Desde Río de Janeiro
Medios de comunicación de Brasil y de varios países, Página 12 entre ellos, informan que el ultraderechista mandatario Jair Bolsonaro fue impedido de entrar al estadio para ver el partido entre Santos y Gremio por no tener como presentar el “pasaporte sanitario”, o sea, el comprobante de vacunación exigido para tener acceso a eventos públicos.
Al contar que no pudo ingresar, Bolsonaro fue determinante. Demostrando indignación, se quejó: “¿Por qué tarjeta de vacunación?”. Y concluyó: “¿Por qué eso? Tengo más anticuerpos que los que recibieron la vacuna”, en alusión a haber contraído Covid-19.
La declaración tuvo como blanco a sus seguidores más radicales, pero esa vez extrapoló y fue, al menos en un primer momento, tomada en serio por los medios de comunicación. Sirvió, además, para reforzar su campaña en defensa de la “inmunidad de rebaño” y contraria a la vacunación. No importa que la ciencia y los médicos aclaren que haber sido alcanzado por Covid-19 no exime a nadie de necesariamente ser vacunado.
Tampoco importa que científicos y médicos insistan en advertir que los medicamentos indicados para el “tratamiento precoz” defendido por Bolsonaro y su pandilla además de no tener ninguna eficacia en el combate a la Covid-19 traen riesgos de provocar efectos colaterales que pueden llevar a la muerte.
El mandatario sigue insistiendo en que se trata de vacunas “experimentales”, sin “efecto comprobado”, ignorando no sólo la palabra de especialistas como los índices concretos de sus buenos resultados, en Brasil inclusive: con alrededor de 60% de la población vacunada, el número de víctimas fatales de la pandemia bajó sensiblemente en los últimos días.
Se trató de una exitosa clase magistral de manipulación y mentira: Jair Bolsonaro no fue impedido de entrar para ver el partido. Estaba a kilómetros de distancia del estadio y, como siempre, de la verdad.
Pero tratándose de quien se trata, eximio y compulsivo mentiroso, manipulador incontrolable, era una oportunidad de oro. Y Bolsonaro supo aprovecharla bien.
De nada sirvió el comunicado oficial del Santos, en cuyo estadio se dio el partido, aclarando que en ningún momento fue comunicado de la intención del presidente de asistir al partido. Y más: afirmando que si tal contacto hubiese ocurrido, violaría todas las reglas y autorizaría el ingreso de Bolsonaro y su comitiva sin pedir la presentación del comprobante de vacuna.
Fue otra clara, concreta, palpable muestra de la capacidad olímpica de Bolsonaro de mentir y manipular.
Habría que aclarar que de lo que dijo, un detalle merece aclaración: es verdad que él tiene más anticuerpos de todos los que fueron vacunados, pero no con relación a Covid-19, sino con relación a la verdad, la responsabilidad y, en última instancia, la decencia.
No existe el más remoto peligro de que esas tres cualidades alguna vez lo alcancen.