Integrantes de comunidades indígenas del norte salteño y aliades "ahatai" o "karai" participaron ayer, en la sede de la radio comunitaria La Voz Indígena, en la ciudad de Tartagal, del Encuentro de por los Territorios Indígenas, convocado por esta emisora y por el Colectivo de Mujeres Originarias Aretede para pensar sobre la presión que se sigue ejerciendo sobre los territorios de los pueblos originarios, cada vez más constreñidos por el avance de la frontera agropecuaria y de las urbanizaciones. También se habló del acceso a la salud, la educacion, la justicia y el racismo imperante aún hoy. 

La fecha elegida no es al azar, además de ser el aniversario de La Voz Indígena, que cumplió 13 años en el aire, el 11 de octubre es especial para los pueblos indígenas, recordado como "el último día de libertad de los pueblos indígenas de Abya Yala, anterior al inicio de las matanzas genocidas y de la invasión sobre nuestros territorios". Una invasión que, con otras formas y con otros rostros sigue perpetuándose hasta estos días. A propósito, ahatai y karai son dos formas de llamar al "blanco": ahatai es wichí y significa "demonio pequeño"; karai es guaraní y se traduce como "señor".

Ayer, tras compartir experiencias, historias de dolor pero también de alegría, el encuentro confluyó en un documento final en el que reseñaron las enfermedades y otros problemas de salud que sufren las comunidades por el uso indiscriminado de agroquímicos por parte de las grandes fincas; las amenazas que sufren los defensores del territorio en general y las "amenazas de terratenientes" para que acepten firmar comodatos sobre las tierras que les disputan titulares registrales. Consecuentemente, también reclamaron que se sancione la ley de propiedad comunitaria indígena y que se publiquen los relevamientos territoriales de manera que quien tenga interés en adquirir tierras sepa que están ocupadas por grupos humanos. 

"Este encuentro, en un día tan importante, nos convoca a visibilizar nuestras resistencias indígenas. Significa que nos mantenemos de pie, firmes, y organizados, frente al despojo territorial." Señalaron les organizadores en la convocatoria a la actividad, que comenzó con palabras de Nancy López y Felisa Mendoza, dos históricas de La Voz Indígena que son también sus directoras, una por el Pueblo Wichí y por el Pueblo Guaraní la otra. 

Mendoza introdujo a la preocupación principal: la expulsión de los pueblos indígenas de su territorio. "Ya casi no hay gente que trabaja en el cerco (donde se disponen los cultivos), muy pocos son, porque cada vez queda menos lugar", señaló. 

Aída Valdez, de la comunidad guaraní Yariguarenda, retomó esta línea recordando que "todos los pueblos enfrentan el mismo problema", la presión sobre el terriorio y los desalojos.

Felisa Mendoza y Aida Valdez. 

Como ejemplo, contó sobre su comunidad, un lugar paradisíaco que el mundo blanco denomina Virgen de la Peña, aunque su nombre es Yariguarenda. "Nos quieren hacer desaparecer, pero no pudieron", sostuvo. En su caso tienen territorio todavía, pero deben estar siempre defendiéndolo. 

En 1992 enfrentaron amenazas y otros actos violentos de un titular registral que, en sociedad con otros dos, compró esa tierra en un remate, a pesar de que estaba ya ocupada. "Bajaba este señor con pistolas en la cintura. Se paraba frente a mí, lo recuerdo como si fuera hoy", contó Aída. Tratando de contener a sus hijos, ella lo enfrentaba. Buscaron ayuda, pero ningún organismo del Estado les atendió, solo la antropóloga Leda Kantor, técnica de la Secretaría de Agricultura Familiar y protagonista de la creación de la radio indígena, "fue la única que nos acompañó".

En 2012 intentaron recuperar el territorio que les habían quitado, y entonces sí el Estado les prestó atención, para enviar a la Policía. "Era pelear cuerpo a cuerpo con la Policía".

Juana López, de la comunidad tupi guaraní Iguopeigenda, de Orán, que disputa tierras con el ingenio El Tabacal, puso el eje en esta doble vara del Estado: lento para atender los reclamos de los pueblos indígenas pero rápido para reprimirlos u ordenar desalojos. "Cuando una empresa quiere desalojar, ahí hay justicia para ellos (los empresarios)", va la Policía, "todo.

"¿Dónde vamos a estar nosotros? El pueblo está creciendo, las fincas están creciendo", interpeló César Solares, de la comunidad wichí Imackta Neckche (Nueva Generación). Es tal avance de las fincas que "pasan los alambrados por encima de las comunidades", describió. Dijo que sienten gran preocupación: "¿Por qué no nos dejan vivir?", desesperó. También contó que no encuentran a quién recurrir, "¿dónde disparar?"

