“En este Halloween, podés entrar a un cementerio de maniquíes y llevarte a casa figuras desconcertantes, casi humanas”, tienta la web Atlas Obscura a quienes tengan suficientes agallas. Y estén, claro, cerca del condado Lincolnshire, en Inglaterra, hogar del inquietante Dollywood, como bautizó la entrepreneuse Roz Edwards a su gigantesco depósito al aire libre. Se trata de un montañita que crece y decrece, pero en general se mantiene en unos 5 metros de altura, 50 de ancho, amén de la cantidad obscena de partes que yacen desperdigadas. En la “atracción”, hay modelos sin piernas, sin brazos; hay versiones embarazadas, también de pequeñajos; hay cabezas apiladas e inclusive modelos perrunos aunque, ojo, la mayoría no tiene patas.
Lo peculiar del asunto es que, además de rentar las instalaciones (para videoclips o films de terror), alquilar maniquíes (a populares programas de tevé como Top Gear o The X Factor) o sencillamente vender modelos completitos por módico precio (a tiendas de ropa), Roz -de 49 años- permite que cualquiera se zambulla en su peculiar necrópolis. Siempre y cuando, claro, abone la entrada. El chiste sale 50 libras esterlinas, y no solo habilita a trastear por su colina de extremidades durante exactamente 15 minutos; permite, además, que en ese tiempo la gente tome frenéticamente cuanta parte encuentre a su paso y se la lleve a su casa, cumpliendo con cierta letra chica: no más de 5 pares de manos por visitante. Al parecer, la gente tiene una extraña inclinación a llenar bolsas completas con garritas humanas…
¿Qué clase de clientela se arrima a Dollywood (o Mannakin Hall, como le llama ahora, “para sonar más elegante”)? Cuenta Edwards, que inició el negocio hace una década aproximada, que “recientemente vino alguien que estaba montando un decorado para celebrar Halloween por todo lo alto en su jardín. Pero también se han acercado profesores y maestras de artes que usan las extremidades para sus clases de pintura. O gente que aprovecha las partes como utilería de obras teatrales y de películas. Una persona necesitaba piezas para el robot que estaba construyendo, realmente bonito. Y nunca faltan las pymes que reconvierten algún miembro, les dan una segunda vida en forma de lámparas u objetos de decoración, que terminan vendiéndose muy bien online. En resumidas cuentas, satisfacemos una demanda amplia, muy amplia”. Sin mentar quienes sencillamente buscan experimentar la rareza de adentrarse en este camposanto inanimado, rematadamente espeluznante, ideal para la temporada de Noche de brujas, aunque pueda visitarse en cualquier momento del año…
Para la acumuladora Roz, que sigue sumando maniquíes maltrechos de negocios que se van a pique, lo verdaderamente horrífico es que “cuando están fuera de juego, terminan en el vertedero y pasan por la picota, son aplastados. Eso sí que es desgarrador de presenciar”. “Los maniquíes nuevos están hechos de resina plástica dura, pero los viejos, de una cierta antigüedad, son de fibra de vidrio, que no se puede reciclar. Con un poco de reparación y cuidado, tranquilamente podrían seguir en actividad, no tienen nada malo”, aporta la defensora de pobres y descoyuntados, que también ofrece tours nocturnos por sus instalaciones.