Una hija lleva a juicio a su madre. Y desde ese recurso narrativo como disparador se construye El recurso de Amparo, la obra con la que la actriz Laura Oliva inicia un nuevo camino como dramaturga. Con dirección de Javier Daulte, y un elenco numeroso integrado por Gloria Carrá, Magela Zanotta, Marcos Montes, Marcelo Pozzi, Mónica Raiola, Javier Niklison, Aymará Abramovich y Gerardo Serre, la puesta puede verse los martes a las 20 en el Centro Cultural 25 de Mayo (Triunvirato 4444).
Con su propuesta teatral, Oliva navega en las aguas en las que se cruzan lo autobiográfico y la ficción. Con elementos propios del ámbito judicial, y pasajes que incluso habilitarían una lectura psicoanalítica, su dramaturgia gira en torno a la historia de Ofelia (Carrá), una mujer que decide llevar a juicio a su madre, Amparo (Raiola), a quien señala como la causante de la enfermedad que mató a su hermana (Zanotta). A partir de allí, en el juicio se expondrán las distintas posiciones acerca de esa relación compleja entre madre e hija, un debate con el que la autora se anima a cuestionar algunos mandatos en torno a la construcción del vínculo materno filial.
“Esta obra es un proyecto que tengo en mi cabeza desde hace diez años. Y hace un tiempo, empecé a sentir curiosidad por la escritura y luego empecé a buscar un lugar donde eso tomara forma, y ese lugar fue el taller de dramaturgia de Javier Daulte que realicé en 2019. En un principio, no tenía la expectativa de que mi obra terminara arriba de un escenario, pero cuando vi que eso era posible lo invité a Javier para que la dirigiera”, cuenta Oliva en diálogo con Página/12 acerca de este nuevo desafío en un rol que la posiciona esta vez debajo del escenario y en el que promete seguir explorando. “Tengo escritas dos obras más. La pandemia me generó la posibilidad de desarrollar las ganas de escribir que estaban latentes”.
Para dar vida a la ficción, Oliva partió de situaciones familiares que ella misma vivió con su madre (también llamada Amparo) y con su hermana, luego de un divorcio traumático entre sus padres que complicó su infancia. “Esta obra es sólo mi mirada sobre algo que pasó. Muchas de las cosas que se dicen en escena son reales, pero eso está relatado desde mi punto de vista. Probablemente, si mi hermana viviera no opinaría como yo. Y esa situación de cómo un mismo hecho puede ser contado por sus protagonistas de maneras muy distintas es algo que me fascina. Mi teoría es que mi madre sufrió mucho por su matrimonio fallido y quedó muy marcada por ese divorcio en los años setenta, donde no era fácil divorciarse, y eso hizo que por momentos mi hermana y yo nos desdibujáramos un poco de su panorama porque su foco estuvo puesto en ese proyecto de familia que no fue. Si bien era mi madre, también era una mujer que sufría por ese hombre que se había ido, y en el medio caía quien caía”.
-Precisamente, en un momento del juicio, para contextualizar la conducta de Amparo con sus hijas, una doctora habla de la maternidad como una construcción social y del mito del instinto maternal. ¿Por qué decidiste abordar esa temática?
-Porque creo que el rol de madre es en el que más se le exige a la mujer. Y como había pensado en que la obra se desarrollara en el marco de un juicio, entendí que todos los personajes no podían ser emocionales, y que necesitaba incorporar un testigo que hablara desde un lugar profesional. Entonces, leí muchísimas conferencias de mujeres y doctoras feministas que hablan sobre este tema. La maternidad es un tema que me interesa mucho. Yo siempre fui considerada muy políticamente incorrecta y la rara que pensaba cosas raras. Y hoy no soy tan rara, porque estos son temas que están sobre la mesa. ¿Por qué se da por sentado que el instinto maternal existe? Como dice esta doctora, es terrible cómo se ha asociado la palabra mujer a la palabra madre como si fueran sinónimos. Hay una especie de postulado que dice que cuando las mujeres son madres se convierten en mejores mujeres. Y por eso cuando la mujer comete errores en la crianza hay gente que se rasga las vestiduras preguntándose cómo esa mujer hizo lo que hizo con su hijo. Se da por sentado que toda mujer está preparada para criar a un ser indefenso y no es así.
-Además, el hecho de que una hija le haga juicio a su propia madre también es algo potente que pone en cuestión un vínculo que a priori, culturalmente, parece indestructible.
-Es que si uno ve a esa madre como una mujer falible, y no como una santa por el hecho de haber parido, se puede pensar como algo plausible el hecho de que sea llevada a juicio, aunque quien la lleve sea su hija. Porque creo que cualquier vínculo se puede destruir. Me parece que es una exigencia enorme que los hijos tengan que querer a sus padres porque son sus padres. Los vínculos no se dan solos, sino que se construyen. Hay una cosa muy cristiana en eso de que hay que honrar a tu padre y a tu madre sin importar como sean.
-¿Por qué te interesó pensar esta historia bajo la forma de un juicio?
-Porque me fascinan los juicios. Soy muy fanática de las ficciones judiciales como la serie La ley y el orden o el musical Chicago, en el que un juicio se transforma en un show y los personajes del fiscal y el defensor varían en sus sentimientos y realizan distintas manipulaciones para hacerle pisar el palito al testigo. Eso siempre me pareció muy teatral.
-Es tu primera obra como dramaturga. ¿Cuál es la sensación de ver lo que escribiste sobre un escenario?
-El mayor de los desafíos para mí, como actriz, fue hacer el proceso inverso de lo que hace un actor, porque el actor se apropia del material de otro y lo interioriza. Y en este caso esto significaba entregar mi material y permitir que, más allá de lo que escribí, cada persona, tanto los intérpretes como el público, tome de ese material lo que quiera y lo que pueda. Soltar lo que escribí y perder el control sobre eso es el aprendizaje más grande que he tenido con esta experiencia.
-Sorprende el registro dramático de esta pieza porque gran parte de tu carrera transcurrió en el género de la comedia. ¿Sentís que el medio, de alguna manera, te encasilló en ese lugar?
-No sé si me encasilló. Ocurre que como empecé en el medio interpretando roles de comedia seguí recibiendo materiales de ese tipo. Y ahí me di cuenta que si quería algo distinto, el volantazo lo tenía que dar yo. Porque soy actriz, y no sólo una comediante o una cómica. Entonces en un momento me bajé de un proyecto teatral maravilloso, y hablé con todos los productores y directores que conocía, y les pedí que me tuvieran en cuenta para otros formatos. Y la posibilidad tardó un poco pero llegó, y últimamente vengo haciendo muchos trabajos que tienen que ver con lo dramático. Y no tengo dudas de que para muchos es una sorpresa que yo haya escrito esta obra, pero esta es una buena manera de mostrar que tengo otras inquietudes.