Isaías Fernández, del Pueblo Weenhayeck, contó que su comunidad, en el Kilómetro 5 de la ruta nacional 86, tiene 105 hectáreas, que vienen defendiendo de la gula empresarial. Tras reseñar que siguen despojando del territorio afirmó que ya "Colón vino a quitar nuestras tierras". "Los españoles vinieron a matar, a violar a las mujeres indígenas. Es muy doloroso para nosotros", aseguró. "(Parece que) nosotros somos los invasores en este país y en toda América", completó Juana López.

Juana López.

El cacique Ángel Segundo, de la comunidad Las Palmeras (Kilómetro 8 de la ruta 86), contó que también quisieron desalojarlos y "estamos luchando por la tierra". También Emilio García, de la comunidad Taperigua, relató los desalojos que sufrieron y la venta de tierras de la comunidad que está haciendo ahora mismo. 

Otras intervenciones dejaron claro que las intendencias no asumen responsabilidad alguna por el despojo a los pueblos indígenas (incluso hay jefes comunales que son nuevos titulares registrales, y hay también legisladores), la provincia tampoco tiene una politica activa para dar una solución a esta situación, tampoco el gobierno nacional; encima, el Poder Judicial los ataca ordenando desalojos, y muchos fiscales los acusan penalmente.

A propósito, la directora de Arraigo Rural y Tierras Agropecuarias de la Secretaría de Agricultura Familiar Campesina e Indígena de la Nación, María José Castillo, informó del la labor de esta área para dialogar con operadores judiciales e informar sobre el uso del territorio y la normativa legal que reconoce sus derechos.

Castillo, y Cecilia Jezieniecki, presidenta de Abogados de Derecho Indígena, coincidieron en que las facultades no se enseña sobre derecho indígena ni derechos humanos.

"Ya no tenemos esos montes"

"También hemos sufrido desalojos dos veces" pero "nosotros como pueblo hemos podido enfrentarlos", contó María Miranda, de la comunidad guaraní 9 de Julio, que quedó en medio de la urbanización de la ciudad de Tartagal (fundada sobre territorio originario). "Ya no tenemos esos montes", lamentó. 

El monte aportaba todo, el sustento y el espacio para una vida buena, recordó Teresa Torres, de Kilómetro 6. "Teníamos qué comer en ese monte", "teníamos fruta". "Éramos felices" en ese monte, pero "luego vinieron los gendarmes" y cometieron toda clase de atropellos, de violencia extrema y abusos, recordó casi en llanto. 

Ahora todo está sembrado con soja, "no tenemos ni para sacar leña", dijo. Y "cuando comienzan a fumigar nos matan las plantitas, los animalitos, los niños tienen tos, porque están en medio de las fincas".

"Ya no hay montes ahora. Vivimos en medio de los campos", reforzó Mónica Medina, del Pueblo Weenhayeck. Tanto avanzaron los desmontes, contó, que las comunidades más cercanas a la ciudad, Kilómetro 4, Kilómetro 5, tienen que ir a buscar leña al Kilómetro 12. Ella misma vive en un lugar donde solo "hay un pedacito de monte". Y su comunidad sufrió también la presión para desalojarla, acompañada por la violencia policial: casi un mes estuvo en cama "por los golpes de la Policía".

"Ya es hora de que frenemos a los sojeros", fumigan con sustancias tóxicas que están provocando la aparición de nuevas enfermedades, y "hay desnutrición", añadió Arias. 

"La tierra es algo sagrado para nosotros los pueblos indígenas", ratificó la joven Mónica Arias, del Pueblo Toba (Qom)

Una herramienta grande 

"Es una herramienta muy grande para nosotros la radio", aseguró Felisa Mendoza. Contó anécdotas sobre el trabajo que realizaron, incluso imponiéndose al machismo en sus comunidades, y la importancia de que en la emisora puedan contar con un centro cultural, un lugar para reuniones, y se manifestó "alegre" por la participación de jóvenes. "En este tiempo la radio es como una señal de humo" porque les permite comunicarse y darse apoyo mutuamente, agregó Aída Valdez. 

"Es difícil no saber hablar. No hablar el castellano nos ha sido muy difícil, no tener estudios", indicó Nancy López. "Somos también defensoras (del ambiente) desde siempre", aseguró. Y recordó que cuando comenzaron a organizarse pensaban mucho "como vamos a romper el silencio de nuestro pueblo", y el instrumento para eso fue la radio.

A través de Silvia Molina de Bertea, el obispo de Orán, Luis Scozzina, hizo llegar su saludo. "Como Iglesia, queremos caminar junto a los pueblos", afirmó.