Mujeres faro podría describirse como un archivo de semblanzas con perspectiva de género para conocer más de algunas de mujeres y descubrir otras. En esa tarea estuvo inmersa la docente e investigadora Lucía De Leone. Sin acceso a bibliotecas, con menos espacios de discusión y sin el cruce de los cuerpos cuando se desató la pandemia, inventó este archivo de historias abiertas que pueden ser completadas por lectoras y lectores. Un collage-aventura en el que sumergirse, con prólogo de Luciana Peker e ilustraciones de Ivana Calamita, que salió a luz a través de El Ateneo.
El libro se fue construyendo durante la pandemia, por eso las redes entre mujeres resultaron fundamentales para avanzar. Lucía las consultaba, les pedía libros, les solicitaba imágenes. Así pudo llegar a figuras que se destacan en sus países pero que en Argentina no son muy conocidas. Miró documentales, buscó en archivos digitales reseñas de libros o hazañas y conversó con especialistas de algunas épocas o de determinadas escritoras. De esos cruces salieron estas mujeres faro.
En primera instancia el trabajo consistió en definir cuarenta mujeres faro de América latina y Estados Unidos (éstas pertenecientes a minorías). Elegir entre mujeres de distintas épocas, países, disciplinas. “Cuarenta parece mucho, -señala Lucía- pero luego te das cuenta de que hay tantas mujeres destacadas o que una quiere destacar que el proceso de selección terminó siendo muy complicado”. Hubo un ida y vuelta constante entre editora y escritora para determinar cuáles entraban y cuáles salían. “Un ida y vuelta muy alentador por momentos y muy desasosegante por otros”, -revela Lucía- porque todo el tiempo había algo que la punzaba o un nuevo descubrimiento, o una charla, o una idea que la hacía repensar la selección otra vez.
Desde el vamos había un grupo de mujeres infaltables porque algo en sus vidas había iluminado el camino de tantas otras. Victoria Ocampo en la cultura, Juana Azurduy en las luchas por la Independencia, Sor Juana en los saberes vedados para las mujeres. “Fue una elección ingresarlas en la lista y volverlas a contar desde una mirada que involucre las preocupaciones y los recursos del presente”, cuenta la autora. De este modo, Lucía revisitó esas vidas desde un posicionamiento feminista y crítico. “Y luego aparecieron hits que resultaron de las más gancheras por desconocidas y por sus historias de vida. Los casos más resonantes son la espía Policarpia Salvatierra y la aviadora Margot Duhalde”.
Aspectos desconocidos de mujeres célebres y no tanto
El libro presenta una mezcla de mujeres desconocidas con canónicas, ¿qué quisiste destacar de las más conocidas?
--Entre las vidas de las canónicas intenté buscar algunos resquicios que fueran si no novedosos al menos refulgentes, y cuando esto no era del todo factible me dediqué a instalar una diferencia desde el enfoque o la propia escritura. Quería dejar una marca en la escritura de estas vidas. Si la fábula era archiconocida me las ingeniaba para empezar la semblanza por un acontecimiento no cronológico o menor en sus vidas, para ingresar a lo conocido desde un desvío impensado. También trabajé bastante la selección léxica, la construcción de la frase, y busqué un tono entre coloquial, poético y documental. Los casos de Tita Merello, Chavela Vargas y Violeta Parra creo que son merecedores de esta descripción.
Lucía no quiso hacer un libro de escritorio o que se pierda en la biblioteca. Se lo imagina trasportable, en carteras y bolsos o como dice la ilustradora Ivana Calamita, “en las mochilas del cole, en la mesa de luz o de la cocina”. Ivana fue parte fundamental de esta aventura-collage. Es dibujante y la autora de las cuarenta ilustraciones. También es profesora y licenciada en artes plásticas y doctoranda en Artes por la Universidad Nacional de La Plata. Cuando recibió la propuesta editorial, propuso realizar cada retrato de forma diferente. “Si bien el retrato es un género que en principio parece no dejar mucho margen al aporte de la ilustración porque ya trae definido un encuadre, un recorte, me pareció interesante el desafío de encontrar algo personal en cada imagen, en cada una de esas mujeres”. Con la idea de captar algo de la esencia de cada una, fue en busca de esas capturas en los momentos más luminosos.
