La macroeconomía es un ámbito dinámico en el que se expresa la estructura económica y la correlación de fuerzas de los distintos sectores. Con el auge del neoliberalismo y luego de las privatizaciones, Argentina fue quedando desprovista de instrumentos para incidir en la economía, por lo que sólo quedaron ciertas formas de regulación macroeconómica, de política fiscal y monetaria.
La manipulación de la macro brinda condiciones para comenzar a desarrollar ciertos objetivos o para resguardarlos. Pero no puede brindar respuestas a cambios estructurales. Con los instrumentos de la política fiscal, el gobierno puede expandir o contraer el gasto o los impuestos, de modo de suavizar o propagar el ciclo económico e influir en la distribución secundaria del ingreso.
Mediante la política monetaria, el gobierno puede influir sobre los niveles de tasas de interés, tipos de cambio o cantidad de dinero circulante, de modo de incentivar la inversión y el consumo, incidir en la variación del nivel de precios y de los precios relativos. No obstante, los espacios para la política macroeconómica son acotados porque están subordinados a relaciones estructurales.
Frente externo
Por ejemplo, la política macroeconómica puede incidir sobre el nivel del tipo de cambio aunque dentro de ciertas bandas que estarán definidas por las productividades relativas de Argentina frente al resto del mundo.
En este sentido, la serie de datos de poder de compra promedio de un habitante argentino en comparación a un estadounidense, que es un aproximado al PIB por habitante a paridad de poder adquisitivo (PPA), presenta un comportamiento inverso al movimiento del tipo de cambio real bilateral entre estos dos países.
En números, la relación entre poder de compra de un argentino respecto al de un estadounidense descendió entre 1997 y 2001 un 17 por ciento. En ese período, antes de la devaluación de 2002, el tipo de cambio real se depreció un 12 por ciento. En cambio, entre 2003 y 2015, período en que la ratio de productos por habitante (PPA) creció 34 por ciento, el tipo de cambio real se apreció 62 por ciento.
Es decir que las productividades relativas entre los países se expresan en precios, dando un nivel de tipo de cambio sobre el que la política macroeconómica puede actuar, pero no mover infinitamente.
Por otro lado, la restricción externa financiera al crecimiento no se explica de igual modo que décadas atrás, es decir, por la falta de dólares para industrializarse. La fuga de capitales es un fenómeno cada vez más acusado debido a que los grandes grupos económicos de origen local y extranjero que dominan la economía argentina están cada vez más concentrados y transnacionalizados, por lo que necesitan expresar su excedente en divisas.
Intervención estructural
No es necesario remitirse a largos períodos para comprender que lo estructural es lo determinante y que con la macro no alcanza. Esto también puede observarse en la coyuntura.
¿Es mejor subsidiar y que la sociedad dependa de las decisiones de los privados basadas en la rentabilidad? Más allá del impacto inmediato en la distribución y en las cuentas públicas, hay una cuestión de fondo: ¿puede el Estado encargarse de la producción en algunas actividades y ramas determinantes en la medida en que éste tipo de intervención otorga más herramientas y libertad para la planificación que limitarse a una política de subsidios?
La política macroeconómica es imprescindible pero limitada. Un proyecto político capaz de realizar transformaciones profundas requiere la ampliación de las capacidades estatales para la intervención de manera directa e indirecta, con formas estatales puras y mixtas, de manera planificada y en mercados estratégicos.
* Economistas UBA, docentes UNDAV e integrantes de EPPA.