado muy bien en los 40 años de democracia; ha demostrado ser confiable, no manipulable. Tiene legitimidad", evalúa María Celeste Ratto, investigadora de Conicet y especialista en sistemas electorales.
"Más allá de hechos aislados, no existe una amenaza de fraude comprobable. Y en estas PASO se vio, se realizaron sin problemas en medio de una pandemia. La gente fue a votar, no hubo mayor merma en la participación, apenas unos 5 puntos por debajo del promedio, de un 70, 72 por ciento", recuerda la doctora en Ciencia Política, cuya firma es una de las más de cien de la proclama.
Si esta es la realidad sostenida del sistema, ¿por qué una y otra vez reaparecen denuncias mediáticas sobre la posibilidad de fraude? "Como especialista no veo ningún hecho concreto que pueda sostener esas denuncias. Creo que hay intereses, una intencionalidad. Se siembra ruido buscando generar un eco, y eso es peligroso", advierte "Se está jugando con el acto más básico de la democracia, esto puede generar un nivel de descreimiento, socavar la legitimidad. Es importante llamar la atención, invitar a reflexionar sobre esto: si se hacen denuncias sin asidero, ¿qué interés hay detrás?", invita a pensar.
La narrativa del fraude
Profesor de derecho y analista electoral, Alejandro Tullio fue director nacional electoral entre 2001 y 2016; actualmente se encuentra en Paraguay cumpliendo el rol de observador internacional. Es otro de los firmantes del pronunciamiento, provenientes de un amplio arco ideológico y partidario. Desde su experiencia habla de una "narrativa del fraude" a la que califica de "peligrosa e irresponsable". Cree que el fenómeno trasciende épocas, fuerzas políticas, y también fronteras; menciona Brasil, México, Colombia, Bolivia, entre los países donde se da con más intensidad.
"Desde hace algunos años, muchas fuerzas políticas, en varios países, independientemente del signo y la tendencia de las mismas, incorporan esa narrativa del fraude que pone en cuestionamiento la seguridad y la integridad del proceso electoral, y específicamente de los recuentos de votos", observa.
"El objetivo es siempre abrir un interrogante sobre los resultados electorales, que luego no se puede cerrar. Como una caja de pandora que se funda en cuestiones genéricas e indeterminadas, y luego no hay posibilidad de satisfacer la curiosidad", define.
Tullio repasa los planteos recientes "de sectores internos de Juntos por el Cambio", pero también recuerda que hubo ejemplos desde el Frente para la Victoria en 2019, "muy levemente en lo público, pero con presentaciones ante la justicia electoral, todo un despliegue de desconfianza respecto de la organización electoral".
"Ahora hay sectores de Juntos por el Cambio que crean una situación paradójica, no discuten los resultados de las PASO pero afirman que si se revirtieran podría ser fruto no de un cambio en el comportamiento político de los sectores que no votaron, votaron en blanco o a fuerzas que no van a estar presentes, sino que siembran dudas sobre ese hipotético y relativamente improbable resultado".
"La integridad electoral es patrimonio de todas las fuerzas políticas y de todos los ciudadanos. No ha habido un solo caso a nivel nacional en que se comprueben acciones maliciosas que pudieran haber distorsionado un resultado electoral, desde 1983 hasta la fecha", asegura. "Poner en duda por una motivación política el sistema de garantías de nuestros mecanismos electorales es de una mala fe que supera los límites de la competencia política".
Un recurso al cual echar mano
"Nuestro sistema electoral tiene garantías muy fuertes comparativamente con otros países del mundo", marca el politólogo Sebastián Mauro, director del Centro de Estudios en Ciudadanía, Estado y Asuntos Políticos. "Tenemos voto obligatorio, una porción masiva de la población que asiste a las elecciones, un sistema de boleta que obliga a la participación de los fiscales, la fiscalización es parte necesaria no solo del escrutinio, sino de todo el proceso electoral", enumera.
Para el profesor e investigador del Conicet, las denuncias de fraude son unidireccionales: aparecen cuando gobierna el peronismo. "Hay un discurso cada vez más explícito, con menos matices: el peronismo no es democrático, no puede gobernar el país. Y un electorado muy sensible a esta idea de fraude. Hay ideas difusas, míticas, que aparecen: el clientelismo, la trampa en la fiscalización, toda una idea de que el aparato peronista corrompe el sistema democrático. Es una fuerte carga identitaria: 'esa gente que los vota no debería estar acá'. En el fondo el argumento es que hay un sector de la comunidad que no tiene la capacidad para intervenir en la política, su sola presencia da cuenta de que algo se fraguó", describe.
"Mi impresión es que toda discusión sobre el fraude que se agita cada dos años fue sedimentando un discurso a lo largo del tiempo, un recurso al cual echar mano porque ya esta ahí, ya hay una memoria de esas formas de argumentar, entonces se vuelve a recurrir a eso. Pero nadie se tomó el trabajo de discutir si, por ejemplo, sería mejor o no ir hacia la boleta única. Porque la implementación en Santa Fe también mostró su lado problemático (oculta la sábana, por ejemplo, solo se ve la foto y el nombre del primer candidato)".