Responsabilidad empresarial 8 puntos
Argentina, 2020
Producción, dirección, fotografía y edición: Jonathan Perel.
Mezcla de sonido: Francisco Polosecki.
Duración: 68 minutos.
Estreno: en la plataforma Mubi.
Más allá de las frases hechas, cuando se habla de la “dictadura cívico-militar” (un término que recién fue reconocido por ley en la Provincia de Buenos Aires en 2017, a instancias del senador y ex intendente kirchnerista de Lanús Darío Díaz Pérez) no se tiene una idea cabal del enorme peso simbólico y concreto que carga la palabra “cívico”. Ese desconocimiento debería dejar de ser tal a partir del documental Responsabilidad empresarial, el film más reciente de Jonathan Perel (ver entrevista aparte), que acaba de estrenar la plataforma Mubi, luego de su paso por la Berlinale y el Bafici.
Basado en el libro Responsabilidad empresarial en delitos de lesa humanidad. Represión a trabajadores durante el terrorismo de Estado, editado en 2015 por el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación (y de escasísima difusión desde entonces), Perel literalmente expone, saca a la luz aquello que sigue estando a la vista de todos pero nadie ve: las fábricas y los complejos industriales que hoy continúan en plena actividad y que entre 1976 y 1983 sirvieron como centros clandestinos de represión, secuestro, tortura, desaparición forzada y muerte.
Cada capítulo se inicia, sin rodeos ni ambigüedades, con el logo correspondiente. Son más de 30 de todo el país y no faltan las marcas más conocidas: Ford, Fiat, Mercedes Benz, Alpargatas, Molinos Río de la Plata, Acindar, Loma Negra, Grafa, entre las más rutilantes. A partir de esa identificación, que incluye su ubicación geográfica, lo que sigue en cada capítulo es un plano fijo, cámara en mano, desde el interior de un automóvil ubicado estratégicamente frente a la entrada de esa fábrica, de la que registra su actividad a distancia, para evitar la intervención del personal de seguridad. El conductor del automóvil (el propio Perel, a quien nunca se ve), lee en voz alta, casi como para sí mismo, un fragmento del libro correspondiente a cada empresa. Del Ingenio Ledesma, en Jujuy, por citar uno de los casos más emblemáticos, señala que la planta fue “literalmente ocupada por las fuerzas de seguridad” y que su propietario, Pedro Blaquier, colaboraba activamente con los militares en la represión a sus trabajadores. O del periódico La Nueva Provincia, de Bahía Blanca, el informe destaca que una de las accionistas de la familia propietaria, Diana Julio de Massot, identificaba ella misma al “personal a ralear”.
El film de Perel opera por acumulación. Es en la reiteración de casos, uno detrás de otro, que la película desnuda un sistemático modus operandi común a todas estas empresas, que tuvieron un rol protagónico en el funcionamiento y perpetuación de la dictadura. Mientras contribuían al régimen aportando a supuestos fondos patrióticos, bajaban el costo laboral “erradicando elementos negativos” (los desaparecidos eran despedidos con causa por no presentarse al trabajo y sus familias quedaban en la calle) al mismo tiempo que engrosaban escandalosamente sus arcas, al convertir en deuda pública los créditos millonarios en dólares que tomaban a título privado.
No faltan nombres propios en el film de Perel. Entre los perpetradores, se menciona a José Alfredo Martínez de Hoz, Domingo Cavallo y Paolo Rocca entre los más resonantes; los Macri no son citados, aunque queda claro que la empresa familiar Socma se benefició con esas prácticas. Y entre las víctimas, hacia el final del film son tantos los nombres y apellidos que se suceden que el efecto no puede ser otro que el de la indignación y la angustia.
De modo sorprendente, quizás no deliberado, hay algo de film noir o de novela negra en Responsabilidad empresarial. El modo en que Perel plantea su película, ubicado en la cabina de su auto, cuando despunta la madrugada, leyendo un viejo informe judicial que ya no parece importarle a nadie, evoca la figura de un detective privado (¿Philip Marlowe, Gerhard Selb, Lorenzo Etchenique?) decidido a que, a pesar del tiempo transcurrido, el crimen no quede impune.