Una tormenta perfecta. Turbulencias generadas por los resultados de las elecciones primarias nacionales del 12 de setiembre y la fuerte presión de un sector de las industrias alimentarias sobre legisladores nacionales, hundieron la Ley de Etiquetado Frontal. Quizás terminó con las posibilidades de implementar en 2021 políticas públicas de consumo de alimentos más sanos. También, influir sobre hábitos nocivos entre populosos sectores de la sociedad argentina. Muchos son niños y adolescentes que padecen obesidad.
El consumo de azúcares es una de las patas de la tríada que proponía regular la ley. La completan el sodio y las grasas en exceso. La provincia de Salta no cuenta con datos relevados sobre consumo de azúcar en distintos estratos de su población. Así lo indicaron fuentes consultadas por Salta/12 en la Dirección de Estadísticas del Estado salteño. Por lo tanto, al proponer estimaciones locales sobre el impacto de hábitos alimentarios perjudiciales, pueden orientar datos sobre tendencias regionales.
En 2019, el estudio latinoamericano sobre nutrición y salud publicado en la revista especializada Nutrition & Dietetic colocaba a Argentina liderando el ranking de consumo de azúcar con 115 gramos al día por persona. Esa cifra representaba más del doble de la cantidad recomendada por la Organización Mundial de la Salud (50 gramos o doce cucharaditas diarias). Atrás quedaban Colombia, Perú, Ecuador, Venezuela, Costa Rica, Brasil y Chile.
Lo relevante de esos datos para el contexto local, es que el Norte Argentino concentra el 95% de los ingenios azucareros del país. Es decir, de las 23 plantas industriales, quince se encuentran en la provincia de Tucumán, tres en Jujuy y dos en Salta. La lista se completa con dos ingenios en Santa Fe y uno en Misiones.
Los últimos datos publicados por el Centro Azucarero Argentino indican que la zafra de 2016 arrojó una producción de casi dos millones de toneladas, entre azúcares blancos y sin refinar. En el desagregado de esa torta, Salta participó con casi 200 mil toneladas producidas por los ingenios San Martín del Tabacal y San Isidro. Del total general de ese año, se exportaron casi 600 mil toneladas a países como Chile, Indonesia, Estados Unidos, Emiratos Árabes, Reino Unido y Nueva Zelanda entre los más importantes. Los datos indican que en 2016, un 70 por ciento de toda la producción de caña de azúcar se destinó para el consumo interno de su principal producto: el azúcar.
Propiedad intelectual, bioenergía y biocombustibles
La solución al problema de las enfermedades derivadas del consumo excesivo de azúcares no pasa por incrementar los volúmenes que se destinan a otros mercados. La industria azucarera hace rato debate su existencia en otra tormenta perfecta: la carrera global por la producción de más y mejores edulcorantes.
La gaseosa más popular del planeta retiró su línea light con sacarinas en 2020. Desde mayo de 2021 apuesta a incrementar el consumo de su versión sin azúcares. Sustituyó la sacarosa por el aspartamo, un edulcorante catalogado como muy seguro por agencias alimentarias de Estados Unidos y Europa. Es 200 veces más dulce que el azúcar común, aunque con cero contenidos calóricos.
“Nosotros trabajamos todo el siglo pasado para obtener la mayor cantidad de azúcar. Pero está muy cuestionada en el mundo y con toda razón, porque no es buena para la salud. Sería mejor usar azúcar no refinada o no centrifugada, porque todo lo que es muy puro tampoco es muy bueno”, opinó Ricardo Ulivarri, ex director de “La Chacra”, una estación experimental de caña ubicada en Colonia Santa Rosa, en el departamento salteño de Orán.
Explicó a Salta/12 que es posible duplicar la cantidad de fibra en la caña con mejoramientos genéticos. De esa manera la planta produciría más fibra que los bosques. Se podría destinar a la producción de energía eléctrica. También papel. Opinó que “no hay visión a futuro, porque los ingenios todavía tienen la cabeza azucarera”.
Ulivarri describió que en Brasil ya hace tiempo existen plantas de generación de energía eléctrica a partir de fibra.
Pero en su análisis, no descartó que con los autos eléctricos a la vuelta de la esquina, sea el país vecino quien cambie todo, porque "la mitad de su caña de azúcar va a alcohol. Si sus autos comienzan a funcionar con electricidad, la caña de azúcar para combustible no va a ser un buen negocio”. Por lo tanto, los ingenios del NOA deben anticiparse al proceso en ciernes, porque Brasil potencialmente puede saturar el mercado de azúcar para consumo alimenticio, al ser el mayor productor mundial.
Juan García Bes, productor de hortalizas y caña en Colonia Santa Rosa, explicó a este medio que los mejoramientos genéticos para toda la industria azucarera se hacen en la estación experimental de La Chacra. “En la marginalidad de la marginalidad (Orán) se cortan genes, se ponen dentro de una planta, se hace mejoramiento clásico, se hace todo. En esos laboratorios se produce la semilla y los mejoramientos”. Detalló que en la producción de azúcar a partir de caña, muchos de los insumos son argentinos y, el principal, la genética. “No hay que comprarla fuera. A las bolsas de maíz de las grandes empresas, las pagamos en dólares porque al comprarlas pagamos su mejoramiento genético. En la caña de azúcar aún no ocurre, aunque San Martín del Tabacal sea de la norteamericana Seaboard”.