Un libro-álbum reversible
Mujeres faro puede leerse de atrás para adelante y de adelante para atrás, “de manera salteada como una rayuela, según el color que más guste o la mujer que más llame la atención, de corrido o de a ratos, -agrega Lucía- lecturas colectivas en voz alta entre madres e hijas, entre amigas o en las aulas.” De las más desconocidas Lucía se enamoró de la historia de la Pola, la agente secreta que muere joven por defender sus ideales. También le impactaron las científicas porque todas fueron una novedad. “En ellas encontré cómo el saber se retroalimenta todo el tiempo, cómo un microscopio es la lente ampliada de una historia de novela. Cómo también el descubrimiento de los genes debe estar al alcance de todos y cómo la lucha ecológica deviene en lucha antiespecista para vivir, como dice Rigoberta, en un mundo de paz”.
Ivana revela que tiene un afecto especial por la imagen de la uruguaya Idea Vilariño, porque fue la primera imagen que hizo para el libro y, además, le encanta su obra. Con las imágenes de Victoria Ocampo y Tita Merello, Ivana trató de incorporar a los retratos elementos propios de sus espacios o sus profesiones. “En el caso de Victoria opté por utilizar un estampado que reproduce el empapelado real, existente, de una de las habitaciones de su casa. En el caso de Tita no pude disociar su imagen de su voz y escucharla cantando Se dice de mí, el tango y su iconicidad hicieron el resto del trabajo. Fue sencillo elegir la fotografía que iba a usar, en la que parece estar a punto de decir algo. No está posando, está detenida sólo un instante”. Frida Kahlo fue el mayor desafío para Ivana: “Es una imagen muy retratada, casi icónica. Se me generó un conflicto, tuve que tomar una decisión al respecto de la forma de representarla. No quería caer en el estereotipo y en la simplificación, y por otro lado sentí que tenía que dibujar un poco a la Frida que el lector o la lectora esperaba encontrar. Así que tuve que negociar un poco conmigo misma, utilizar el estereotipo como acceso a la imagen. Frida se traduce en dos palabras para mí: dolor y color. Quise representarla de la manera más primaria que conozco, que es con un lápiz, acercarme a ella desde la simpleza y después rebalsarla de color”.
Los femicidios de Marielle Franco y Berta Cáceres en América latina son un símbolo de lucha, ¿qué más descubriste de sus vidas que te haya llamado la atención?
--Ni bien me dijeron que podía incluir mujeres brasileñas pensé en Marielle. Venía siguiendo sus pasos desde antes del femicidio que conmocionó y de alguna manera “internacionalizó” su figura. Pero mucho antes de este final tremendo, más tremendo aun por haber quedado impune, ella fue una de las primeras en posicionarse como “hija de la favela”. Pese a sus logros de ascenso social -la universidad, la política-, nunca olvida su procedencia ni cambia ese lugar de pertenencia, su carta de presentación. También me interesó que en su lucha por la justicia social, Marielle actuaba con coherencia humana al punto de disponer protección también a las familias de policías caídos en los enfrentamientos con el narcotráfico. Por su parte, Berta fue incluida casi al final del proceso de escritura. Su nombre fue decidido después de una larga investigación sobre las relaciones ineludibles entre discriminación étnica, de género y medioambiente. Me parecía que si bien hoy conocemos muchas representantes de las luchas contra el terricidio, Berta reunía varias condiciones que dejaban ver bien algunas de las problemáticas atávicas de Honduras, como las que existen entre las poblaciones originarias y las políticas estatales. Además Berta era hija de una partera, traía la vida pegada a su vida y no porque sí muere por defender el agua, el bien natural escaso que constituye la mayor fuente de abastecimiento y vida.
"Librar sus batallas, tomar el lápiz o el microscopio, investigar, actuar, pintar, cantar, legislar, escribir, bailar, filmar, curar, correr y educar", escribe Luciana Peker en el prólogo, “lo que las vuelve luminosas no es solo lo que hicieron, sino lo que permitieron hacer.” Y Lucía suma: “Muchas de estas mujeres abren caminos y muchas otras cierran puertas. Los caminos que se abren son los luminosos, los que hacen crecer, los que invitan al cambio, los que renuevan miradas y percepciones. Las puertas que cierran otras son aquellas que dejaban entrar la desigualdad, el maltrato, el crimen, la imposibilidad de acción por el mero hecho de ser mujeres”.