"No se puede permitir que haya una moción institucional de censura en Argentina. Que la cima del poder de la Iglesia Católica haga un pedido deliberado de censura es violentísimo para toda la sociedad", responde a Página/12 Franco Torchia sobre los ataques de la Conferencia Episcopal a la obra "Theodora", a la que calificaron de "blasfemar la fe y la religiosidad". Torchia fue el encargado de trabajar sobre los textos de la teóloga feminista Marcella Althaus-Reid que fueron incorporados al oratorio de George Frederic Haendel, representado en el Teatro Colón bajo la dirección de Alejandro Tantanian y la interpretación de Mercedes Morán.
La reacción episcopal explotó luego de la función final de la obra, pero comenzó semanas atrás cuando el sacerdote Eduardo Pérez dal Lago publicó dos videos criticando el "sacrilegio" en el Teatro Colón y reclamando respuestas al GCBA. Aunque el ataque está enfocado en una supuesta "blasfemia" a la imagen de la virgen, Torchia sostiene que de fondo hay mucho más: "No solo es una reacción al feminismo queer de Marcella, sino a los cuestionamientos que ella hace a la gestión monopólica de la pobreza que buena parte de la Iglesia Católica tiene en Argentina y que se expresan en la obra", reflexiona el columnista de SOY, luego de que la Corporación de Abogados Católicos llegara a pedir la renuncia del ministro de Cultura porteño, Enrique Avogadro.
-¿Cuándo iniciaron los ataques a la obra?
-Un sacerdote, una suerte de cura youtuber, grabó dos videos criticándola e inició una especie “vía crucis” por el Colón, el INADI, la Defensoría del Pueblo buscando radicar una denuncia. Hasta ahí se trataba de acciones puntuales y no había términos claros de discusión, pero cuando pasa a ser una misiva de la Conferencia Episcopal rápidamente advierto que la dimensión es infinitamente mayor. Me resulta de una gravedad inusitada. Diego Trerotola planteó en su nota del domingo en Página 12 un paralelismo con lo ocurrido en 2004 con la muestra de León Ferrari en el Centro Cultural Recoleta. La Argentina no es aquella Argentina, pero en algún punto evidentemente sí, sobre todo en esta suerte de mármol indestructible que es el lugar que sigue teniendo la Iglesia Católica.
-En tu cuenta de Twitter publicaste que buscan "disciplinar y censurar”...
-Es un pedido de censura y también de autocensura, una especie de apuesta a lo previo al proceso creativo. Algo del orden de “antes de meterme con una virgen católica voy a tener que pensarlo unas cuantas veces”. Que la cima del poder de la Iglesia Católica haga un pedido deliberado de censura inmediata y a futuro es violentísimo para toda la sociedad. No se puede permitir que haya una moción institucional de censura en Argentina. Me llama la atención que ninguna autoridad se haya manifestado aún. ¿Qué va a pasar ahora? ¿el efecto disciplinador va a detener procesos creativos? Esa es la pregunta preocupante: Theodora ya terminó, ¿qué pasa si mañana en otro teatro se quiere presentar una obra similar?
-Los ataques están centrados en un supuesta "blasfemia" a la imagen de la virgen. ¿Es solo eso o te parece que la obra toca fibras más profundas?
-Si nos ponemos a analizar qué molestó, creo que los niveles son muchos. La molestia tiene que ver con que yo propuse un implante intelectual inédito. Argentina siempre ignoró a Marcella a pesar de haber sido reconocida internacionalmente. En ese sentido creo que es un modo de tensionar vínculos políticos, el mensaje de la Conferencia tiene que ver con advertir que el Colón traficó un discurso intelectual imposible a los ojos del episcopado, porque es una propuesta teológica totalmente diferente. Entonces no solo irrita lo que se dice de la virgen, irrita lo que la propuesta de Marcella tiene para decir.
-¿Y qué irrita de esa propuesta?
-No solo es una reacción al feminismo queer de Marcella, sino a los cuestionamientos que ella hace a la gestión monopólica de la pobreza que buena parte de la Iglesia Católica tiene en Argentina. Su mayor denuncia es esa y se expresa en Theodora, creo que eso molesta por encima de todo. No es casual que en el primer video el sacerdote se detenga puntualmente en una máxima de Marcella que aparece en la obra: “Dios es el aroma dulzón que genera el pan en el estómago vacío”. Creo que con estas cifras de pobreza es especialmente irritante recordarle al poder eclesiástico que no entrega la gestión de la pobreza, pero también a ciertos poderes políticos que no tocan esos intereses.
-¿Qué podés contar de Marcella Althaus-Reid para quien no la conoce?
-Primero que su propuesta teológica es reconocida internacionalmente, en universidades varias y en un montón de puntos del saber teológico, pero también de la producción intelectual en general. Sin embargo en Argentina no, pese a que se formó aquí y hacia finales de los '80 se fue a Escocia a hacer trabajo social en barrios populares, que es lo que había hecho acá. En uno de sus regresos a Argentina, a fines del menemismo, mientras escribe “Teología Indecente”, Marcella se focaliza en la cantidad de personas que encuentra viviendo en la calle, puntualmente en la cantidad de mujeres pobres y en la manera en que esas identidades estaban cruzadas por metáforas virginales y colonizadoras respecto de su género y de su clase social. Marcella fue especialmente elocuente alrededor de la intersección entre clase y género.
-¿Cuánto de esta cuestión elitista encontrás en la defensa a un Teatro Colón supuestamente ultrajado en tanto "ícono de la cultura"?
-Como si el Colón fuese catedralicio ¿no? Es lógico que apuesten a un conservadurismo de los espacios, de lo que se puede producir y decir en una institución que podría estar sometida a muchas discusiones para ensanchar sus límites, pero en Argentina hay determinadas instituciones que sostienen una relación religiosa y sacralizada con un montón de instancias de nuestra vida. Lo que la obra de Marcella desmantela es esa cantidad de nexos, algunos visibles y otros más subterráneos. Es tan radical que discute esa especie de pulsión interna que tenemos, incluso aunque seamos ateos, que nos lleva a funcionar de una manera religiosa, y creo que ese es un buen punto para ingresar en la discusión de la separación de la Iglesia del Estado.
-¿Estabas en la función en la que Mercedes Morán fue abucheada?
-Sí, la tercera función, la del viernes, esa es en teoría la de los abucheos. En efecto, hubo una parte de la platea que la abucheó, pero automáticamente un montón de personas empezaron a aplaudir más fuerte. Fue algo bastante impresionante porque se estableció una especie de batalla y los abucheos terminaron totalmente neutralizados, en el video que circula queda claro.
-¿Fue espontáneo el abucheo?
-El sacerdote de los videos fue uno de los máximos abucheadores, él se los adjudicó públicamente, así que de espontáneo no tiene nada. Theodora tuvo varios artículos de prensa previos al estreno en los que quedaba claro lo que íbamos a hacer. Tiendo a pensar que ese público, que de algún modo actuó una sorpresa, en realidad llegó muy informado. No pienso en el armado de un boicot, pero seguro que sabían qué iban a ver.