Lionel Messi tiene en su colección goles de todo tipo y colores: de zurda, de derecha, de cerca, de lejos, de emboquillada, de chilena, de tijera, de volea, de media vuelta, de cabeza, de taco, de pecho...Pero no se le recuerdan goles “de pase” como el primero contra Uruguay. En tres cuartos de cancha lo vio a Nico González y le metió la pelota con el revés de la zurda. El ex jugador de Argentinos Juniors no llegó, Muslera, confundido, tampoco y la pelota se fue mansita a la red, como encantada. 

Su ex compadre en el Barcelona puede escribir en el libro de quejas “Yo meto tiros de gol, bien fuertes, dos me los tapa el arquero y uno me lo devuelve el palo y viene este tira un centro y la emboca. No hay derecho”. Desde esa perspectiva tenía derecho al pataleo, pero Luis Suárez y todo Uruguay saben muy bien que en el balance de los 90 minutos, Argentina fue ampliamente superior, en la medida de los tres goles de diferencia o incluso alguno más.

El curioso gol de Messi empezó a abrir un partido que venía media chivo, como todos los que se juegan contra rivales duros como Uruguay, y el tanto de Rodrigo De Paul, entrando libre por el medio, terminó de levantar el telón.

Argentina se fue al descanso con el 2-0 en el bolsillo, con la tranquilidad de tener un arquerazo siempre disponible para responder ante cualquier sorpresa, dejando la incógnita de cómo iba a plantear el segundo tiempo, si iba a cuidar el 2 a 0 o iba a ir por más. La respuesta no tardó mucho y desde el primer minuto de la etapa complementaria y hasta la pitada final, el equipo de Lionel Scaloni, seguro, confiado, agrandado,  desplegó un enorme bagaje técnico. Marca intensa, asfixiante para no dejar crecer al rival, salida clara desde el fondo con Romero, toque, pared ,triangulación, algún caño para matizar y sucesivos encuentros de Lo Celso con Paredes, con los laterales y después con los que entraron que tocaron en la misma sintonía.

En los 45 minutos finales se encandenaron varias situaciones de gol y llegó el tercero, con un toque de Lautaro Martínez solo debajo del arco, después de un centro de De Paul y de una genialiidad previa de Messi. En el área rodeado por seis jugadores uruguayos, el astro del PSG giró y metió el pase hacia la derecha limpiando todo.

Si la goleada no fue mayor, si el partido no terminó seis o siete a cero fue porque Fernando Muslera sacó varias pelotas de gol o porque faltó un poquito de suerte en remates que se fueron cerca del poste.

Hay que resaltar que los uruguayos no pegaron, no ensuciaron el partido y se bancaron el baile sin chistar, acaso pensando que todavía les queda un partido de la triple jornada, ante Brasil y como visitante, y mejor cuidarse.

El camino a Qatar se allana desde todos los ángulos. Antes de Argentina-Uruguay se supo de la victoria de Venezuela sobre Ecuador que ya ampliaba el margen de diferencia, con siete puntos sobre Colombia, el quinto y en puesto de repechaje. Pero más allá de los números y los datos concretos, lo que queda es la sensación de que hay equipo, que estos muchachos son capaces de levantar la bandera del toque y de ese fútbol que gana, entusiasma, emociona y nos representa.

Hay que ir muy atrás para encontrar otra exhibición como esta ante Uruguay. Ojalá el jueves contra Perú nos ofrezcan una nueva función.