Desde Barcelona

UNO Poco más de medio siglo después (acaso como antídoto amargo a la inminente y amable y dulce reescritura de Let It Be a cargo de Peter (Jackson) & Paul & Ringo & Yoko) Rodríguez vuelve a oír al clásico y, por lo tanto, todavía nuevo y para siempre moderno John Lennon Plastic Ono Band. Su expansión (ahora con el subtítulo definitivo/eternizante de "The Ultimate Collection") a 6 cds + 2 Blu-Ray HD Audio Discs + libro de 132 páginas. Todo conteniendo todo lo que en su momento, a finales de 1970, el ex Beatle más ex que nunca había entendido y querido y necesitado gritar como contracción medular a mínima expresión para así ser más expresivo que nunca.

DOS Pero todo lo anterior (ganas de patear tablero y zapatear tablado, rencor acumulado a vomitar en larga entrevista con Jan Wenner en Rolling Stone donde recordó selectivamente adicción a drogas duras incluyendo la yokoína y ganas de desaparecer detrás de fantasmal banda plástica) recién sería de curiosidad y conocimiento de Rodríguez mucho más tarde.

Cuando lo escuchó por primera vez John Lennon Plastic Ono Band era apenas ese disco nuevo con frente-foto bucólica que en su contraportada venía con foto de Lennon niño (maniobra que mucha rock-star copiaría a partir de entonces). Y, ah, adentro, Lennon aullando. Que se entienda: la idea/concepto de un Beatle John desesperado ya había sido ofrecida en su versión de "Twist and Shout", en "I'm a Loser", en "Help!" y en los tracks más agrios y ácidos de The Beatles y Abbey Road. Pero aquí era diferente. Y si, meses atrás, el primer McCartney en solitario era apenas un berrinche solipsista y amenazante con irse de la fiesta de graduados/egresados, lo de Lennon, en cambio, era ataque de furia inflamable digno de Carrie. Aquí Lennon gritaba sin anestesia ni arreglos audiblemente vistosos. Y lo hacía siguiendo instrucciones de terapia de munchiano Grito Primal junto a Arthur Janov (el libro contiene un texto muy interesante del psicoterapeuta evocando la sesiones con su paciente más célebre). Arropado por sonido lo-fi y despojado (con una ayudita de los amigos Ringo Starr & Klaus Voormann & Billy Preston) pero robusto (paradójicamente co-producido por el por lo general maximalista Phil Spector). Algo que ya anticipaba lo que sería el punk, la New Wave y la movida under neoyorquina de mediados de los '70s. Algo presentándose ya como la más psycho victim y psycho killer al mismo tiempo y con Television muy encendida y sintonizando esos canales secretos donde todo es el más oscuro ruido blanco. Y, también, temáticamente, denunciando asuntos gremiales y confesando pulsiones edípico-reprimidas en casi versión comprimida y medular y huesuda y de cámara del por venir operístico The Wall de Pink Floyd.

Y, sí, para un niño como Rodríguez (creciendo con esa voz inconfundible contando acerca de Lucy y de Mr. Kite y de Bungallow Bill y de tantos personajes tan infantiles) de pronto el fascinante escalofrío de esos aullidos desesperados.

TRES Así, un Lennon más verité que nunca arrancaba arropado por campanas funerarias reprochándole a sus padres absolutamente todo ("Mother"), se decía a sí mismo que más le valía aguantar ("Hold On"), se daba cuenta de todo ("I Find Out"), se proponía como posible pero más bien improbable paladín social ("Working Class Hero"), buscaba el encontrarse perdiéndose en soledad absoluta ("Isolation"), se acordaba de todo lo que quería olvidar ("Remember"), hacía alto en remanso amoroso para diseccionar el sentimiento como si se tratase de koan/ecuación físico/química ("Love"), se convertía en especie de hombre-lobo feroz cansado de caperucitas ("Well Well Well"), rogaba ser amado ("Look at Me"), descreía de todo menos de sí mismo y de su medio pomelo e invitaba al despertar del Sueño para aceptar la Pesadilla de todos los días ("God"), y se despedía con una canción de cuna mortuoria ("My Mummy's Dead"). Tres singles previos ahora incluidos en el pack --"Give Peace a Chance", "Cold Turkey" e "Instant Karma!"-- celebraban el pacifismo con enumerativa y burlona mueca dylaniana à la "Rainy Day Women #12 & 35", asustaban con la radiografía del síndrome de abstinencia, y utilizaban la mística oriental no para alcanzar el nirvana sino para prometer la más infernal de las revanchas.

Menos de un año después, Lennon depuraría a este entrópico Mr. Hyde en su utópica versión Dr. Jekyll para el ahora cincuentenario el Imagine (huésped de esa canción que se saca a pasear/sonar con cualquier excusa). Pero las garras y dientes de John Lennon Plastic Ono Band asomarían también por allí aunque un tanto más domesticados en varios de sus tracks ("Crippled Inside", "Jealous Guy", "It's So Hard", "Gimme Some Truth", "How Do You Sleep?"). Y reaparecerían, como síntomas de una gripe imposible de curar a lo largo de toda su discografía (con especial carga viral en el injustamente poco valorado Walls and Bridges) hasta poner unas gotas de solipsista hiel en la miel de Double Fantasy con "I'm Losing You" y "Watching the Wheels" justo antes de los disparos de llegada a la partida.

CUATRO Escuchar ahora John Lennon Plastic con varios años más de los que llegó a tener Lennon pone, para Rodríguez, de nuevo en evidencia la rareza de un hito que, si bien tiene su sitio en la Historia, la sigue haciendo. Esta es la prerrogativa de los clásicos, supone. La de haber sido y seguir siendo sabiendo que allí seguirán estando cuando ya no estemos. John Lennon Plastic Ono Band / The Ultimate Collection (con su aluvión de demos, tomas alternativas, jams, progresiones y conversaciones en el estudio a lo largo de sesiones tan volátiles como distendidas y hasta la inclusión de su contemporáneo siamés complementario Yoko Ono / Plastic Ono Band) es una de esas contadas boxes que, a diferencia de lo que sucede con tantos especímenes de su especie (que, seamos sinceros, se escuchará al completo, como mucho, sólo una vez) a las que se volverá de tanto en tanto a rendirle culto con algo parecido a lo que otros sienten al colgar esos levitantes crucifijos sobre camas en honor a ese Dios que, sí, no es más que "un concepto del que nos valemos para medir nuestro dolor". The Beatles, en cambio, fueron y son y serán el concepto (mal que le haya pesado a Lennon por entonces) para medir nuestra alegría. The Beatles como ese producto perfecto y multigeneracional acaso porque desde su Big Bang acompañan a toda la humanidad a través de las diferentes cuatro estaciones de la vida. Así --teoriza Rodríguez-- Ringo es la infancia, John es la adolescencia, Paul es la asentada vida familiar y George esa dulce amargura y delicioso resentimiento que recién se alcanza en la madurez. Así, John Lennon Plastic Ono Band (junto al ahora también boxificado All Things Must Pass de Harrison, Band on the Run de McCartney y Ringo de Ringo Starr) como indispensable cuarta pata de la temprana mesa redonda post-fab. Y, también, como el sitio en el que Lennon cantó y gritó (ahí tienen la parte vocal a solas de "Mother", desencajada, en la box) mejor que nunca en un tiempo y lugar donde todas las insomnes noches salía y sale y saldrá la más llena de las lunas feroces.

Óiganlo aullar y suban el volumen para no escuchar los gritos de padres o de parejas o de hijos o de insoportables vecinos o de uno mismo, aconseja Rodríguez.

 

And that's reality...