“La guerra civil se avecina”. Esas fueron las palabras que eligieron los responsables de Succession (estreno este domingo por HBO MAX y a las 22 por HBO) para diseñar su tercera temporada. Y si la frase suena a Game of Thrones, la escena con la que abre el primero de estos nueve capítulos lo certifica. Dos helicópteros atraviesan el aire como si fueran dragones a punto de lanzar una llamarada (las locaciones balcánicas también hacen lo suyo). Quien encabeza la escuadra no es Daenerys Targaryen, el Rey de la Noche o algún miembro de los Lannister. Es Logan Roy (Brian Cox), el magnate y patriarca, con su mirada insondable y bien predispuesto a mandar a cagar a todo el mundo.
Lo que había comenzado como una competencia entre sus herederos por el conglomerado y el respeto paternal, derivó en una pista de Nascar de mezquindades, traiciones y ataques; un dream team de personajes ruines y –claro que sí- los insultos más ingeniosos y brutales de la TV. ¿Un aperitivo? “Logan te meterá un millón de arañas venenosas en tu pitito”.
La historia retoma el punto exacto de los últimos acontecimientos vistos en pantalla. El tremendo golpe de timón y gancho argumental con el que terminaron las cosas hacia 2019. Y no podía ser de otro modo, Kendall (Jeremy Strong) había lanzado una bomba de racimo al declarar que su padre sabía de la actividad criminal de una de sus compañías y maniobrado para tapar el escándalo. Logan le había pedido un “sacrificio de sangre”, que se echara la culpa, y el hijo del medio hizo otra cosa: apeló al instinto asesino que, según su padre, no estaba en su ADN.
“Decile que voy a moler sus putos huesos para hacerme el desayuno”, brama el jerarca en un momento de “Secession” (vaya título para el primer capítulo). El primer tercio de esta temporada (“Mass Time of War”; “The Disruption”) transita las repercusiones de la movida que sorprendió a todos. “Esto no es lo más lindo para decir de tu hijo pero quizás deberías cortarlo en pedacitos y tirarlo al río Hudson. Destruís a Kendall y esto sea cae”, recomienda Roman (Kieran Culkin), el benjamín del clan del que nunca se sabe si está jodiendo o hablando muy en serio. Como eximia federada en manipulaciones, Shiv (Sarah Snook) se corta sola y Connor (Alan Ruck), el primogénito delirante que quiso ser presidente de los Estados Unidos, mantiene su andar y modos alejados de lo terrenal.
Uno de los hijos pateó el tablero y todos andan desorientados. ¿Defender al progenitor? ¿Jugársela por el hermano “Yuppie Robocop”? ¿Segundos afuera: Kendall Vs. Logan? Para Jeremy Strong esta temporada implica claramente una transición para su personaje y toda la historia. “Después de la conferencia de prensa, era como si mi personaje se hubiera sentado bajo el árbol Bodhi y hubiera logrado un momento de claridad, Kendall lo siente como iluminación y liberación. Al comienzo de la temporada lo vamos a ver levitar. Es alguien que siente que finalmente se liberó de las cadenas que lo ataban. Y tiene una cualidad transmitida por el aire”, dijo el actor.
El CEO de Waystar Royco, por su parte, no está dispuesto a tirar la toalla, a menos que sea de hierro y golpee a su oponente. Sin embargo, los primeros capítulos lo muestran confundido (¿y orgulloso?) de lo que hizo Kendall. En una entrevista reciente con The Guardian, Brian Cox se rehusó a definir a su personaje como un villano. “Creo que en algún momento de su vida, Logan ha sido brutalizado, está en el proceso de cometer un acto de venganza contra el resto de la humanidad, pero por razones realmente bastante legítimas. Lo que es tan difícil para él es que, al igual que Lear, ama a sus hijos, y esperaría ver algo de ese amor correspondido, en lugar de que ellos lo vieran simplemente como una chequera o como el camino hacia el derecho”, explicó el actor escocés.
Las nuevas tramas incluyen un nuevo “papado” al frente de la corporación y al entuerto legal que podría llevar a más de uno tras las rejas. Con el correr de los episodios aparecerán los personajes de Josh Aaronson (Adrien Brody) y Lukas Matsson (Alexander Skarsgard), dos empresarios interesados en meter sus narices en la Waystar Royco. Pero como bien señaló el creador Jesse Armstrong, este nuevo arco no es tan distinto a lo conocido. “En términos de la tercera temporada, ¿tenemos que amplificarlo? No, no creo que haya algo como en una película de acción. No es que lo estallamos y ahora vamos a estallar algo más grande. Nos preocupamos mucho por la psicología y la dinámica de esta familia. Entonces, lo bueno para nosotros es que cuanta más gente esté con nosotros hay más por hacer, ¿verdad?”, dijo su creador.
La única diferencia es que ya nadie hace el mínimo intento por maquillar sus intenciones. Pochoclo para los seguidores de Succesion. Como sucedía con el correr de las temporadas de Los Soprano, The Wire, Breaking Bad, la audiencia ya sabe y disfruta de la fórmula: la mezcla de tragedia y sátira; el ensamblaje actoral; el registro de “no lugares”; los tiroteos verbales; el flirteo y odio entre de algunas duplas (Gerri y Roman rankean muy alto) y hasta podría mencionarse la sugestión que provoca su apertura gracias a la hipnótica composición de Nicholas Britell. El capítulo que abre la temporada es una gran muestra de todos estos elementos. Por un lado, Kendall y “el primo” Greg (Nicholas Braun), viajan en limosina a la búsqueda de un lugar donde esconderse en Nueva York. Del otro lado del Atlántico, calculan riesgos y preparan el contraataque en un aeropuerto en Croacia, y en medio de la reunión más urgente en la historia de Waystar Royco, un ejecutivo osa preguntar dónde se puede picotear un sandwich. “¿Comida? Tragá tu saliva”, suelta Logan.
Para los involucrados, la fascinación que provoca Succesion proviene de varios afluentes. ¿Es el dinero, la dinámica de familia disfuncional o es algo más? Georgia Pritchett fue muy elocuente al respecto. “¿Qué me lleva a escribir sobre esta gente blanca, horripilante, rica y malvada que envenena a la sociedad? Hay que cavar muy profundo para encontrar humanidad ahí. Ese fue el desafío”, dijo una de sus escritoras y productoras. Eso sí, al presentar el proyecto en HBO, Armstrong describió a Succession como una mezcla de La celebración (Thomas Vinterberg, 1998) con Dallas.
La corriente temporada llega con más de un año de retraso por la pandemia. Sin embargo, el impasse le jugó muy a favor a la producción que durante este tiempo sumó galardones, vio crecer su fandom y prestigio. Otro detalle: al momento de su estreno en 2018, Donald Trump estaba en la Casa Blanca y Rupert Murdoch lo glorificaba desde Fox News. Armstrong dice haber tomado nota de dichas situaciones para no repetirse. En un momento había circulado la versión de que la ficción incorporaría la temática de la Covid-19. Sin embargo, su showrunner decidió no reescribir los guiones con un argumento demoledor: son multimillonarios y por eso la cuestión no los afectó en lo más mínimo. Hasta una plaga puede ser algo insignificante para los Roy.