Ha pasado más de medio siglo desde que Charlotte Rampling explotó en el cine británico a mediados de la década del '60, estableciéndose a sí misma de inmediato entre pares como Twiggy, Jean Shrimpton y Michael Caine como una de las personalidades que ayudaron a definir una década turbulenta. Era la época de The Beatles y el Swinging London. Rampling había sido descubierta por los hermanos Boulting, quienes vieron uan foto de la joven actriz en una revista e inmediatamente la reclutaron para su sátira Rotten to the core (1965).
"Fue una de esas oportunidades afortunadas, que me lanzó al negocio de las películas", recordó ella más tarde sobre cómo, tras un par de pequeños papeles en producciones de Richard Lester (incluyendo un cameo como "la chica en la discoteca" en la película de The Beatles Anochecer de un día agitado), alcanzó un estrellato instantáneo.
Su primer papel como protagonista fue revelador. Los Boulting la eligieron para interpretar a la intrigante Sara, nacida en Burnley pero educada en París, y una ladrona consumada. Solo había estado apenas unos segundos en pantalla cuando se la mostró solo con su ropa interior y besuqueando a su más reciente novio. "¡Quiero vivir!", le grita a su padre cuando él le pregunta por qué no quiere volver a su hogar en Lancashire. En lugar de eso, ella ayuda al tal novio The Duke (Anton Rodgers) con sus últimos planes criminales.
Ranmpling se mostraba en una vena similar como Meredith, la ágil violinista en una relación con Alan Bates en Georgy Girl (1966). La actriz era una joven diosa, o así es como la considera su compañera de cuarto Georgy (Lynn Redgrave), quien en comparación con ella luce sosa, rechoncha y desaliñada. "¿Cómo me veo?", le pregunta el personaje de Rampling a Georgy en el comienzo de la película. "Sensacional... sensacional", contesta Georgy con una mezcla de envidia, asombro y antagonismo.
Rampling nunca iba a interpretar protagónicos femeninos convencionales. Eso simplemente no estaba en su naturaleza. En esas películas inglesas iniciales era mostrada como una mujer hermosa, aplomada y subversiva. Los directores hombres no podían resistirse a sus primeros planos voyerísticos, pero ella tenía una rebeldía natural, como si despreciara su mirada.
De todas maneras, cuando ella se vio por primera vez en la pantalla abandonó la sala entre lágrimas. "Creo que fue solo el shock, la vergüenza de revelarme a mí misma a tal extremo, porque no me gustaba mostrar cosas mías", le dijo más tarde a la BBC. Esta siempre fue la paradoja alrededor de Rampling. Es una figura reservada y amante de la privacidad que ha sido continuamente llevada a personajes que requieren niveles extrordinarios de autoexposición. Es una figura quintaesencialmente británica, hija de un oficial del Ejército inglés, y sin embargo ha aparecido continuamente en películas hechas por realizadores internacionales. Algunas de esas películas han tomado caminos verdaderamente extremos, en su temática y en lo que demandan de ella.
Aún así, todos estos años después, Rampling es la última mujer que permanece. Los directores, actores y actrices con quienes trabajó en los sesentas y a comienzos de los setenta han fallecido o se han retirado. De todos modos, ella sigue apareciendo en nuevas películas provocativas y desafiantes.
Rampling actúa en dos de las películas más ardientemente discutidas del año: el drama sobre monjas lesbianas Benedetta, de Paul Verhoeven, que escandalizó al festival Internacional de Cine de Cannes a comienzos del verano boreal; y la épica reversión realizada por Denis Villeneuve de Dune, la novela de ciencia ficción de Frank Herbert cuya nueva adaptación audiovisual debutó en el Festival de Venecia.
"Absolutamente maravillosa", dijo Verhoeven cuando se le preguntó por su experiencia de trabajar con Rampling en Benedetta. Allí ella interpreta a una abadesa cuyo poder es usurpado por Benedetta, la monja poseída por extrañas visiones eróticas. "No tuve que hacer nada", dijo Verhoeven sobre las directivas que le dio a la veterana estrella. Las únicas sugerencias que ocasionalmente podía darle eran sobre el énfasis en cietras palabras cuando tenía parlamentos en francés, que no es su primera lengua.
"Estuve hablando con Charlotte antes de elegirla, vino para una pequeña conversación", dijo el director. "Ella era muy divertida. Estábamos hablando sobre las ventajas y desventajas de que tomara este personaje. Al final me dijo 'No veo ninguna razón por la cual no hacerlo', y le pregunté por qué no hacerlo. 'OK, lo haré', dijo sencillamente, como la conclusión lógica de la conversación." Verhoeven sintió que la actriz era una persona muy reservada. "Está en buena medida en la suya... ni siquiera sé mucho sobre ella. Sentí que no tenía necesidad de decir nada. ¡Era mejor no decir nada!"