La batalla por la propiedad intelectual derivada de mejoramientos genéticos en las semillas que se utilizan en los principales cultivos agrícolas argentinos se libra desde los años 70. Las multinacionales luchan por desterrar a las instituciones estatales de investigación. Ricardo Ulivarri explicó que, en ese terreno en permanente disputa, la caña de azúcar y la soja comparten una misma característica: no son sistemas híbridos. “Vos sembrás soja y te sale la misma soja. En la caña pasa lo mismo. Vos conseguís una yema, la multiplicas y haces caña”. Recordó que hoy existe un registro de propiedad intelectual de obtentores y que en el pasado fue común el robo de progenitores. “Muchos fueron desarrollados por profesionales genetistas de instituciones nacionales de investigación como el INTA, pero después terminaron trabajando para empresas multinacionales”. Por esa razón “¡qué vas a denunciar a un productor chico que consiguió una yema! Además, creo que la caña va a terminar siendo energética”.
Durante la entrevista cedida a Salta/12, Gonzalo Bravo, jefe del grupo de socio economía del INTA, compartió algunas de las reflexiones de Ulivarri sobre la caña de azúcar. En particular, la idea de que efectivamente los ingenios cambiarán su matriz productiva de alimentaria a energética. “De esa manera, no tendría el perfil de sustituir alimento por combustible”, opinó tras explicar que la superficie nacional que se destina a alimentos es finita y compite con los biocombustibles.
Hace varios años existe una tensión entre cultivos para alimento humano o cultivos para producción destinada a llenar tanques de vehículos. “En el caso de la caña de azúcar, la transformación de los ingenios colocaría al cultivo como especializado en producción de energía”, continuó Bravo, “y no destinada a un alimento que produce efectos nocivos cuando se consume en exceso”.
Inversión en biomasa y bonos de carbono
La disponibilidad de biomasa en Argentina para posibles usos energéticos fue relevada en la década pasada a pedido de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Se lo conoce por Informe Wisdom, por la metodología utilizada, y fue publicado en 2016 discriminado por provincias.
“La industrialización de la caña de azúcar permiten la transformación de sus residuos y subproductos, para generar energía térmica o eléctrica, o cogenerar ambas. La cantidad teórica de energía que puede obtenerse de una tonelada de caña de azúcar, utilizando bagazo, RAC, alcohol y vinaza, es equiparable a la energía que puede obtenerse de un barril de petróleo”, detalla el informe en el apartado destinado al cultivo en Salta. Hay que tener en cuenta que el bagazo y el RAC componen biomasas con menor humedad que se destinan a generación de energía eléctrica. Subproductos como la vinaza se destinan al biogás.
Aunque son los ingenios tucumanos los que producen más caña de azúcar, es la provincia de Salta la que lidera la producción de energía eléctrica a partir de residuos productivos del cultivo. El dato surge al comprobar que solo un puñado de ingenios del NOA vende la energía que cogeneran en sus plantas al sistema interconectado nacional. Algunas lo hacen desde junio de 2011, como es el caso del ingenio salteño propiedad de Seaboard. La inversión para la reconvertir calderas es clave.
El Ingenio San Isidro está ubicado en Campo Santo, dentro del departamento General Güemes, y a unos 40 kilómetros de la capital salteña. José Coronel, actual administrador del complejo, explicó a Salta/12 que en 2019 se presentaron a una licitación nacional para energías limpias. “El plan era cogenerar con el excedente de bagazo que obtenemos de la molienda. A esto se le podía sumar, con un costo todavía alto, el residuo agrícola. Genera más energía que el bagazo, pero el problema era traerlo a la planta: levantarlo, enfardarlo correctamente, subirlo a los camiones, transportarlo al ingenio, bajarlo, colocarlo en las calderas”, detalló.
Coronel explicó que en 2019 se presentaron para generar energía para uso domiciliario. “En ese momento, podíamos cubrir la demanda de Campo Santo, El Bordo y Cobos durante alrededor de diez meses por año”. San Isidro se encuentra entre dos plantas generadoras de energía por métodos convencionales: una propiedad de Termoandes SA y otra propiedad de Pampa Energía. Fuentes consultadas por este medio en la Dirección de Energías Renovables de la Secretaría de Energía y Minería de la provincia, aseguraron que no existen planes por parte del Estado salteño para participar en la generación de energía limpia en San Isidro.
“Los proyectos en funcionamiento son los industriales. Son experiencias exitosas porque se supone que generan energía limpia por biomasa”, explicó Silvina Manrique, miembro del Instituto de Energías No Convencionales (INENCO) de la Universidad Nacional de Salta. “A nivel internacional se asume que la energía que se produce por biomasa es neutra”. Quiere decir que esas industrias o emprendimientos ganan una cantidad de bonos de carbono por no contaminar.
La especialista dejó abierta una puerta para futuros análisis que tienen que ver con el costado especulativo del verde new deal. Explicó que si bien hay casos donde el análisis del ciclo de vida que se aplica a cada proyecto puede ser neutro, no siempre se cumple el argumento. “Capaz que la biomasa que estás quemando previamente capturó dióxido de carbono cuando hizo la fotosíntesis, pero todo lo demás que implicó el emprendimiento no se lo considera en la mayoría de los estudios. Ahí están las discusiones más álgidas. Lo que pasa es que en los inventarios nacionales que presentan los países, el dióxido de carbono que se quema a partir de la biomasa y se considera carbono biogénico, también se asume neutro en emisiones de carbono y eso no se contabiliza. Tenemos un bache ahí”.
Para 2030 en Europa, todos los automóviles dejarán de funcionar con combustibles fósiles. La tendencia llegará tarde o temprano, y cambiará la matriz energética en la Argentina. Lo que se presenta como un desafío para los ingenios, estados y legisladores que deberán mirar mas allá, para posicionar en el futuro a un sector clave en la economía del norte.