“Es un ser infame, no un loco, un narcisista malvado y sin escrúpulos”. Así define Mariana D. a su padre, el genocida Miguel Osvaldo Etchecolatz, condenado seis veces por delitos de lesa humanidad y preso en la cárcel de Marcos Paz. En una entrevista que dio a la revista Anfibia, la mujer relató que vivió en su propia casa la violencia de este represor, sospechado también de la desaparición del testigo Jorge Julio López, y describe el camino que recorrió hasta conseguir cambiar su apellido. “He decidido con esta solicitud ponerle punto final al gran peso que para mí significa arrastrar un apellido teñido de sangre y horror”, argumentó en su solicitud. El miércoles decidió marchar por primera vez, contra la impunidad que presupone el fallo de la Corte Suprema que concedió el 2x1 a otro represor. Al día siguiente, su padre pidió ese beneficio y ella lloró.
“Como los que marcharon el 10 de mayo, como millones de argentinos, quiere que los genocidas condenados mueran en la cárcel. Que su padre, el ex comisario Miguel Osvaldo Etchecolatz, muera en la cárcel. Mariana D. fue por primera vez a una marcha por los derechos humanos. Nunca se animó a ir a Plaza de Mayo los 24 de marzo. Por miedo a ser rechazada. Por miedo a no poder soportar el dolor en vivo y en directo”, escribió el periodista Juan Manuel Mannarino sobre la hija del ex comisario que dirigió la dirección de Investigaciones de la Policía Bonaerense durante la dictadura.
Mannarino reconstruyó la historia familiar, en la cual Etchecolatz era un padre y marido ausente durante la semana, pero cuando estaba en el hogar se quedaba tirado mirando televisión, y si algo no le gustaba de sus hijos lo arreglaba con una cachetada. Sólo una vez la llevó al cine, a ver La historia oficial. “Mariana supo de grande que su madre intentó varias veces escaparse con ella y sus dos hermanos. Lo planeó varias veces. Etchecolatz se dio cuenta y la amenazó: ‘Si te vas te pego un tiro a vos y a los chicos’”, puede leerse en la entrevista. “Vivimos conociendo el horror”, agrega.
Sobre la desaparición de López dice Mariana D.: “Me angustié desesperadamente con lo de Julio López. Me temo que aún sigue sosteniendo poder desde la cárcel, no es un ningún viejito enfermo, lo simula todo.”
“Lo terrible es que con mis hermanos nos refugiamos en el anonimato por la sombra de ese hijo de puta”, explica también la mujer de 46 años, psicoanalista, que da clases en una universidad privada y decidió cambiar su nombre a Mariana D. En un escrito presentado en noviembre de 2014 ante un juzgado de Familia de la CABA fundamentó: “Debiendo verme confrontada en mi historia casi constantemente y no por propia elección al linde y al deslinde que diferentes personas, con ideas contrarias o no a su accionar horroroso y siniestro pudieran hacer sobre mi persona, como si fuese yo un apéndice de mi padre, y no un sujeto único, autónomo e irrepetible, descentrándome de mi verdadera posición, que es palmariamente contraria a la de ese progenitor y sus acciones (…) Permanentemente cuestionada y habiendo sufrido innumerables dificultades a causa de acarrear el apellido que solicito sea suprimido, resulta su historia repugnante a la suscripta, sinónimo de horror, vergüenza y dolor. No hay ni ha habido nada que nos una, y he decidido con esta solicitud ponerle punto final al gran peso que para mí significa arrastrar un apellido ajeno a la constitución de mi persona. Pero además de lo expuesto, mi ideología y mis conductas fueron y son absoluta y decididamente opuestas a las suyas, no existiendo el más mínimo grado de coincidencia con el susodicho”. Fue un camino largo pero cuando por fin lo logró sintió una “reparación”, pero sigue preocupada por “este gobierno de derecha que avanza contra los derechos del pueblo” y advierte: “Hay que tener la memoria despierta. Me siento acompañada porque somos millones.”
Cristina Kirchner se refirió al artículo. Dijo que hacía tiempo no leía algo tan “estremecedor”, y que cuando Mariana D. la nombró a ella y a Néstor por sus nombres de pila se le hizo “un nudito en el corazón”.
–¿Cuándo escuchaste por primera vez lo que había hecho tu padre?
–De joven. Fue muy difícil, porque vivíamos en una burbuja, sometidos y desinformados. Aparentábamos lo que no éramos. Las personas que nos rodeaban decían “qué capo es tu viejo”. No había quienes nos dijeran “mirá este hijo de puta lo que hizo”. Una vez que escuché un testimonio en un juicio ya no me hizo falta nada más. Hasta hoy me da aberración. Nosotros también fuimos sus víctimas, fue la encarnación del mal en todos los ámbitos. Mis abuelos lo llamaban “el mal bicho”.
Nunca había contado su historia, pero ahora quiere expresar “el repudio de una hija a un padre genocida” y “que no salga nunca más” de la cárcel.