Otras estrellas del rango de experiencia de Rampling quizá hubieran tenido sus reservas sobre aparecer en una película tan fuerte y provocativa como este último ejercicio de Verhoeven. El paquete completo incluye monjas sáficas, dildos con la imagen de la Virgen María, escenas de la plaga y quemas en la hoguera. Rampling disfrutó la experiencia. A medida que la abadesa complota para voltear a Benedetta, se muestra fría y sardónica, pero también corajuda y con sus propias y fuertes pasiones. Su performance tiene una profundidad y un sentido que no se encuentran habitualmente en películas que explotan el tema de las religiosas.
Rampling está igualmente fantástica en Dune como Gaius Helen Mohiam, la poderosa Reverenda Madre que está lista para matar al visionario joven héroe Paul Atreides (Timothée Chalamet) mientras lo pone a prueba para ver si tiene realmente lo que se necesita. Una vez más, luce a la vez relajada y distante, pero no resulta tan hostil como parece en un comienzo.
Dune debe haber sido un proyecto especialmente querido para Rampling. En 1976, cuando estaba como invitada en el longevo programa radial de la BBC Desert Island Discs, eligió el libro de Frank Herbert como uno de los títulos que se llevaría a una isla desierta. "Es básicamente un libro de ciencia ficción, pero lleva la mente y los proyectos de una persona muy, muy lejos en el futuro. Creo que en una isla desierta me provocaría ideas enormes", le dijo al conductor Roy Plomley.
Rampling siempre se sintió atraída a roles alucinantes. Como estrella joven en los sesenta, en búsqueda de desafíos, dejó Inglaterra lo antes que pudo para trabajar en Francia e Italia. Ahora, en el crepúsculo de su carrera, se rehúsa a registrarse en El exótico Hotel Marigold o interpretar a queribles excéntricas en alguna torpe comedia británica. Cuando protagonizó a una sobreviviente de un campo de concentración en Portero de noche (Liliana Cavani, 1974), reviviendo una relación sadomasoquista con un oficial nazi (Dirk Bogarde) que la torturó en el pasado, fue rápidamente apodada por la prensa como "la reina de lo extraño". Esa sigue siendo una de sus películas más notorias. Sus escenas con el pecho desnudo, usando una gorra e interpretando una canción sentimental en el estilo de Marlene Dietrich para los nazis, coqueteaban peligrosamente con la explotación.
Algunos se horrorizaron con el tono del film. "Portero de noche es tan desagradable como su lubricidad, un despreciable intento de excitarnos explotando las memorias de persecución y sufrimiento. Sé lo obsceno que suena esto, pero es moda Nazi", escribió el crítico estadounidense Roger Ebert.
Rampling, de todos modos, aún la recuerda como uno de los logros por los que siente más orgullo. En una charla en Rotterdam en 2018, la definió como "una película de gran belleza... una historia de amor torturada, extrañamente decadente". Y vino a fijar una marca: una vez que llegó tan lejos, nada más podía acobardarla.
En el comienzo de su carrera, Rampling fue la sirena rebelde del cine de los años sesenta. Hoy día sigue siendo encasillada. En sus películas con mayor presupuesto, interpreta de manera invariable figuras matriarcales que hacen que en su presencia los más jóvenes se achiquen. Sea como la gélida y formidable Mrs. Ayres en el desafortunadamente subestimado film de horror The Little Stranger, o como la directora que pone a Jennifer Lawrence en carrera como agente secreta en Operación Red Sparrow, o ahora en Dune y Benedetta, siempre consigue la mejor expresión en interpretar a mujeres severas, con modales bruscos pero profundidades ocultas.
Resultó notorio que cuando la estrella estaba haciendo entrevistas promocionales para Red Sparrow, se mostró más dispuesta a hablar de su rol como la reprimida y afligida esposa que trata de lidiar con el encarcelamiento de su esposo en Hannah (2017), película de bajo presupuesto dirigida por Andrea Palloro, que de discutir sus más recientes experiencias en la maquinaria de Hollywood.
Como veinteañera, Rampling fascinó a directores más grandes como Luchino Visconti y Liliana Cavani con "su juventud, salvajismo y fragilidad". Ahora ha provocado la fijación de toda una nueva generación. Pallaoro, François Ozon, Lars Von Trier y Andrew Haigh están entre aquellos que claman por trabajar con ella. Algunos la señalan como una musa. Todos coinciden en apreciar que cava mucho más profundo en sus personajes que otros actores y actrices de su generación o posteriores, a menudo recurriendo a las turbulencias y tragedias de su propia vida para ello. Hace muchos años, los hermanos Boulting pensaron que habían encontrado a alguien especial, y estaban en lo cierto. Medio siglo después, muchos directores están aún desesperados por trabajar con semejante fuerza de la naturaleza.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.